Parasitismo extremo
NICOLÁS PÉREZ HIDALDO /
Según algunos refranes hasta que no llega el cuco no se puede hablar de que ha entrado la primavera, y en nuestros campos ya los podemos escuchar desde primeros de abril. Cucos (Cuculus canorus) y críalos (Clamator glandarius) han llegado de sus cuarteles de inverno para criar-parasitar en nuestros campos y abandonarlos a finales de agosto de vuelta a África. Sus poblaciones han aumentado considerablemente en los últimos años debido al irracional aumento de plantaciones de pinos y a la masiva presencia en ellos de las orugas de procesionaria. Aunque nos será difícil verlos, no lo será tanto escuchar el repetido canto del cuco 'cú cuu, cú cuu' y el no tan conocido reclamo del críalo “críalo, críalo, críalo”.
Ambas son aves de tamaño medio (35 a 38 cm) de plumaje grisáceo o marronáceo que se alimentan de insectos, principalmente orugas de mariposas, lombrices y pequeños vertebrados. Suelen pasar desapercibidas pero su peculiar forma de vida, parasitando en los nidos de otros pájaros, hace que merezcan hoy nuestra atención. Los cucos parasitan a más de cien especies de aves, principalmente carriceros, petirrojos o currucas, mientras que los críalos se han especializado en parasitar a pegas y cornejas.
Cada hembra de cuco se especializa en parasitar a una sola especie y pone de 15 a 25 huevos por temporada de cría. Pone un huevo en cada nido a la vez que retira uno de los que ya ha puesto la dueña. A los 12 días el pollo cuco expulsa todos los huevos y compañeros del nido (si ya han nacido) para asegurarse que recibe todo el alimento de los padres e incluso éstos lo siguen cebando cuando ya ha abandonado el nido. Lo cual supone una imagen grotesca ya que los padres son alrededor de tres veces más pequeños que impostor hijo.
La hembra de críalo pone de 12 a 16 huevos por año y el macho colabora con la hembra para distraer a los padres de la especie hospedadora mientras la hembra parasita. Ésta al hacerlo suele destruir alguno de los huevos del nido pero no lo hace intencionadamente. El pollo críalo nace antes que los pollos de la especie parasitada y muestra una enorme voracidad, lo que unido a un desarrollo más rápido, ayuda a matar de inanición y por aplastamiento (debido a la diferencia de peso) a los pollos de la especie hospedadora.
Esta estrategia de parasitismo salvaje y extremo se repite constantemente en casi todas las estructuras económicas, políticas, religiosas y sociales que podamos analizar a nuestro alrededor (no vamos a poner ejemplos).
Algunos, llevan toda la vida dedicados a parasitar en los nidos de otros para hacer ver a los 'inocentes padres' que sus impostores hijos merecen todo el alimento que se les puede hacer llegar. Estos hijos cainitas instintivamente acaban también expulsando también del nido a los verdaderos dueños, con tal de eliminar a la descendencia legítima. Y cada año se repite la misma historia. Historia que evolutivamente ha tenido y tiene repercusiones y hace que tanto parásitos como hospedadores vivan en conflicto permanente, aunque la mayoría de los adocenados parasitados ni siquiera sean capaces de percibirlo.
Cada uno, que mire a su alrededor y descubra si es cuco o críalo o si por el contrario está alimentando durante años (y sin saberlo) a un 'hijo de cuca'.
NICOLÁS PÉREZ HIDALDO /
Según algunos refranes hasta que no llega el cuco no se puede hablar de que ha entrado la primavera, y en nuestros campos ya los podemos escuchar desde primeros de abril. Cucos (Cuculus canorus) y críalos (Clamator glandarius) han llegado de sus cuarteles de inverno para criar-parasitar en nuestros campos y abandonarlos a finales de agosto de vuelta a África. Sus poblaciones han aumentado considerablemente en los últimos años debido al irracional aumento de plantaciones de pinos y a la masiva presencia en ellos de las orugas de procesionaria. Aunque nos será difícil verlos, no lo será tanto escuchar el repetido canto del cuco 'cú cuu, cú cuu' y el no tan conocido reclamo del críalo “críalo, críalo, críalo”.
Ambas son aves de tamaño medio (35 a 38 cm) de plumaje grisáceo o marronáceo que se alimentan de insectos, principalmente orugas de mariposas, lombrices y pequeños vertebrados. Suelen pasar desapercibidas pero su peculiar forma de vida, parasitando en los nidos de otros pájaros, hace que merezcan hoy nuestra atención. Los cucos parasitan a más de cien especies de aves, principalmente carriceros, petirrojos o currucas, mientras que los críalos se han especializado en parasitar a pegas y cornejas.
Cada hembra de cuco se especializa en parasitar a una sola especie y pone de 15 a 25 huevos por temporada de cría. Pone un huevo en cada nido a la vez que retira uno de los que ya ha puesto la dueña. A los 12 días el pollo cuco expulsa todos los huevos y compañeros del nido (si ya han nacido) para asegurarse que recibe todo el alimento de los padres e incluso éstos lo siguen cebando cuando ya ha abandonado el nido. Lo cual supone una imagen grotesca ya que los padres son alrededor de tres veces más pequeños que impostor hijo.
La hembra de críalo pone de 12 a 16 huevos por año y el macho colabora con la hembra para distraer a los padres de la especie hospedadora mientras la hembra parasita. Ésta al hacerlo suele destruir alguno de los huevos del nido pero no lo hace intencionadamente. El pollo críalo nace antes que los pollos de la especie parasitada y muestra una enorme voracidad, lo que unido a un desarrollo más rápido, ayuda a matar de inanición y por aplastamiento (debido a la diferencia de peso) a los pollos de la especie hospedadora.
Esta estrategia de parasitismo salvaje y extremo se repite constantemente en casi todas las estructuras económicas, políticas, religiosas y sociales que podamos analizar a nuestro alrededor (no vamos a poner ejemplos).
Algunos, llevan toda la vida dedicados a parasitar en los nidos de otros para hacer ver a los 'inocentes padres' que sus impostores hijos merecen todo el alimento que se les puede hacer llegar. Estos hijos cainitas instintivamente acaban también expulsando también del nido a los verdaderos dueños, con tal de eliminar a la descendencia legítima. Y cada año se repite la misma historia. Historia que evolutivamente ha tenido y tiene repercusiones y hace que tanto parásitos como hospedadores vivan en conflicto permanente, aunque la mayoría de los adocenados parasitados ni siquiera sean capaces de percibirlo.
Cada uno, que mire a su alrededor y descubra si es cuco o críalo o si por el contrario está alimentando durante años (y sin saberlo) a un 'hijo de cuca'.