José Luis Puerto
Jueves, 12 de Noviembre de 2015

Local / Universal

Decía el gran escritor portugués Miguel Torga que lo universal es lo local sin bardas, sin paredes, sin esas limitaciones mezquinas que ponemos a todo, cuando no queremos ver y entender más que lo nuestro, desentendiéndonos del mundo, de los demás; cuando –querámoslo o no– todo está relacionado con todo.

 

El siglo XVIII, debido al pensamiento ilustrado, quería universalizarlo todo, y se desentendió de lo pequeño, de los lugares, en su afán de extraer de todo reglas generales. Pero llegó el movimiento romántico y subrayó y acentuó el valor de las tradiciones peculiares de cada rincón, lugar, comarca, porque advirtió que hay un alma del espacio, un ‘anima loci’, a la que hay que atender.

 

Siempre nos movemos –pese a que no nos demos cuenta de ello– entre lo local y lo universal. No hay que excluir, para percibir la realidad y el mundo de un modo lo más completo posible, ni lo uno ni lo otro, puesto que ambas perspectivas se enriquecen y se explican de modo mutuo.

 

José Ángel Valente, el extraordinario poeta orensano, tituló uno de sus libritos de poemas ‘Al dios del lugar’. Ya hablaban los clásicos del ‘genius loci’. Si sabemos entender lo local, los lugares en que vivimos, como formando parte de esa alma del mundo, estaremos, de algún modo, favoreciendo esa perspectiva abierta en la que hemos de vivir, para realizarnos de modo pleno como seres humanos.

 

Porque solo las perspectivas abiertas, solo esa vinculación enriquecedora y amplia entre lo local y lo universal, nos sirven como conjuro frente a tantas ramplonerías, mezquindades y cerrazones como hemos de soportar en nuestros pequeños ámbitos vitales.

 

 

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