Javier Domingo Martín
Miércoles, 18 de Noviembre de 2015

La civilización del espectáculo

La Universidad de Salamanca, donde estudio actualmente, nombró Doctor Honoris Causa, al comienzo de este curso, al escritor peruano Mario Vargas Llosa. Esto fue una excusa perfecta para escuchar del intelectual una ponencia magnífica sobre dos de las preguntas que más han preocupado a la Teoría literaria desde que existe como tal: ¿por qué se escribe literatura? y ¿para qué sirve la literatura? La literatura —contestó el autor de ‘Conversación en la catedral’— “es enormemente útil porque es una fuente de insatisfacción permanente; crea ciudadanos descontentos, inconformes. Nos hace a veces más infelices, pero también nos hace muchísimo más libres”. En un curso de verano, tuve otra oportunidad reciente de escuchar al escritor. Esta vez sobre hitos fundamentales de la literatura vanguardista peruana, que expuso con la claridad y el entusiasmo que le caracterizan.

 

Fue, sin duda, lo brillante de estas dos intervenciones, la causa del impacto mediático que tuvieron. Sin duda, fue esa la causa, en el segundo caso de que hablo, del alboroto de periodistas que se formó a su entrada y salida (Vargas Llosa se tuvo que ir casi corriendo y por la puerta de atrás). Por eso, en cierto periódico digital, junto a la crónica del discurso del escritor por el Honoris Causa podemos leer: “También te puede interesar… La portada de ‘¡Hola!’ de Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa que confirma su romance; Isabel Preysler y Vargas Llosa confirman su relación acudiendo de la mano a una fiesta en Nueva York”, etc, etc.

 

Y es que es vergonzosa la persecución mediática que en los últimos meses se le ha hecho al Premio Nobel. Indigna que, mientras el escritor hace una defensa radical de las letras en Salamanca, lo que le interesa a los medios de comunicación son asuntos meramente personales. Mario Vargas Llosa, irónicamente, se ha visto inmerso en aquello que anunciaba y lamentaba en su ensayo ‘La civilización del espectáculo’: “la banalización de la cultura, la generalización de la frivolidad y, en el campo de la información, que prolifere el periodismo irresponsable de la chismografía y el escándalo”.

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