Enrique Gil y Carrasco, folclorista (3). Los maragatos
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La vida del escritor berciano Enrique Gil y Carrasco fue muy breve. Nacería, en 1815, en Villafranca del Bierzo y moriría en 1846, muy lejos de España, en tierras germánicas. Y, este año, al que ya le queda poco para concluir, en el que se conmemora el segundo centenario de su nacimiento, es bueno que –como indicábamos en el primer artículo de esta serie– recordemos la figura del mejor escritor leonés del siglo XIX y, sobre todo, que lo hagamos destacando algunas de sus facetas que se salen de lo conocido por todos, como es su tarea de folclorista.
Enrique Gil y Carrasco encarna, en no pocos aspectos, el arquetipo del escritor romántico; el más representativo es el de una vida intensa y breve, segada por la enfermedad; y recordemos que la enfermedad característica del romanticismo es la tuberculosis.
El autor berciano fue documentando algunos aspectos de la vida popular y rural de determinados enclaves de la provincia de León a través de colaboraciones periodísticas, en algunas de las publicaciones del género más prestigiosas de la época, como fue, por ejemplo, la del Semanario Pintoresco Español, fundado y dirigido por el escritor costumbrista romántico Ramón de Mesonero Romanos, madrileño pero con orígenes familiares salmantinos.
En tal medio periodístico, publicó Enrique Gil y Carrasco, en el número de febrero de 1839, su primer artículo de costumbres, titulado precisamente “Los maragatos”. Tengamos en cuenta que, posiblemente, el interés del autor por ellos se intensificaría en su estancia en Astorga.
Enrique Gil y Carrasco ingresó en el seminario de Astorga el 18 de octubre de 1829. Se acudía en aquel tiempo al seminario no solo a cursar los estudios de la carrera eclesiástica, sino también a adquirir conocimientos generales, sobre todo los de humanidades, a falta de otros centros de enseñanza secundaria. Sabemos, por ejemplo, que en el curso de 1830-31, estuvo matriculado en Filosofía Moral y Metafísica, que se cursaban en el tercer año de Filosofía. Pero abandona el seminario al terminar el curso de 1831, cuando contaba con apenas dieciséis años, para emprender los estudios de leyes, pero ya en Valladolid.
Sin duda, Gil y Carrasco elaboró este su primer artículo costumbrista que publicaría en la prensa a partir de los recuerdos que albergaría de su estancia en Astorga. En tal artículo, hace derivar el término de maragato del antropónimo ‘Mauregato’, el usurpador de la corona leonesa; una patraña muy popular en su época.
Describe, añadiendo algunas notas anímicas, de este modo la tierra maragata, así como su economía y sus gentes: “El país es árido y triste en general, y sus cosechas se reducen a una escasa de lino, de trigo y de centeno”; a lo cual añade: “los hombres buscan en la arriería lo que su ingrato suelo les rehúsa, y durante su ausencia las mujeres corres con las faenas de la labranza”.
Tampoco se le pasa por alto la rígida disciplina familiar vigente en Maragatería; destacando, en su relación con ella, cómo los padres conciertan entre sí el matrimonio de los hijos, supeditando los sentimientos a conveniencias económicas, para aumentar, por vía del matrimonio de conveniencia, el patrimonio familiar.
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Describe también, de modo pormenorizado, la compleja y dilatada ceremonia de la boda maragata –tema sobre el que, posteriormente, a partir de las descripciones de Gil y Carrasco y posiblemente de observaciones directas– se han publicado diversos libros y artículos.
No podemos ahora detallar –quizás lo hagamos en un próximo artículo– todos los elementos de ese complejo y atractivo ritual de la boda maragata, tal y como la plasma el artículo de Gil y Carrasco. Recorre, en su descripción de los esponsales maragatos, desde los preliminares –cuando los invitados se reúnen a cenar la víspera de la boda, sin la asistencia de los novios, recluidos en sus respectivos domicilios–, hasta la visita a los recién casados, en la noche de bodas, para brindarles el refrigerio nupcial; pasando por todo el resto de fases sucesivas del ritual.
Como indicábamos, el autor berciano debió de adquirir un pormenorizado conocimiento sobre ese peculiar y fascinante pueblo de los maragatos a partir de su estancia en el seminario de Astorga como estudiante, donde cursaría estudios a lo largo de esos dos años que van de 1829 a 1831. Y fue, además, curiosamente, el relativo a los maragatos, el primer artículo de costumbres que el autor publicaría en la prensa de la época.
En una próxima entrega, describiremos el ritual maragato de boda, tal como lo plasma en su artículo Enrique Gil y Carrasco.
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La vida del escritor berciano Enrique Gil y Carrasco fue muy breve. Nacería, en 1815, en Villafranca del Bierzo y moriría en 1846, muy lejos de España, en tierras germánicas. Y, este año, al que ya le queda poco para concluir, en el que se conmemora el segundo centenario de su nacimiento, es bueno que –como indicábamos en el primer artículo de esta serie– recordemos la figura del mejor escritor leonés del siglo XIX y, sobre todo, que lo hagamos destacando algunas de sus facetas que se salen de lo conocido por todos, como es su tarea de folclorista.
Enrique Gil y Carrasco encarna, en no pocos aspectos, el arquetipo del escritor romántico; el más representativo es el de una vida intensa y breve, segada por la enfermedad; y recordemos que la enfermedad característica del romanticismo es la tuberculosis.
El autor berciano fue documentando algunos aspectos de la vida popular y rural de determinados enclaves de la provincia de León a través de colaboraciones periodísticas, en algunas de las publicaciones del género más prestigiosas de la época, como fue, por ejemplo, la del Semanario Pintoresco Español, fundado y dirigido por el escritor costumbrista romántico Ramón de Mesonero Romanos, madrileño pero con orígenes familiares salmantinos.
En tal medio periodístico, publicó Enrique Gil y Carrasco, en el número de febrero de 1839, su primer artículo de costumbres, titulado precisamente “Los maragatos”. Tengamos en cuenta que, posiblemente, el interés del autor por ellos se intensificaría en su estancia en Astorga.
Enrique Gil y Carrasco ingresó en el seminario de Astorga el 18 de octubre de 1829. Se acudía en aquel tiempo al seminario no solo a cursar los estudios de la carrera eclesiástica, sino también a adquirir conocimientos generales, sobre todo los de humanidades, a falta de otros centros de enseñanza secundaria. Sabemos, por ejemplo, que en el curso de 1830-31, estuvo matriculado en Filosofía Moral y Metafísica, que se cursaban en el tercer año de Filosofía. Pero abandona el seminario al terminar el curso de 1831, cuando contaba con apenas dieciséis años, para emprender los estudios de leyes, pero ya en Valladolid.
Sin duda, Gil y Carrasco elaboró este su primer artículo costumbrista que publicaría en la prensa a partir de los recuerdos que albergaría de su estancia en Astorga. En tal artículo, hace derivar el término de maragato del antropónimo ‘Mauregato’, el usurpador de la corona leonesa; una patraña muy popular en su época.
Describe, añadiendo algunas notas anímicas, de este modo la tierra maragata, así como su economía y sus gentes: “El país es árido y triste en general, y sus cosechas se reducen a una escasa de lino, de trigo y de centeno”; a lo cual añade: “los hombres buscan en la arriería lo que su ingrato suelo les rehúsa, y durante su ausencia las mujeres corres con las faenas de la labranza”.
Tampoco se le pasa por alto la rígida disciplina familiar vigente en Maragatería; destacando, en su relación con ella, cómo los padres conciertan entre sí el matrimonio de los hijos, supeditando los sentimientos a conveniencias económicas, para aumentar, por vía del matrimonio de conveniencia, el patrimonio familiar.
![[Img #18678]](upload/img/periodico/img_18678.jpg)
Describe también, de modo pormenorizado, la compleja y dilatada ceremonia de la boda maragata –tema sobre el que, posteriormente, a partir de las descripciones de Gil y Carrasco y posiblemente de observaciones directas– se han publicado diversos libros y artículos.
No podemos ahora detallar –quizás lo hagamos en un próximo artículo– todos los elementos de ese complejo y atractivo ritual de la boda maragata, tal y como la plasma el artículo de Gil y Carrasco. Recorre, en su descripción de los esponsales maragatos, desde los preliminares –cuando los invitados se reúnen a cenar la víspera de la boda, sin la asistencia de los novios, recluidos en sus respectivos domicilios–, hasta la visita a los recién casados, en la noche de bodas, para brindarles el refrigerio nupcial; pasando por todo el resto de fases sucesivas del ritual.
Como indicábamos, el autor berciano debió de adquirir un pormenorizado conocimiento sobre ese peculiar y fascinante pueblo de los maragatos a partir de su estancia en el seminario de Astorga como estudiante, donde cursaría estudios a lo largo de esos dos años que van de 1829 a 1831. Y fue, además, curiosamente, el relativo a los maragatos, el primer artículo de costumbres que el autor publicaría en la prensa de la época.
En una próxima entrega, describiremos el ritual maragato de boda, tal como lo plasma en su artículo Enrique Gil y Carrasco.






