Samuel Yebra Pimentel
Sábado, 28 de Noviembre de 2015

Amenazan con quererme

Valentín Escudero, maragato de adopción, es profesor de metodologías de investigación y director de la Unidad de Investigación en Intervención y Cuidado Familiar en la Universidad de A Coruña. Director del Programa de Tratamiento Terapéutico de Menores en Situación de Riesgo y Desamparo (Xunta de Galicia y Fundación Universidad de A Coruña). A menudo se le puede ver en el mercado de los martes de Astorga o fatigando una mañana de agosto hacia la cumbre del Teleno. Es coautor del SOFTA (System for Observing Family Therapy Alliances). La intervención familiar sistémica en el contexto de los servicios sociales y de protección a la infancia ocupa un lugar prioritario en su trabajo clínico e investigador.

Valentín Escudero Carranza. Amenazan con quererme. Relatos breves sobre la relación terapéutica. Editorial Grupo 5; Madrid 2015

 

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‘Amenazan con quererme’ es el paradójico título del libro de ‘relatos breves sobre el cambio y la relación terapéutica’ que ha escrito Valentín Escudero. 

 
Se trata de un libro en el que abundan casos clínicos de psicoterapia, contados con sencillez. Vemos que en ocasiones lo que facilita la terapia es la búsqueda de aquello de amable que todo paciente dispone, el intento de abordar aquello que le suceda en un ámbito de comprensión, hacer de su problema un problema común, comunicado.


Así sucede en ‘Mensaje’, donde Clara Sotero llega a escribir a su terapeuta, pasados 22 años, y le recuerda que en una de aquellas sesiones "le dije 'que veía imposible que alguien pudiese amar a una persona como yo' y usted me contestó que 'veía imposible que alguien pudiese no querer a una muchacha como yo”. En esta respuesta cifra la paciente 22 años más tarde el éxito de aquella terapia.


Se pueden agrupar las narraciones en aquellas que abordan una situación en el ámbito de una terapia y en las que no sucede esto.


‘Extremidades’ pertenece a estas últimas y aborda el tema de los lenguajes no verbales, no codificados pero altamente expresivos a una sensibilidad afecta a este tipo de mensajes. El movimiento de los dedos, la conformación de las manos, la expresividad y el revoloteo de las mismas fascinan a algunos fetichistas; otro tanto ocurre con las formas de los pies, el arco de la planta, el talón huesudo que adelgaza en la piña de dedos como si fuera una mano, la elegancia y finura seductoras de algunas disposiciones. 


No falta en ‘Mal tacto’ la sensibilidad moral, una vez que nos ha puesto ante el espejo de una situación de maltrato. A la vuelta del espejo, cuando ya nos vamos cada cual a lo nuestro y nada nos une ya salvo el azar; cuando nos íbamos del cuento cada cual a lo nuestro… ¡Un momento! ¿No nos une nada?


Es ‘Apego’ posiblemente el cuento mejor resuelto en cuanto a la expresión literaria. No se muestra en él ningún problema psicológico, aunque sí vislumbramos la posibilidad de alguno, el apego o la falta de apego en esa primera infancia o la fijación del mismo en personas diferentes a los padres como manera de entender ciertas lejanías y/o afinidades.

 

 

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‘La vida es bella’ de título homónimo al de la inolvidable película de Roberto Benigni toma de ella la delicadeza y el buen humor para abordar los trampantojos con que a menudo se endulzan ciertas crudezas para aliviar el dolor de los inocentes.

 
‘Estar despierto’ puede llegar a ser estar dormido. Si la muerte del amante sucede mientras sueño, estar despierto es un deber y el insomnio es el corolario de una vida indestructible. 


Luego vendrían las narraciones en las que la propia terapia o es el objeto o el lugar donde la narración se cobija. Habrá que insistir que estamos ante narraciones que han partido de situaciones de terapia, pero que pretenden fabular a partir de ese origen.


Así sucede en ‘Mis nubes’, nada que ver con las de Aristófanes, aunque no le falte su pizca de comedia; una ensoñación de infancia donde una muchacha recupera a la madre fallecida como si fuera la diosa que viene a jugar con su niña. 


Si como se manifiesta en el prólogo de este libro la eficacia de la psicoterapia no la determinan ni la escuela psicológica, ni las características profesionales del terapeuta, ni el diagnóstico del padecimiento del paciente, ni las características particulares del cliente, sino la relación que se establezca entre el cliente y el profesional, una configuración de un espacio relacional segura y acogedora como precondición para que suceda el cambio en la vida del cliente, entonces en ‘Mis nubes’ reconocemos esa maravillosa respuesta de la terapeuta cuando se pone del lado del ensueño. “¿Quieres que te cuente?  -¡Claro!".


¿Cómo me valoraría yo a mí mismo si pudiera verme como otro? Bueno, para hacer esto tendría que ser ya distinto, y estaría verdaderamente valorando a otro. Pero cabe la posibilidad de verse a sí mismo y de repente no gustarse, de repente ser para nosotros un extraño. Cabe la posibilidad de que ahora no me gustaran ya mis hijos, que repudie a mis amigos, que mi mujer me enamore de nuevo. Esto sucede en ‘Amnesia’. No podemos saber cuánto se ha perdido pero sí lo que hemos ganado;  la pureza de la mirada. (No sabemos tampoco si en esta pérdida los criterios de valoración han quedado intactos)

 

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Más cuentos relacionados con la terapia y en clave de humor o de comedia serían ‘Jerarquía’ y ‘resfriados’.


‘Amenazan con quererme’, siendo la narración que da título al libro es atípica dentro de la serie, es por una parte el cuento más extenso, y si bien comienza en una sesión de psicoterapia pronto se abandona ese lugar para mostrarnos la épica de un muchacho en el tiempo en que estuvo perdido. ‘No eras tú’, reza el epígrafe del comienzo, y ni había nacido y ya se refugiaba en el útero de unos enormes tubos en el descampado. Este personaje sin nombre dice “me sentía tan perdido que no tenía siquiera la noción de estar perdido”, lo mismo le sucede a la policía cuando lo toma por otro. Comienza entonces una huida de sí, de ese sí que no tiene y que no reconoce cuando otros se lo transmitan. La confabulación de sus más cercanos en negar la negación, a la que se sumará el fabuloso oráculo del padre, le permite reconocer que ‘Si era yo’. Epígrafe final. Reasunción de la propia historia de manera activa que provoca el reconocimiento de los demás, aunque todavía sin pronunciarlo, todavía no el nombre. La policía ahora se interesa por su salud, no equivocandolo con nadie, “¡no puede quedarse ahí tumbado!”.


 Ahí empieza a labrarse el nombre. Ese sería ya otro cuento.

 

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