El entorno familiar del Maragato Cordero (XVIII)
Con la disentería galopante que asolaba Madrid en 1865, la realeza, los políticos, los chupatintas que pudieron, abandonaron la capital... Cordero, a la sazón alcalde de la ciudad se mantuvo en su función, abozaleado, impertérrito, en la línea mortal del equilibrio.
![[Img #19062]](upload/img/periodico/img_19062.jpg)
Tras estos versillos que festivamente nos describen las incomodidades de una gran parte de las viviendas decimonónicas de Madrid, el ponferradino Álvarez ha puesto su granito de verso en el conocimiento de esta subliteratura a propósito de los cambios de domicilio, que merecería un estudio sociológico.
Todavía se explaya el versificador con gracia en otros versos que van a modo de postdata; se refieren a la crítica formal de sus propias letrillas:
Habrá defectos de rima,
algún verso corto o largo;
pero yo no soy poeta,
debe hacerse cargo.
Tengo solo la afición,
como los músicos viejos;
además se fue el cacumen
con los tragos de Pontejos.
Veremos si en este cuarto
vuelve mi ser a su juicio:
algo es curarse en salud,
¡qué de afanes! ¡qué bullicio!
¡Siete carros de mueblaje!,
¡yo solo en aquel trajín!;
mi padre estaba rendido;
movió mucho…el botiquín.
Y en suma no sería el único
de los llamados cacólogos;
ni soy poeta ni gramático;
transmito órdenes de…glóbulos.
Todavía a pesar del debilitado cacumen que le deja la casa de Pontejos, le quedan arrestos a Ramiro Álvarez para echar unos versos a las mantecadas: “La fama de Astorga”, que le viene enviando Santiago Alonso Cordero y su esposa. Y he aquí los versos que por este mismo año de 1865 lanza:
Para mesas de billar
yo me quedo con ‘Laorga’
y en mantecadas selectas,
‘La fama’ se lleva ‘Astorga’.
Referirle mis afanes
omito por no cansarla,
recuerde usted su visita
que no pude, ni aún hablarla.
Esta ‘humorada’ con tiempo,
un poco mejor sería…
¡repito!, ¡qué mantecadas!;
se lució, Doña María.
Tras la alusión a las mantecadas, a la visita de la esposa de Cordero a la casa de Pontejos, llena de ruidos, se añaden nuevos versillos en que se alude al Maragato Cordero, Don Santiago:
¡Qué vida…Don Santiago,
¡qué preguntar tan eterno!
¿Señorito? –Y hoy ¿qué pongo?
-Lo mismo. ¡Vaya al infierno!.
Entre engorros de la casa,
mis papeles de oficina,
estoy que no puedo más
¡…y en Ponferrada, aún Joaquina…!
Llevo ya de amo de casa
cinco meses, ¡friolera!
cinco meses…¡buen amigo!
de cuentas de cocinera.
Y al fin de toda esta humorada firma Ramiro Álvarez de su puño y letra, como la mayor parte de los versos anteriores, con esta coletilla: “Suyo siempre su antiguo amigo Ramiro Álvarez”.
![[Img #19061]](upload/img/periodico/img_19061.jpg)
Pasemos a Santiago de Millas, donde a mediados de agosto, la víspera de la asunción, Amalia, la tía de Clotilde, que se confiesa perezosa para escribir, le escribe una carta. De Jesusa, una amiga suya dice que ha estado solo por San Pedro, ya que la ocupa su tía en la labranza. Isabel también está ausente, ha estado a punto de muerte. Amalia siente no ser cinco como en el verano anterior, ya que ahora las diversiones dan mucho menos de sí, siendo menos variadas. Le comenta que nadie sabía nada de cierto asunto hasta que “oyeron leer el despacho”. “Manda a la muchacha a casa y que le diga a Maruja que le dé un aro para Concepción, para que juegue”.
![[Img #19064]](upload/img/periodico/img_19064.jpg)
Sin embargo la muerte acechaba en forma de epidemia. El cólera ha estallado. Estamos en octubre de 1865. Santiago Alonso Cordero ha recibido incitaciones para dejar Madrid. Tiene ya setenta y tres años. Los reyes han salido de la corte, los ministros, los directores generales, los chupatintas que han podido. Pero Cordero ha sido elegido por representación popular de centro. Es un progresista. Un puro, un hombre que está con el pueblo, honrado, bueno a carta cabal y que va a cumplir con su misión tal como él la entiende, hasta la heroicidad. Es decir que no intenta traicionar ni buscar la gatera; camina de frente, sin mirar al peligro…El 16 de octubre, una semana antes de morir escribe a un hijo suyo en Valladolid: “Recibo tu grata del 14 y veo las razones que alegas para no haber ido a Cerecinos, las cuales no me parecen de gran valor, puesto que yo te lo había indicado, por más que tu mamá, conociendo tu deseo, te haya dicho que no fueras.
“Los telegramas, si llegan, es tarde y de mala manera, de modo que esmuy posible que suceda lo mismo con los que van de aquí, porque la afluencia de gente a la Oficina Central es mucha y los telegramas que salen son infinitos.
“A don Julián se le pone uno cada día, según te dijo Regidor en su última, a fin de que sepáis de nosotros.
“Nada ha ocurrido en la familia, y como la enfermedad sigue en disminución creo que nos salvaremos: lo peor será si se transmite a otros puntos, lo cual debe suponerse, porque se ha dicho que en León hubo ya casos y entonces no es muy prudente que tu mamá se vaya a esta como tú le aconsejas.
“El tiempo es bueno y favorece mucho, pues hay viento norte y creo que ha de limpiar los puntos afectados: así sea.
“Se ha dicho también que en Burgos, Bilbao, Santander u Valladolid hubo sus casos en los que fueron de aquí; lo cual es un mal, porque se propagará a otros.
“Adjunto el folleto que pides a Regidor, por Díaz Benito, el cual parece que ha sido bien acogido”.
“Sin más por hoy, con recuerdos para todos, se repite tuyo afectísimo padre que te quiere. Santiago”. En postdata añade: “En la Gaceta de hoy se dice en un artículo que en Valladolid no existe cólera y que se goza de buena salud”.
Tras estos versillos que festivamente nos describen las incomodidades de una gran parte de las viviendas decimonónicas de Madrid, el ponferradino Álvarez ha puesto su granito de verso en el conocimiento de esta subliteratura a propósito de los cambios de domicilio, que merecería un estudio sociológico.
Todavía se explaya el versificador con gracia en otros versos que van a modo de postdata; se refieren a la crítica formal de sus propias letrillas:
Habrá defectos de rima,
algún verso corto o largo;
pero yo no soy poeta,
debe hacerse cargo.
Tengo solo la afición,
como los músicos viejos;
además se fue el cacumen
con los tragos de Pontejos.
Veremos si en este cuarto
vuelve mi ser a su juicio:
algo es curarse en salud,
¡qué de afanes! ¡qué bullicio!
¡Siete carros de mueblaje!,
¡yo solo en aquel trajín!;
mi padre estaba rendido;
movió mucho…el botiquín.
Y en suma no sería el único
de los llamados cacólogos;
ni soy poeta ni gramático;
transmito órdenes de…glóbulos.
Todavía a pesar del debilitado cacumen que le deja la casa de Pontejos, le quedan arrestos a Ramiro Álvarez para echar unos versos a las mantecadas: “La fama de Astorga”, que le viene enviando Santiago Alonso Cordero y su esposa. Y he aquí los versos que por este mismo año de 1865 lanza:
Para mesas de billar
yo me quedo con ‘Laorga’
y en mantecadas selectas,
‘La fama’ se lleva ‘Astorga’.
Referirle mis afanes
omito por no cansarla,
recuerde usted su visita
que no pude, ni aún hablarla.
Esta ‘humorada’ con tiempo,
un poco mejor sería…
¡repito!, ¡qué mantecadas!;
se lució, Doña María.
Tras la alusión a las mantecadas, a la visita de la esposa de Cordero a la casa de Pontejos, llena de ruidos, se añaden nuevos versillos en que se alude al Maragato Cordero, Don Santiago:
¡Qué vida…Don Santiago,
¡qué preguntar tan eterno!
¿Señorito? –Y hoy ¿qué pongo?
-Lo mismo. ¡Vaya al infierno!.
Entre engorros de la casa,
mis papeles de oficina,
estoy que no puedo más
¡…y en Ponferrada, aún Joaquina…!
Llevo ya de amo de casa
cinco meses, ¡friolera!
cinco meses…¡buen amigo!
de cuentas de cocinera.
Y al fin de toda esta humorada firma Ramiro Álvarez de su puño y letra, como la mayor parte de los versos anteriores, con esta coletilla: “Suyo siempre su antiguo amigo Ramiro Álvarez”.
Pasemos a Santiago de Millas, donde a mediados de agosto, la víspera de la asunción, Amalia, la tía de Clotilde, que se confiesa perezosa para escribir, le escribe una carta. De Jesusa, una amiga suya dice que ha estado solo por San Pedro, ya que la ocupa su tía en la labranza. Isabel también está ausente, ha estado a punto de muerte. Amalia siente no ser cinco como en el verano anterior, ya que ahora las diversiones dan mucho menos de sí, siendo menos variadas. Le comenta que nadie sabía nada de cierto asunto hasta que “oyeron leer el despacho”. “Manda a la muchacha a casa y que le diga a Maruja que le dé un aro para Concepción, para que juegue”.
Sin embargo la muerte acechaba en forma de epidemia. El cólera ha estallado. Estamos en octubre de 1865. Santiago Alonso Cordero ha recibido incitaciones para dejar Madrid. Tiene ya setenta y tres años. Los reyes han salido de la corte, los ministros, los directores generales, los chupatintas que han podido. Pero Cordero ha sido elegido por representación popular de centro. Es un progresista. Un puro, un hombre que está con el pueblo, honrado, bueno a carta cabal y que va a cumplir con su misión tal como él la entiende, hasta la heroicidad. Es decir que no intenta traicionar ni buscar la gatera; camina de frente, sin mirar al peligro…El 16 de octubre, una semana antes de morir escribe a un hijo suyo en Valladolid: “Recibo tu grata del 14 y veo las razones que alegas para no haber ido a Cerecinos, las cuales no me parecen de gran valor, puesto que yo te lo había indicado, por más que tu mamá, conociendo tu deseo, te haya dicho que no fueras.
“Los telegramas, si llegan, es tarde y de mala manera, de modo que esmuy posible que suceda lo mismo con los que van de aquí, porque la afluencia de gente a la Oficina Central es mucha y los telegramas que salen son infinitos.
“A don Julián se le pone uno cada día, según te dijo Regidor en su última, a fin de que sepáis de nosotros.
“Nada ha ocurrido en la familia, y como la enfermedad sigue en disminución creo que nos salvaremos: lo peor será si se transmite a otros puntos, lo cual debe suponerse, porque se ha dicho que en León hubo ya casos y entonces no es muy prudente que tu mamá se vaya a esta como tú le aconsejas.
“El tiempo es bueno y favorece mucho, pues hay viento norte y creo que ha de limpiar los puntos afectados: así sea.
“Se ha dicho también que en Burgos, Bilbao, Santander u Valladolid hubo sus casos en los que fueron de aquí; lo cual es un mal, porque se propagará a otros.
“Adjunto el folleto que pides a Regidor, por Díaz Benito, el cual parece que ha sido bien acogido”.
“Sin más por hoy, con recuerdos para todos, se repite tuyo afectísimo padre que te quiere. Santiago”. En postdata añade: “En la Gaceta de hoy se dice en un artículo que en Valladolid no existe cólera y que se goza de buena salud”.