Sobre el feminismo
Hay fuego en el hogar, pero el viento emboca
la chimenea y sopla su música de humo,
cenizas volantes y tumbos de llama.
Jean Giono, Renadío.
“Las mujeres, en las cuales permanece y habita la vida con más inmediatez, deben, en efecto, haber llegado a ser en el fondo personas más maduras que el ligero varón”, dice Rilke y no me cabe ninguna duda. Maduran más y maduran antes. Son más profundas y gozan también de mayor sensibilidad, lo que les hace poseer un sentido más apto para percibir por ejemplo el arte. Eso lo he podido comprobar en mi experiencia como profesor. Pero aún va más allá Rilke, en una carta que toca la verdadera esencia de la cuestión feminista. Algún día, dice, la mujer dejará de ser el contrario y complemento de lo masculino para significar algo en sí, vida y existencia, persona femenina. Y eso transformará la vivencia del amor, aun a pesar del hombre, de cierta clase de hombres, llegando a lo que siempre debió ser, relación entre personas en igualdad de condiciones. Así habría que entender, me parece a mí, la esencia del verdadero feminismo, palabra que ha llegado a hacerse detestable y que no vendría nada mal empezar a olvidar, para sustituirla por algo menos ofensivo. No en el sentido de injuria, sino de ataque. Porque la relación entre hombres y mujeres debe dejar de ser enfrentamiento para quedar en lo que siempre debió ser, enriquecedor complemento de la vida y la persona. No estoy, en absoluto, interesado en otras formas de feminismo. Solo, y acudo otra vez a Rilke, en “el amor que consiste en que dos soledades se defiendan mutuamente, se delimiten y se rindan homenaje”.
Hay fuego en el hogar, pero el viento emboca
la chimenea y sopla su música de humo,
cenizas volantes y tumbos de llama.
Jean Giono, Renadío.
“Las mujeres, en las cuales permanece y habita la vida con más inmediatez, deben, en efecto, haber llegado a ser en el fondo personas más maduras que el ligero varón”, dice Rilke y no me cabe ninguna duda. Maduran más y maduran antes. Son más profundas y gozan también de mayor sensibilidad, lo que les hace poseer un sentido más apto para percibir por ejemplo el arte. Eso lo he podido comprobar en mi experiencia como profesor. Pero aún va más allá Rilke, en una carta que toca la verdadera esencia de la cuestión feminista. Algún día, dice, la mujer dejará de ser el contrario y complemento de lo masculino para significar algo en sí, vida y existencia, persona femenina. Y eso transformará la vivencia del amor, aun a pesar del hombre, de cierta clase de hombres, llegando a lo que siempre debió ser, relación entre personas en igualdad de condiciones. Así habría que entender, me parece a mí, la esencia del verdadero feminismo, palabra que ha llegado a hacerse detestable y que no vendría nada mal empezar a olvidar, para sustituirla por algo menos ofensivo. No en el sentido de injuria, sino de ataque. Porque la relación entre hombres y mujeres debe dejar de ser enfrentamiento para quedar en lo que siempre debió ser, enriquecedor complemento de la vida y la persona. No estoy, en absoluto, interesado en otras formas de feminismo. Solo, y acudo otra vez a Rilke, en “el amor que consiste en que dos soledades se defiendan mutuamente, se delimiten y se rindan homenaje”.