Calidoscopios
¿Qué nos depara la contemplación de la realidad? ¿Cómo se encuentra el mundo? ¿Cómo la sociedad en que vivimos? Si miramos por ese imaginario calidoscopio, observamos que no hay imágenes fijas, fotos fijas; los vidrios que configuran las imágenes, que trazan las simetrías, se mueven y voltean con tal rapidez, que lo que ayer nos parecía comprensible, hoy ya no lo es.
¿Cómo se configurarán las mayorías que habrán de gobernarnos en la próxima legislatura, tras unas elecciones que han arrojado un nuevo dibujo? ¿Cumplirán los estados los acuerdos adoptados en la cumbre climática parisina, o todo se quedará en agua de borrajas y seguiremos padeciendo los efectos del calentamiento global? ¿Se estará poniendo alguna solución, por parte de las distintas administraciones, a la llamada pobreza energética que sufren tantas y tantas familias? ¿Ese malhadado ‘libro blanco’ con que se amenaza a la educación –mi compañero de columna Bruno Marcos lo analiza muy bien– se quedará –Dios lo quiera– en los cajones? ¿Se articularán políticas para que desciendan los niveles tan alarmantes de paro y, entre nosotros, de despoblación de nuestra comunidad autónoma?
Interrogantes que aparecen, y algunos otros, cuando nos decidimos a mirar por ese imaginario calidoscopio, y que configuran sucesivos dibujos, a medida que damos vueltas al aparato, a ese artefacto visual que termina por crearnos ese mal de ojo –o ese mal de conciencia–, conocido en etnografía como fascinación.
Y, mientras todos estos dibujos de la realidad desfilan ante nosotros; mientras no pocos sectores de las clases medias, en todo el mundo occidental –según los más lúcidos analistas y sociólogos–, están descendiendo a lo que se comienza a llamar el ‘precariado’ (y ya veremos las consecuencia que todo ello trae); mientras... (cuántas más cosas podrían decirse); la población se encuentra confortablemente entretenida con esa distracción de las redes sociales que se nos ha puesto ahí para engatusarnos, para distraernos, para enajenarnos, para aturdirnos.
Sobre todo ello habla, de modo muy lúcido, en una recientísima entrevista, el sociólogo polaco-inglés y judío Zygmunt Bauman, que indica sin ningún tapujo: “Las redes sociales son una trampa”, están ‘encriptando’ a los ciudadanos en una burbuja virtual y están impidiendo que se articule, de modo real, el sentido de comunidad y de ciudadanía, tan necesario en cualquier sociedad.
Calidoscopios de principios de año. Imágenes, figuras, interrogantes que nos arroja la realidad y de los que, pese a tanta enajenación de móviles y demás artefactos, no podemos desentendernos.
¿Qué nos depara la contemplación de la realidad? ¿Cómo se encuentra el mundo? ¿Cómo la sociedad en que vivimos? Si miramos por ese imaginario calidoscopio, observamos que no hay imágenes fijas, fotos fijas; los vidrios que configuran las imágenes, que trazan las simetrías, se mueven y voltean con tal rapidez, que lo que ayer nos parecía comprensible, hoy ya no lo es.
¿Cómo se configurarán las mayorías que habrán de gobernarnos en la próxima legislatura, tras unas elecciones que han arrojado un nuevo dibujo? ¿Cumplirán los estados los acuerdos adoptados en la cumbre climática parisina, o todo se quedará en agua de borrajas y seguiremos padeciendo los efectos del calentamiento global? ¿Se estará poniendo alguna solución, por parte de las distintas administraciones, a la llamada pobreza energética que sufren tantas y tantas familias? ¿Ese malhadado ‘libro blanco’ con que se amenaza a la educación –mi compañero de columna Bruno Marcos lo analiza muy bien– se quedará –Dios lo quiera– en los cajones? ¿Se articularán políticas para que desciendan los niveles tan alarmantes de paro y, entre nosotros, de despoblación de nuestra comunidad autónoma?
Interrogantes que aparecen, y algunos otros, cuando nos decidimos a mirar por ese imaginario calidoscopio, y que configuran sucesivos dibujos, a medida que damos vueltas al aparato, a ese artefacto visual que termina por crearnos ese mal de ojo –o ese mal de conciencia–, conocido en etnografía como fascinación.
Y, mientras todos estos dibujos de la realidad desfilan ante nosotros; mientras no pocos sectores de las clases medias, en todo el mundo occidental –según los más lúcidos analistas y sociólogos–, están descendiendo a lo que se comienza a llamar el ‘precariado’ (y ya veremos las consecuencia que todo ello trae); mientras... (cuántas más cosas podrían decirse); la población se encuentra confortablemente entretenida con esa distracción de las redes sociales que se nos ha puesto ahí para engatusarnos, para distraernos, para enajenarnos, para aturdirnos.
Sobre todo ello habla, de modo muy lúcido, en una recientísima entrevista, el sociólogo polaco-inglés y judío Zygmunt Bauman, que indica sin ningún tapujo: “Las redes sociales son una trampa”, están ‘encriptando’ a los ciudadanos en una burbuja virtual y están impidiendo que se articule, de modo real, el sentido de comunidad y de ciudadanía, tan necesario en cualquier sociedad.
Calidoscopios de principios de año. Imágenes, figuras, interrogantes que nos arroja la realidad y de los que, pese a tanta enajenación de móviles y demás artefactos, no podemos desentendernos.




