El maquis de un cura de aldea (I)
Juan Jacinto Fernández Pérez, berciano de la diócesis de Astorga, era ya desde antes de la contienda civil cura párroco del Valle de Finolledo. Finalizada la guerra el sino y la confianza que fue generando lo convirtió en mediador de los maquis que pululaban por la zona, aquellos que no tuvieran delitos de sangre acudían a él para que mediase ante el Gobierno Civil de León para su reinserción en la vida cotidiana.
A finales de los años sesenta Esteban Carro Celada, familiar de Juan Jacinto Fernández, le instó para que escribiese aquellas experiencias, con el ánimo de que no se perdieran. Se trata de una memoria breve en nueve entregas aderezada ideológicamente, pero que contiene impresiones sobre el modo de vida del ‘maquis berciano’ y de sus relaciones y penurias con las gentes del Valle desde los momentos de la inmediata posguerra hasta casi entrados los años sesenta.
![[Img #19927]](upload/img/periodico/img_19927.jpg)
Mis memorias en mis tres parroquias sobre todo en la última, Valle de Finolledo
En el día 10 de junio de 1911 me ordenó de sacerdote el Señor obispo Don Julián de Diego Alcolea; a últimos de julio del mismo año me nombró diácono de Villar del Acevo, del arciprestazgo de Villafranca del Bierzo, un pueblecito de trescientos habitantes y su anejo Veguellina de Paradaseca, este de unos sesenta habitantes; dos pueblos pobres, pero gente buena, cariñosa y obediente. En todas las parroquias había sacerdotes y teníamos mucho compañerismo y aunque las vías de comunicación eran malas, nos juntábamos sobre todo en las fiestas. Allí estuve hasta abril de 1917. No tengo ninguna cosa digna de mención en dicho pueblo. El día 24 de abril de 1917 tomé posesión como párroco de Paradaseca del Bierzo. Me dio la posesión el arcipreste Don Juan Courel. Este pueblo está a 12 kilómetros de Villafranca, de 120 vecinos, unos 600 habitantes. El pueblo también era pobre. Había unas cuantas familias algo ricas, el secretario del ayuntamiento, el del juzgado, el juez y algunos labradores. Abusaban algo de los demás con préstamos usurarios, hipotecas etc. Sobre todo el ganado vacuno era de ellos.
Eran poco religiosos sobre todo los que mandaban. Entre ellos había partidos y bandos. Cuando había elecciones había bastantes rencillas y disgustos. En el año 1918 tuve que hacer la casa rectoral, la vieja se había quemado el año antes de ir yo para allí. El pueblo me ayudó en los arrastres de piedra, arena y madera, solo quedaron dos de los que tenían ganado que no fuesen los que podíamos llamar ricos, secretarios, juez y algunos bien, no contribuyeron con nada. En el año veintiuno hubo visita pastoral y el señor Obispo quedó contento de la casa, pero no del pueblo, pues como era día de trabajo no asistieron una gran parte. En el año veintidós volvimos a tener concurso a parroquias y en el año veintitrés me trasladé para Valle de Finolledo.
Estos pueblos Villar y Paradaseca en los que estuve doce años no tengo nada de particular, que Dios me perdone las deficiencias habidas.
![[Img #19937]](upload/img/periodico/img_19937.jpg)
En Valle Finolledo
El día 14 de Noviembre de 1923 tomé posesión por poder de esta parroquia y a primeros de diciembre fui para ella. El 18 del mismo, la fiesta de la Patrona, la Virgen de la O, celebré con los compañeros la posesión de la misma.
El pueblo de unos 130 vecinos, unos setecientos habitantes más trabajadores y más ricos que los que dejé, en general eran religiosos, había unos cuantos disidentes, pero en general cumplían bien.
Al año siguiente marchó el sacerdote de la coadjutoría de Moreda y San Martín y tuve que encargarme de ella. En Moreda eran poco religiosos, en San Martín había alguno que no cumplía, en general eran buenos. En política había de los dos partidos firmantes, pero sin enemistades unos con otros. Al poco tiempo el General Primo de Rivera, un gran patriota y gran militar, declaró la Dictadura Militar. Era necesario en España un gobierno enérgico, porque la monarquía se tambaleaba.
En el año los gobiernos firmantes habían tenido que formar un gobierno de coalición porque se iba de mal en peor.
Primo de Rivera empezó por quitar el caciquismo, nombró nuevos gobernadores y nuevos alcaldes haciendo una investigación en todos los ayuntamientos y procesando a secretarios y alcaldes que habían estafado. Los antiguos gobernantes lo mismo liberales que conservadores le hicieron toda la guerra que pudieron, pero para ellos se acabó todo. Duró esta dictadura unos cuatro años. No soy yo quien para hacer la crítica de estos años, pero en ellos tuvimos orden y paz y fue cuando España empezó a ser grande. Al cesar la dictadura, no sé por qué causa, el Rey nombró al general Dámaso Berenguer, que fue como un puente entre la Monarquía y la República. Primo de Rivera fue para París y allí murió.
![[Img #19929]](upload/img/periodico/img_19929.jpg)
En el año 1931, en los primeros meses hubo elecciones municipales y en ellas ya se presentaron los concejales unos como monárquicos y otros como republicanos, triunfaron los monárquicos en la mayor parte de las provincias, pero como los republicanos triunfaron en las capitales, el Rey, dicen que aconsejado por Marañón y Romanones, abdicó. La Cierva y el general Cavalcanti le quisieron persuadir, que sacaban las tropas a la calle, pero les dijo que por él no quería que hubiese derramamiento de sangre. Fue declarada la República el 14 de abril de 1931. El Rey se desterró para Italia, de donde no volvió más y los gobernantes antiguos tampoco volvieron a mandar.
Nombraron presidente de la República a Don Niceto Alcalá Zamora y ministro de la gobernación a Don Miguel Maura. Estos señores, antes monárquicos parece que los nombraron para que la gente creyese que era una República de paz y orden.
En esta zona de Fabero, al día siguiente, día 15 era feria en el Espino y los mineros, en número de unos tres mil, bajaron hasta Vega de Espinareda en manifestación Pacífica, tuvieron un mitin en la plaza y hablaron el maestro de San Pedro de Olleros y el de Vega de Espinareda; hablaron sobre la justicia que haría la república, etc…
En el mes de mayo la República empezó a dar sus frutos; la quema de conventos, iglesias y persecución de la Iglesia y de la gente de orden. A los sacerdotes nos quitaron la paga, a los que éramos sacerdotes de antes del año treinta nos dejaron dos pesetillas diarias y a los demás nada. Lo que nos esperaba ya lo podíamos ver; en esta zona los insultos etc, etc…
Los alcaldes que nombraron eran de lo más sectario…La secularización de los cementerios, matrimonios, supresión de la religión en las escuelas, del crucifijo. Ya se veía que era una república masónica y que daban órdenes sectarias. En esta zona debido a los mineros, que se creían que podían insultar impunemente, se creó para nosotros y para las personas de orden un clima de persecución. No fuimos nosotros solos los perjudicados, los mineros que eran de otras regiones tuvieron que marcharse porque todos los meses tenían huelgas y no trabajaban más que una docena de días cada mes y no ganaban para comer. Las empresas se veían mal, porque debido a las huelgas y aún los días que trabajaban la mayor parte de los obreros no rendían porque hacían lo menos que podían, la directiva que tenía los sindicatos era de lo peor y todos eran forasteros y no les importaba que los obreros se muriesen de hambre y las empresas se arruinasen.
![[Img #19938]](upload/img/periodico/img_19938.jpg)
Algunos sacerdotes de esos pueblos también se marcharon, unos porque los perseguían y otros de pueblos pequeños que no podían vivir. Marcharon el de Fabero, el de San Pedro de Olleros, el de Burbia, el de Paradaseca del Bierzo, el de Pobladura de Somoza; en otras regiones pasó lo mismo…
En diciembre del año 1933, los mineros de Fabero que pertenecían a la CNT y formaron una huelga revolucionaria, empezaron por Lillo y Fabero, destrozando los archivos civiles, y bajaron sembrando el terror a Vega de Espinareda, en donde quemaron la casa cuartel, que era de un particular, hirieron a la guardia civil y también quemaron el archivo civil, bajaron hasta Cacabelos, quemando también el archivo de Arganza. En Cacabelos tuvieron un combate con la guardia civil ayudada por otras fuerzas de orden. Las armas que llevaban los mineros eran los cartuchos de dinamita de las minas y algunas armas cortas. Fueron derrotados y tuvieron que volver a la desbandada. A la mañana siguiente vinieron dos aeroplanos y las fuerzas de León, pero no le hicieron frente y los persiguieron en la retirada. Ellos huyeron hacia Burbia, Ancares y Fornela. Aquella noche cayó una nevada y las fuerzas se volvieron para León, encarcelaron a algunos de los cabecillas, y otros de los revoltosos se fueron y aquello quedó algo más tranquilo. (Continuará)
A finales de los años sesenta Esteban Carro Celada, familiar de Juan Jacinto Fernández, le instó para que escribiese aquellas experiencias, con el ánimo de que no se perdieran. Se trata de una memoria breve en nueve entregas aderezada ideológicamente, pero que contiene impresiones sobre el modo de vida del ‘maquis berciano’ y de sus relaciones y penurias con las gentes del Valle desde los momentos de la inmediata posguerra hasta casi entrados los años sesenta.
Mis memorias en mis tres parroquias sobre todo en la última, Valle de Finolledo
En el día 10 de junio de 1911 me ordenó de sacerdote el Señor obispo Don Julián de Diego Alcolea; a últimos de julio del mismo año me nombró diácono de Villar del Acevo, del arciprestazgo de Villafranca del Bierzo, un pueblecito de trescientos habitantes y su anejo Veguellina de Paradaseca, este de unos sesenta habitantes; dos pueblos pobres, pero gente buena, cariñosa y obediente. En todas las parroquias había sacerdotes y teníamos mucho compañerismo y aunque las vías de comunicación eran malas, nos juntábamos sobre todo en las fiestas. Allí estuve hasta abril de 1917. No tengo ninguna cosa digna de mención en dicho pueblo. El día 24 de abril de 1917 tomé posesión como párroco de Paradaseca del Bierzo. Me dio la posesión el arcipreste Don Juan Courel. Este pueblo está a 12 kilómetros de Villafranca, de 120 vecinos, unos 600 habitantes. El pueblo también era pobre. Había unas cuantas familias algo ricas, el secretario del ayuntamiento, el del juzgado, el juez y algunos labradores. Abusaban algo de los demás con préstamos usurarios, hipotecas etc. Sobre todo el ganado vacuno era de ellos.
Eran poco religiosos sobre todo los que mandaban. Entre ellos había partidos y bandos. Cuando había elecciones había bastantes rencillas y disgustos. En el año 1918 tuve que hacer la casa rectoral, la vieja se había quemado el año antes de ir yo para allí. El pueblo me ayudó en los arrastres de piedra, arena y madera, solo quedaron dos de los que tenían ganado que no fuesen los que podíamos llamar ricos, secretarios, juez y algunos bien, no contribuyeron con nada. En el año veintiuno hubo visita pastoral y el señor Obispo quedó contento de la casa, pero no del pueblo, pues como era día de trabajo no asistieron una gran parte. En el año veintidós volvimos a tener concurso a parroquias y en el año veintitrés me trasladé para Valle de Finolledo.
Estos pueblos Villar y Paradaseca en los que estuve doce años no tengo nada de particular, que Dios me perdone las deficiencias habidas.
En Valle Finolledo
El día 14 de Noviembre de 1923 tomé posesión por poder de esta parroquia y a primeros de diciembre fui para ella. El 18 del mismo, la fiesta de la Patrona, la Virgen de la O, celebré con los compañeros la posesión de la misma.
El pueblo de unos 130 vecinos, unos setecientos habitantes más trabajadores y más ricos que los que dejé, en general eran religiosos, había unos cuantos disidentes, pero en general cumplían bien.
Al año siguiente marchó el sacerdote de la coadjutoría de Moreda y San Martín y tuve que encargarme de ella. En Moreda eran poco religiosos, en San Martín había alguno que no cumplía, en general eran buenos. En política había de los dos partidos firmantes, pero sin enemistades unos con otros. Al poco tiempo el General Primo de Rivera, un gran patriota y gran militar, declaró la Dictadura Militar. Era necesario en España un gobierno enérgico, porque la monarquía se tambaleaba.
En el año los gobiernos firmantes habían tenido que formar un gobierno de coalición porque se iba de mal en peor.
Primo de Rivera empezó por quitar el caciquismo, nombró nuevos gobernadores y nuevos alcaldes haciendo una investigación en todos los ayuntamientos y procesando a secretarios y alcaldes que habían estafado. Los antiguos gobernantes lo mismo liberales que conservadores le hicieron toda la guerra que pudieron, pero para ellos se acabó todo. Duró esta dictadura unos cuatro años. No soy yo quien para hacer la crítica de estos años, pero en ellos tuvimos orden y paz y fue cuando España empezó a ser grande. Al cesar la dictadura, no sé por qué causa, el Rey nombró al general Dámaso Berenguer, que fue como un puente entre la Monarquía y la República. Primo de Rivera fue para París y allí murió.
En el año 1931, en los primeros meses hubo elecciones municipales y en ellas ya se presentaron los concejales unos como monárquicos y otros como republicanos, triunfaron los monárquicos en la mayor parte de las provincias, pero como los republicanos triunfaron en las capitales, el Rey, dicen que aconsejado por Marañón y Romanones, abdicó. La Cierva y el general Cavalcanti le quisieron persuadir, que sacaban las tropas a la calle, pero les dijo que por él no quería que hubiese derramamiento de sangre. Fue declarada la República el 14 de abril de 1931. El Rey se desterró para Italia, de donde no volvió más y los gobernantes antiguos tampoco volvieron a mandar.
Nombraron presidente de la República a Don Niceto Alcalá Zamora y ministro de la gobernación a Don Miguel Maura. Estos señores, antes monárquicos parece que los nombraron para que la gente creyese que era una República de paz y orden.
En esta zona de Fabero, al día siguiente, día 15 era feria en el Espino y los mineros, en número de unos tres mil, bajaron hasta Vega de Espinareda en manifestación Pacífica, tuvieron un mitin en la plaza y hablaron el maestro de San Pedro de Olleros y el de Vega de Espinareda; hablaron sobre la justicia que haría la república, etc…
En el mes de mayo la República empezó a dar sus frutos; la quema de conventos, iglesias y persecución de la Iglesia y de la gente de orden. A los sacerdotes nos quitaron la paga, a los que éramos sacerdotes de antes del año treinta nos dejaron dos pesetillas diarias y a los demás nada. Lo que nos esperaba ya lo podíamos ver; en esta zona los insultos etc, etc…
Los alcaldes que nombraron eran de lo más sectario…La secularización de los cementerios, matrimonios, supresión de la religión en las escuelas, del crucifijo. Ya se veía que era una república masónica y que daban órdenes sectarias. En esta zona debido a los mineros, que se creían que podían insultar impunemente, se creó para nosotros y para las personas de orden un clima de persecución. No fuimos nosotros solos los perjudicados, los mineros que eran de otras regiones tuvieron que marcharse porque todos los meses tenían huelgas y no trabajaban más que una docena de días cada mes y no ganaban para comer. Las empresas se veían mal, porque debido a las huelgas y aún los días que trabajaban la mayor parte de los obreros no rendían porque hacían lo menos que podían, la directiva que tenía los sindicatos era de lo peor y todos eran forasteros y no les importaba que los obreros se muriesen de hambre y las empresas se arruinasen.
Algunos sacerdotes de esos pueblos también se marcharon, unos porque los perseguían y otros de pueblos pequeños que no podían vivir. Marcharon el de Fabero, el de San Pedro de Olleros, el de Burbia, el de Paradaseca del Bierzo, el de Pobladura de Somoza; en otras regiones pasó lo mismo…
En diciembre del año 1933, los mineros de Fabero que pertenecían a la CNT y formaron una huelga revolucionaria, empezaron por Lillo y Fabero, destrozando los archivos civiles, y bajaron sembrando el terror a Vega de Espinareda, en donde quemaron la casa cuartel, que era de un particular, hirieron a la guardia civil y también quemaron el archivo civil, bajaron hasta Cacabelos, quemando también el archivo de Arganza. En Cacabelos tuvieron un combate con la guardia civil ayudada por otras fuerzas de orden. Las armas que llevaban los mineros eran los cartuchos de dinamita de las minas y algunas armas cortas. Fueron derrotados y tuvieron que volver a la desbandada. A la mañana siguiente vinieron dos aeroplanos y las fuerzas de León, pero no le hicieron frente y los persiguieron en la retirada. Ellos huyeron hacia Burbia, Ancares y Fornela. Aquella noche cayó una nevada y las fuerzas se volvieron para León, encarcelaron a algunos de los cabecillas, y otros de los revoltosos se fueron y aquello quedó algo más tranquilo. (Continuará)