Nacho Gay
Martes, 22 de Diciembre de 2015

No hay inestabilidad, si hay responsabilidad

La estructura de cualquier organismo de decisión de una agrupación de personas es variada, heterogénea, dispar. Desde una asociación (musical, teatral, deportiva, cultural, educativa, de vecinos,…) hasta un centro educativo. No todos opinan igual y hay que alcanzar acuerdos. En ocasiones se consigue convencer al resto de la bondad de una idea y, en otras, una vez planteadas las opciones, hay que votar y respetar los acuerdos. Sin embargo, en política, en política nacional, en nuestro parlamento, se ha instalado la idea, desde hace tiempo, de la imposibilidad de gobernar si no es a través de una mayoría absoluta (dictadura encubierta), en las que la labor del parlamento es meramente testimonial, estética, de cara a la galería, ya que cualquier intento de crítica, transformación, corrección, de las decisiones del gobierno de turno, se topan con esa mayoría absoluta que impide la obtención de acuerdos, ya que no hacen falta para sacar adelante una ley. Cierto que, en ocasiones, se admiten enmiendas pero, siendo sinceros, hemos de reconocer que suelen ser enmiendas de poco calado.

           

Ahora, por el contrario, se abre una etapa en la que debemos demostrar, por fin, si somos una democracia madura, si somos capaces de alcanzar acuerdos, de ceder y avanzar, de tener visión de futuro, de intentar comprender al otro para poder tomar decisiones que lleguen más allá de una legislatura, de superar la visión egoísta de mi propia verdad para obtener resultados que puedan ser vistos por todos, o casi todos, como aceptables a largo plazo (¿quizá una ley de educación que dure más de cuatro años por fin?).

           

Si la variedad de opiniones de nuestra sociedad es tan grande como nuestra población, ¿por qué eso debería ser un problema en nuestro parlamento? Las leyes, normas y decisiones que rigen nuestras vidas solo serán duraderas cuando reflejen, realmente, esa heterogeneidad; cuando representen a la gran mayoría, no a un 30% de la población que se erige en mayoría absoluta.

           

Este es el momento de demostrar que nuestros dirigentes políticos nos representan a todos y no solo a sus partidos, a sus intereses y a su propio beneficio. Es el momento de pactar. ¡Sí, pactar! No para dejar que una formación actúe durante cuatro años como si hubiera obtenido mayoría absoluta. ¡NO! Sino para discutir todas y cada una de las leyes y normas que se legislen, para acordar todos y cada uno de los puntos de cada ley, para que hagan aquello para lo que se les ha votado. Y si no son capaces, si nos abocan a unas elecciones anticipadas por su incapacidad para adoptar los acuerdos necesarios para gobernar con responsabilidad,  habrán fracasado, habremos fracasado.

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