Bruno Marcos
Lunes, 14 de Diciembre de 2015

España: Los putrefactos

Escribe Arturo Barea en la novela autobiográfica 'La forja de un rebelde': 


"—A mí esto me parece un robo.

—Lo es —afirmó Córcoles—, un robo al Estado. 

—Y si no me da la gana robar, ¿qué pasa? 


Córcoles me miró y se encogió de hombros. Se echó a reír, pero yo tenía la cara muy seria, y entonces se levantó y vino a mí; me cogió del brazo.


—¿Has hablado en serio? 

—Sí. Esto es una porquería. Yo no he robado en mi vida y esto es robar.


 —Mira: robar es quitar el dinero a alguien. Pero esto no es robar. ¿Quién es el Estado? Si robamos a alguien, es al Estado, y bastante nos roba él a nosotros. ¿Tú crees que un sargento con noventa pesetas al mes puede vivir? Y aun aquí, en Africa, con ciento cuarenta por estar en campaña, ¿se puede vivir? Tienes derecho a casarte. Cásate con veintiocho duros al mes y verás…


—Se quedó mirando a lo lejos y luego siguió en voz muy baja:


—Acércate. Aparte de todo esto, hay otra cosa. Esto es como si una máquina te coge una mano; después va el brazo y luego todo el cuerpo. Y no puedes escapar. Si no te prestas a robar para otros y para ti, te quitarán la plaza, te trasladarán después, te mandarán a donde revientes de hambre y corras el riesgo de un tiro a cada momento. Si se te ocurre hablar o protestar, hay medios más sencillos: te quitarán los galones de sargento por cualquier falta corregida y aumentada y hasta… —bajó mucho más la voz— un accidente puede ocurrirle a cualquiera. Todos los días hay 'pacos' en el camino del Zoco.

 

Corrían los primeros días del mes de junio de 1920."

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