La Novia
'La novia' es una película española dirigida por Paula Ortiz. En su reparto figuran los actores Alex García, Inma Cuesta, Asier Etxeandía, Leticia Dolera, Carlos Álvarez Novoa o Ana Fernández. Se estrenó en España el 11 de diciembre de 2015. El guión es una adaptación libre de la obra 'Bodas de Sangre' de Federico García Lorca. Ha sido nominada para 12 Premios Goya, incluyendo mejor película, mejor director, mejor actor protagonista y mejor actriz protagonista.
Tomando como base la obra de Lorca, la película centra su eje principal en las figuras de 'el novio' (Asier Etxeandía) y 'la novia' Inma Cuesta. Leonardo (Alex García) es un amigo de la novia que completa el triángulo amoroso que sustenta la trama.
![[Img #19932]](upload/img/periodico/img_19932.jpg)
La adaptación a la gran pantalla de la novela de García Lorca ‘Bodas de sangre’ por Paula Ortiz, fascina inicialmente por su puesta en escena: efectista y a la vez original, brillante y a la vez respetuosa y más literal de lo esperado respecto a la obra teatral del poeta granadino, fastuosa y vibrante, con una esmerada recreación de la paleta cromática más adecuada a cada estado anímico de los personajes, a la metáfora más precisa de sus emociones y sentimientos.
La interpretación de Inma Cuesta destaca por su veracidad y naturalismo; el exacerbado tono del personaje protagonista está calibrado con tal precisión que no resulta ostentoso ni estridente. La construcción y encarnación del personaje, por lo tanto, se distancia del histrionismo para adentrarnos en la complejidad del sentimiento amoroso que ya trazara el propio Lorca y que se hacía extensible a otras obras como ‘Yerma’ o ‘La casa de Bernarda Alba’.
No en vano, la secuencia inicial apela a la primera obra mencionada, donde aparece en un ‘flash-back’ la novia en medio de un páramo, de un paisaje yermo y baldío, entregándose a una extraña justicia terrenal, mostrando una apariencia cauterizada, abrasada bajo el tórrido sol andaluz… Parte de los exteriores han sido rodados en la Capadocia turca, bajo el acuerdo de coproducción necesario para su realización, lo que le aporta un ambiente extraordinario de lírico desamparo, de esteticista desolación.
![[Img #19931]](upload/img/periodico/img_19931.jpg)
En las primeras secuencias aparece un claro homenaje a la ‘linterna mágica’, uno de los primeros artilugios para fascinar o precursores del cinematógrafo, ante cuyo movimiento y dinamismo los personajes parecen hipnotizados como paso previo a una entrega amorosa irreprimible e irremediable, cuando dos almas gemelas encuentran sus miradas en la noche y apenas pueden distanciarse más allá de lo que dictan los convencionalismos de clase.
El virtuoso empleo del ‘ralentí’ o la cámara lenta para definir y retratar el aspecto intemporal y el continuo estado de ingravidez provocado por el éxtasis del sentimiento amoroso profundo, la plasmación del frenesí y la levitación psíquica caracterizadora de esta sublimación sobre el resto de las pulsiones humanas, afianzan una estética propia que resulta coherente y esclarecedora con el drama relatado, mediante todo un corpus e iconografía de imágenes hiperbólicas capaces de ascender y hacer trascender a los protagonistas cruzados por tan intensa y sublime pasión, expuestos ante el resto de avatares humanos; el contraste de tan opuestas existencias se solventa al compaginar el encuentro de los amantes con el trasiego de las actividades humanas, ritos, protocolos, labores y escasos momentos de esparcimiento para las clases más desfavorecidas, quienes paradójicamente elevan a la categoría de drama moral lo que la pareja central vive con evidente naturalidad: la atracción irrefrenable, la química todopoderosa de sus cuerpos fundidos con sus propias almas gemelas, el continuo redescubrimento y exploración espiritual que les procura el encuentro capaz de fundir la carne y el espíritu…
Una de las secuencias más impactantes y sobrecogedoras, definitivas y continuadoras de los movimientos circulares y cíclicos nacidos del propio entorno y medio natural para componer una secreta devoción por el mundo de lo trascendente, es aquella donde la novia aparece inmersa entre el fragor y los ritmos febriles de los bailes autóctonos, como ‘La Tarara’, cuyo estribillo se estiliza y espiritualiza en otra secuencia encadenada a través de un hermoso cántico reproducido en un solo de contralto, y que en la descrita provoca la pérdida de la consciencia previa a toda desconexión con el mundanal ruido…
![[Img #19933]](upload/img/periodico/img_19933.jpg)
Los encuentros finales de los enamorados previos a la tragedia, rodados con efectos de cuidada ‘noche americana’ con juegos de luces y sombras, resaltados contraluces y tenebrismos rubricados mediante película contrastada, que ofrece trazos en los perfiles de los personajes de una asombrosa fisicidad y carnalidad, aunque al mismo tiempo nos hace descubrir esa fuerza sobrenatural que los mantiene unidos a pesar del entorno, las componendas familiares, los intereses creados o de clase e incluso frente a la presencia de los vínculos sociales preestablecidos o institucionalizados.
Tomando como base la obra de Lorca, la película centra su eje principal en las figuras de 'el novio' (Asier Etxeandía) y 'la novia' Inma Cuesta. Leonardo (Alex García) es un amigo de la novia que completa el triángulo amoroso que sustenta la trama.
La adaptación a la gran pantalla de la novela de García Lorca ‘Bodas de sangre’ por Paula Ortiz, fascina inicialmente por su puesta en escena: efectista y a la vez original, brillante y a la vez respetuosa y más literal de lo esperado respecto a la obra teatral del poeta granadino, fastuosa y vibrante, con una esmerada recreación de la paleta cromática más adecuada a cada estado anímico de los personajes, a la metáfora más precisa de sus emociones y sentimientos.
La interpretación de Inma Cuesta destaca por su veracidad y naturalismo; el exacerbado tono del personaje protagonista está calibrado con tal precisión que no resulta ostentoso ni estridente. La construcción y encarnación del personaje, por lo tanto, se distancia del histrionismo para adentrarnos en la complejidad del sentimiento amoroso que ya trazara el propio Lorca y que se hacía extensible a otras obras como ‘Yerma’ o ‘La casa de Bernarda Alba’.
No en vano, la secuencia inicial apela a la primera obra mencionada, donde aparece en un ‘flash-back’ la novia en medio de un páramo, de un paisaje yermo y baldío, entregándose a una extraña justicia terrenal, mostrando una apariencia cauterizada, abrasada bajo el tórrido sol andaluz… Parte de los exteriores han sido rodados en la Capadocia turca, bajo el acuerdo de coproducción necesario para su realización, lo que le aporta un ambiente extraordinario de lírico desamparo, de esteticista desolación.
En las primeras secuencias aparece un claro homenaje a la ‘linterna mágica’, uno de los primeros artilugios para fascinar o precursores del cinematógrafo, ante cuyo movimiento y dinamismo los personajes parecen hipnotizados como paso previo a una entrega amorosa irreprimible e irremediable, cuando dos almas gemelas encuentran sus miradas en la noche y apenas pueden distanciarse más allá de lo que dictan los convencionalismos de clase.
El virtuoso empleo del ‘ralentí’ o la cámara lenta para definir y retratar el aspecto intemporal y el continuo estado de ingravidez provocado por el éxtasis del sentimiento amoroso profundo, la plasmación del frenesí y la levitación psíquica caracterizadora de esta sublimación sobre el resto de las pulsiones humanas, afianzan una estética propia que resulta coherente y esclarecedora con el drama relatado, mediante todo un corpus e iconografía de imágenes hiperbólicas capaces de ascender y hacer trascender a los protagonistas cruzados por tan intensa y sublime pasión, expuestos ante el resto de avatares humanos; el contraste de tan opuestas existencias se solventa al compaginar el encuentro de los amantes con el trasiego de las actividades humanas, ritos, protocolos, labores y escasos momentos de esparcimiento para las clases más desfavorecidas, quienes paradójicamente elevan a la categoría de drama moral lo que la pareja central vive con evidente naturalidad: la atracción irrefrenable, la química todopoderosa de sus cuerpos fundidos con sus propias almas gemelas, el continuo redescubrimento y exploración espiritual que les procura el encuentro capaz de fundir la carne y el espíritu…
Una de las secuencias más impactantes y sobrecogedoras, definitivas y continuadoras de los movimientos circulares y cíclicos nacidos del propio entorno y medio natural para componer una secreta devoción por el mundo de lo trascendente, es aquella donde la novia aparece inmersa entre el fragor y los ritmos febriles de los bailes autóctonos, como ‘La Tarara’, cuyo estribillo se estiliza y espiritualiza en otra secuencia encadenada a través de un hermoso cántico reproducido en un solo de contralto, y que en la descrita provoca la pérdida de la consciencia previa a toda desconexión con el mundanal ruido…
Los encuentros finales de los enamorados previos a la tragedia, rodados con efectos de cuidada ‘noche americana’ con juegos de luces y sombras, resaltados contraluces y tenebrismos rubricados mediante película contrastada, que ofrece trazos en los perfiles de los personajes de una asombrosa fisicidad y carnalidad, aunque al mismo tiempo nos hace descubrir esa fuerza sobrenatural que los mantiene unidos a pesar del entorno, las componendas familiares, los intereses creados o de clase e incluso frente a la presencia de los vínculos sociales preestablecidos o institucionalizados.