Javier Domingo Martín
Lunes, 14 de Diciembre de 2015

Silencio

Son las ocho y media de la tarde. Entramos en el edificio a través de un portón grande y verde. Una escalera estrecha, casi vertical, conduce a varias plantas cuyas puertas revelan que no estamos en un piso normal. ‘15 minutos con Mario’, ‘Los enterradores’, ‘La casa de Bernarda Alba’, ‘Silencio, hay gente trabajando’. Arriba, una barra alargada sirve a un mismo tiempo bebidas, comida y entradas para acceder a las habitaciones de más abajo. Esperamos en una terraza con vistas a la Clerecía, en cuya torre unos pocos turistas de última hora hacen fotos. En una de las paredes, un número se enciende: 6. Es el nuestro. "Ahora, por favor, apaguen sus teléfonos móviles y desciendan en silencio”. Bajamos las escaleras como una procesión. Silencio completo. Estamos a punto de entrar.

 

-¡Tanto te gusta ese hombre!

-¡Tanto! Mirando sus ojos me parece que bebo su sangre lentamente.

 

Las palabras, fragmentos de prosa poética con que Lorca construyó sus dramas, más que pronunciarse, se escriben por primera vez en una sala en la que solamente cabemos diez espectadores. Las hijas de Bernarda Alba, reducidas a tres en el montaje, se disputan a Pepe el Romano y la libertad ansiada en apenas 15 minutos. La emoción de la obra, sin embargo, permanece completa. 

 

¡Qué suerte es tener en Salamanca un centro de microteatro como este, donde poder disfrutar obras contemporáneos que sus creadores, gracias a este formato, han podido estrenar, al mismo tiempo que adaptaciones de grandes obras clásicas! ¿Y si esta iniciativa se diera en Astorga…? Un golpe de bastón interrumpe el pensamiento. Es Bernarda, que cierra la obra:

 

-¡Silencio, silencio he dicho! ¡Silencio!

 

 

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