Lidia Latiseva LLK
Domingo, 10 de Enero de 2016

Confundida encuentro

Vivo sola y muy apartada del ancho mundo. Por no tener no tengo ni televisor ni leo Hola; pero a pesar de esto a mí también me llegan las noticias nacionales e internacionales.


En diciembre, lo sé, lo sé, que es imperdonablemente tarde, me enteré que nuestra muñeca hinchable nacional made in China, por nombre Isabel, otra vez ha conseguido un hombre nuevo, un amor nuevo y también muy mediático, como todos sus amores ya pasados. ¿Significa esto que ahora hay que esperar la llegada de un niño nuevo, como es su costumbre, un niño nuevo con el pan incrustado de diamantes como la calavera de Damien Hirst? ¿O esta vez tendrá que adoptar uno de Perú u otro de China, o a lo mejor los dos; uno para mamá y otro para papá Estoy pendiente de la noticia de cuando la muñeca empiece a hincharse. De momento sigue siendo una mujer frágil, un saco de piel estiradísima, lleno de huesitos de una ave exótica. Me temo que es demasiado frágil para recibir y aguantar los embistes del amor pasional de un anciano, que puede pensar que estar al lado de una mujer algo más joven le va a rejuvenecer. Y ya poniéndonos a cambiar en la vejez una mujer por otra, ya el caballero podría escoger una niña más joven, alguna de las hijas de la agraciada. Será que la razón la tiene Carlos Cano, discípulo como se muestra de Pascal, cuando asegura que “El corazón tiene sus razones, que nadie sabe explicar”. Razón tenía aquella mujer ya mayor, que nos aconsejaba a la mujeres jóvenes: “Cuando tengáis un hombre, tened hijos con él; porque junto con sus hijos, vosotras también comeréis”. Yo no he seguido este sabio consejo, dando razones al corazón; pero mis íntimas amigas que han tenido hijas, comparten conmigo su suerte y hasta el pan que sus hijos han traído.


Dios se lo pague y yo lo agradezco.


También sin salir de casa me he dado cuenta de que por Astorga pasaron las fiestas de la Navidad y los Reyes Magos. En mi país de procedencia yo no había vivido esta tradición, pero ya en España he comido muy bien por estas fechas en las mesas de mis amigos. Este año, por no poder ser, he recibido aguinaldos y en mi mesa solitaria, mesa de single (ya veis como estoy de actualizada) aparecieron las delicias navideñas, muchas gracias queridos amigos.


Ahora las conversaciones postnavideñas son de hinchazones, de engordes, de dietas, de abusos de toda índole hasta la saciedad, como en Alemania en celebraciones de Noche Vieja. ¡Un horror!


En mi casa solo engordó el móvil y no cabe en su funda de siempre. ¡Será posible que tendré que comprarle una nueva funda! Yo que desde hace años no compro nada que pudiera sobrevivirme. Menudo compromiso. ¿No sería mejor tirar el móvil?


 Aún más confusiones y el año acaba de empezar. Ahora también con los Reyes Magos. Supe de su existencia cuando llego a Astorga, y que solían traer regalos o carbón, depende. Y esta misteriosa relación entre los Reyes plebeyos y el carbón me trae todavía confundida. ¿Qué desmadres tengo que hacer para que los Magos me traigan el carbón o gasoil para la calefacción. O si los del año pasado habrán sido suficientes para cumplir con el carbón.


Seguía confundida hasta que un hombre con nombre de pila Baltasar llegó con el camión de gasoil. Lo recibí con gran júbilo; pero el mismo Baltasar me explicó que aunque el gasoil tiene un precio más bajo que el del año pasado, todavía no se da gratis, y me dijo también con tono amistoso y un toque de picardía si pensaba corregir mi comportamiento para recibir los regalos de los Reyes en el futuro. Este planteamiento me confunde aún más.


Yo pienso que los Reyes tienen que sobornarme antes con los regalos para que yo me comporte como debo. Así de corrompida atenderé mejor los mandamientos y esquivaré los pecados. Y aunque los confunda todavía unos con los otros, haré lo que pueda. Por ejemplo: si los Reyes ya me entregan el jamón o los chorizos, no mataré el cerdo en San Martín; si me traen algunos juguetes de ‘sex shop’, no desearé al marido de mi amiga; si me regalasen un abrigo de visón, no se lo envidiaré a mi vecina; si me dan un perfume, untaré todo mi cuerpo y prescindiré de más lujurias, y si me traen todo lo que necesito no robaré. Y por favor, ‘porfa’, que no olviden el carbón-gasoil y si lo trae otra vez Baltasar, todavía mejor porque es un hombre-rey.


Lo importante es que no te dejes atrapar con las promesas. Primero los regalos y luego ya veremos si les vamos o no a corresponder.

 

MOU
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