Un pastel sin receta
En mi primera crónica desde Londres hablaré de lo que sucede en este país durante las Navidades ya que estamos muy cerca de esas fechas. Llamo a esta ciudad pastel sin receta, título de mi primer libro, porque aquí se dieron por primera vez una serie de condiciones socioeconómicas que luego se fueron aplicando a otros países.
El Reino Unido puede que sea el país más laico de Europa, sin embargo la reina sigue siendo la cabeza de la Iglesia Anglicana, por eso en tantas iglesias de esa denominación hay colocado en un lugar prominente el escudo de la familia real. La inmensa mayoría de los británicos blancos no pisa la iglesia para actos religiosos y si lo hace es quizá sólo dos veces en su vida, para el bautizo y la boda, en el caso de que la novia aspire a una ceremonia más rumbosa que en el Registro Civil.
Las tradiciones navideñas en Inglaterra y Gales, Escocia tiene las suyas propias, sufrieron un cambio radical cuando Alberto de Saxe-Coburg y Gotta se casó con la joven reina Victoria y se trajo consigo las costumbres de su tierra, entre ellas el árbol de Navidad, que se fueron expandiendo a otras clases más populares. Los belenes navideños se ven sólo en las iglesias católicas.
Aquí el día grande es el 25 de diciembre cuando se abren los regalos al despertarse y el país se colapsa por completo pues todos los transportes públicos dejan de funcionar. Si no se tiene coche hay que viajar con antelación al lugar donde se vaya a celebrar el almuerzo típico que normalmente consiste en un pavo acompañado de coles de Bruselas, patatas asadas y otros vegetales como las chirivías. Las salsas consisten en la horrorosa ‘bread sauce’ (salsa de pan), una masa blanquecina y grumosa, sin absolución posible; y la otra que se obtiene del jugo de asar mezclada con cantidades ingentes de agua cuyo resultado es la ‘gravy’, un ‘agua chirli’ marrón que echan por encima de los asados pues a los nativos de estas islas les pirra ponerlo todo en remojo. De postre se toma el típico pudding de Navidad hecho a base de frutos secos, harina y sebo que debe cocer durante horas y se sirve con coñac ardiendo. Cada cual le pone luego encima mantequilla mezclada con coñac, la venden ya así.
Al lado de cada comensal no puede faltar la ‘cracker’, un cilindro de cartón cubierto de papel navideño como envoltorio de caramelo que contiene un gorro de papel, un chiste impreso malísimo y una sorpresa. Cada comensal estira de él con su vecino/a y se abre sonando un ‘petardín’. Seguidamente cada cual se coloca el gorro y lee el contenido del chiste malo. Ambas cosas son como una especie de perro de Pavlow, detonan el ánimo de fiesta.
Una tradición que no muere es ir con la familia a la pantomima en algún teatro de la ciudad donde las dan por esas fechas. Es una herencia de la ‘Comedia dell’ Arte italiana’. El tema es siempre algún cuento infantil donde el protagonista masculino lo representa una mujer y la ‘dame’ es siempre un hombre. En la historia descrita de modo jocoso no falta el chiste subido de tono que sólo entienden los mayores. A los niños el argumento les da la oportunidad de repetir la frase típica que contradice a los protagonistas que se mueven por el escenario señalando algo que incita a la exclamación: “Oh! Sí, lo es” Y todo el teatro entero contesta: “¡Oh! No, no lo es”.
Y al día siguiente, el 26 de diciembre, se celebra el ‘boxing day’, de ‘box’, caja, donde se guardaba el dinero para pagar ese día a los empleados. También hay comida festiva pero como es la fecha cuando empiezan las rebajas el centro de Londres se llena de gente pegándose por comprar.
En mi primera crónica desde Londres hablaré de lo que sucede en este país durante las Navidades ya que estamos muy cerca de esas fechas. Llamo a esta ciudad pastel sin receta, título de mi primer libro, porque aquí se dieron por primera vez una serie de condiciones socioeconómicas que luego se fueron aplicando a otros países.
El Reino Unido puede que sea el país más laico de Europa, sin embargo la reina sigue siendo la cabeza de la Iglesia Anglicana, por eso en tantas iglesias de esa denominación hay colocado en un lugar prominente el escudo de la familia real. La inmensa mayoría de los británicos blancos no pisa la iglesia para actos religiosos y si lo hace es quizá sólo dos veces en su vida, para el bautizo y la boda, en el caso de que la novia aspire a una ceremonia más rumbosa que en el Registro Civil.
Las tradiciones navideñas en Inglaterra y Gales, Escocia tiene las suyas propias, sufrieron un cambio radical cuando Alberto de Saxe-Coburg y Gotta se casó con la joven reina Victoria y se trajo consigo las costumbres de su tierra, entre ellas el árbol de Navidad, que se fueron expandiendo a otras clases más populares. Los belenes navideños se ven sólo en las iglesias católicas.
Aquí el día grande es el 25 de diciembre cuando se abren los regalos al despertarse y el país se colapsa por completo pues todos los transportes públicos dejan de funcionar. Si no se tiene coche hay que viajar con antelación al lugar donde se vaya a celebrar el almuerzo típico que normalmente consiste en un pavo acompañado de coles de Bruselas, patatas asadas y otros vegetales como las chirivías. Las salsas consisten en la horrorosa ‘bread sauce’ (salsa de pan), una masa blanquecina y grumosa, sin absolución posible; y la otra que se obtiene del jugo de asar mezclada con cantidades ingentes de agua cuyo resultado es la ‘gravy’, un ‘agua chirli’ marrón que echan por encima de los asados pues a los nativos de estas islas les pirra ponerlo todo en remojo. De postre se toma el típico pudding de Navidad hecho a base de frutos secos, harina y sebo que debe cocer durante horas y se sirve con coñac ardiendo. Cada cual le pone luego encima mantequilla mezclada con coñac, la venden ya así.
Al lado de cada comensal no puede faltar la ‘cracker’, un cilindro de cartón cubierto de papel navideño como envoltorio de caramelo que contiene un gorro de papel, un chiste impreso malísimo y una sorpresa. Cada comensal estira de él con su vecino/a y se abre sonando un ‘petardín’. Seguidamente cada cual se coloca el gorro y lee el contenido del chiste malo. Ambas cosas son como una especie de perro de Pavlow, detonan el ánimo de fiesta.
Una tradición que no muere es ir con la familia a la pantomima en algún teatro de la ciudad donde las dan por esas fechas. Es una herencia de la ‘Comedia dell’ Arte italiana’. El tema es siempre algún cuento infantil donde el protagonista masculino lo representa una mujer y la ‘dame’ es siempre un hombre. En la historia descrita de modo jocoso no falta el chiste subido de tono que sólo entienden los mayores. A los niños el argumento les da la oportunidad de repetir la frase típica que contradice a los protagonistas que se mueven por el escenario señalando algo que incita a la exclamación: “Oh! Sí, lo es” Y todo el teatro entero contesta: “¡Oh! No, no lo es”.
Y al día siguiente, el 26 de diciembre, se celebra el ‘boxing day’, de ‘box’, caja, donde se guardaba el dinero para pagar ese día a los empleados. También hay comida festiva pero como es la fecha cuando empiezan las rebajas el centro de Londres se llena de gente pegándose por comprar.