Daniel Franco
Sábado, 20 de Abril de 2013

La ceguera y la crisis: algo está cambiando

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Cinco. Cinco son los años que el mundo lleva nadando en el mar contaminado de la crisis económica. Parece que fue ayer, se puede comentar. Fue ayer, sí, y hoy, también, y mañana. No hay ninguna duda. Ayer, mientras el suelo se movía la calma parecía querer enfrentarse al miedo. Aquellos debates electorales de 2008 (Zapatero-Rajoy y Solbes-Pizarro) parecen tan lejanos que incluso podríamos decir que nunca los hemos vivido. Hoy, el país se mueve por la inercia del que parece muerto. Mañana probablemente bailaremos sobre las ruinas la música amarga de lo que pudo haber sido y de lo que en realidad fue. 

Los libros de historia del instituto nos enseñaron que la historia de un país es una montaña rusa. El dinero es el protagonista principal de los vaivenes. La existencia de dinero, a menudo en forma de endeudamiento fácil, suele provocar una ceguera histórica. Con decir que algunos economistas pensaban que los ciclos económicos se habían terminado, creo que ya esta casi todo dicho. La ceguera en muchas ocasiones es apoyada por una política electoralista que únicamente busca pintar el corto plazo del color de su partido. Cuando el dinero escasea, todos los problemas que un país tenía escondidos bajo la alfombra se esparcen por la habitación. España vivió la primera fase: una época de prosperidad provocó una toma de decisiones por parte de los agentes a menudo poco meditadas. En estos momentos estamos en medio de la segunda fase: la gran crisis ha parido un montón de pequeñas (y grandes) crisis que inundan las portadas de los periódicos. 

El último sondeo del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) nos ha mostrado una aproximación a la realidad. Las preocupaciones de los españoles han cambiado. En diciembre de 2007, el principal problema era el terrorismo. El desempleo, la vivienda y los problemas de índole económica se encontraban en los primero lugares de la lista al igual que la inmigración. La encuesta de marzo de 2013 refleja una realidad totalmente distinta. El paro, como era de esperar, es la principal preocupación de los españoles. Los problemas de índole económica, tampoco es sorprendente, preocupan a una buena parte de los ciudadanos. Llegados a este punto nos podemos preguntar cuáles son los cambios respecto a hace cinco años. La corrupción y el fraude, tan de moda últimamente, no han parado de crecer como preocupación. Hoy se sitúan en los primeros lugares cuando hace cinco años apenas aparecían en la lista. Lo mismo ocurre en el caso de la política y los partidos. La preocupación por la sanidad y la educación ha crecido a medida que la crisis ha ido dando pasos. 

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Hay problemas que ya existían y que se ignoraban y hay problemas que se han ido formando a lo largo de estos cinco años. En primer lugar, la ceguera está presente en el caso de la corrupción y el fraude (al que sumaré el fraude fiscal). Ya había políticos corruptos antes de la crisis (a algunos incluso se les votaba). En cuanto al fraude, si bien es cierto que con la crisis económica ha aumentado la economía sumergida, no es un problema que hayamos estrenado hace cinco años. El fraude es una camisa vieja y sucia que España lleva desde hace demasiado tiempo. Según un informe de FUNCAS (2011), la economía sumergida en 1985 equivalía al 12,5% del PIB, en el año 2000 la cifra había subido brutalmente al 20% y, hoy por hoy la sitúan en el 24% (los diversos estudios del tema la suelen situar entre el 20% y el 24% del PIB). En segundo lugar, el problema político tampoco es reciente. Aunque la crisis política esté corriendo a la par que la económica, no podemos decir que los dirigentes políticos hoy son peores que al inicio de la crisis. Son los mismos. No hay cambios. La clase política ha sido la principal impulsora de la ceguera. Decisiones que fueron tomadas en el pasado están lastrando la recuperación económica y decisiones que están siendo tomadas en el presente (o decisiones que no están siendo tomadas) son vistas por la opinión pública como una cuerda al cuello del futuro del país.

La sanidad y la educación, al igual que las pensiones, son temas delicados para la ciudadanía. La preocupación por ellos ha surgido a raíz de los recortes que se están llevando a cabo. El gran error es que se está intentando igualar recorte con eficiencia cuando son dos realidades que no siempre van de la mano. Los ciudadanos, en forma de protesta, se están moviendo para defender dos ámbitos cruciales para el futuro del país. 

A todas las anteriores preocupaciones debemos de añadir una de vital importancia: el problema de la Unión Europea. Las decisiones sobre España ya no se toman únicamente en el ámbito interno. Las recomendaciones (o exigencias) llegan desde el centro de Europa y la unión parece menos unión que nunca. El euroescepticismo ha aumentado de forma notable. En España, un país de marcado carácter europeísta, las voces que ponen en duda el proyecto monetario aumentan cada día. El centralismo en las decisiones, la lenta toma de las mismas y los fallos en la constitución de la moneda única, han centrado los focos. La crisis europea también es un caso de ceguera: los problemas ya existía aunque casi nadie hablase de ellos. 

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Una crisis generada en EEUU ha destapado una realidad que la ceguera de los buenos tiempos no nos permitía ver. Hay un millón de crisis entrando de golpe por la puerta: la crisis política, de las Comunidades Autónomas, la social, la cultural, la institucional, la monárquica (que curiosamente no aparece como opción en la lista del CIS)... España tiene el lastre de dicha ceguera. Hay reformas que no se tomaron cuando la mesa estaba llena y que se quieren tomar hoy cuando el país está en los huesos. La situación es más complicada y, si bien es cierto que el presente está siendo duro, el futuro más próximo no parece más halagüeño. España tiene problemas en muchos frentes. Las preocupaciones y las exigencias están cambiando. Todas las grandes crisis traen grandes cambios (negativos y positivos). Aún nos estamos moviendo por ella. En algunos países, como Grecia y Francia, la crisis está siendo el germen de partidos de extrema derecha. Esperemos que la ceguera de los buenos tiempos no se transforme en el extremismo de los malos tiempos. 



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