Miércoles, 24 de Abril de 2013

Se necesita asesor- I. La Cómoda

MANUELA BODAS PUENTE / 

Érase un carpintero que no tenía muy claro cómo debía cortar las tablas para fabricar una cómoda que le habían encargado. Era su primer trabajo, así que quería que le saliese perfecto, ya que de ahí, saldría el negocio que le daría de comer en el futuro. Dio varias vueltas alrededor del tronco de donde iba a salir la cómoda, pero nada, no sabía por donde comenzar. Sacó un lápiz y en una cuartilla, dibujó la cómoda, pero tenía dudas sobre si debía poner varios cajones pequeños y uno grande, en fin que el pobre hombre estaba metido en un apuro.

En estas andaba, cuando un vecino llamó a su puerta. 
–Hola. ¿No tendrás un martillo que me puedas dejar? 
Al carpintero se le abrió el cielo. 
- Pasa, pasa, ahora mismo te dejo el martillo. Ya que estás aquí, podrías ayudarme en un pequeño problemilla que me ha surgido.
- Claro que sí hombre, si está en mi mano. Contestó el vecino mirando el tronco que le indicaba el carpintero. 

Mientras iba cortando el tronco en tablones para iniciar la tarea, el vecino le preguntó al carpintero, cuánto iba a cobrar a su cliente por la cómoda. Y le hizo una oferta sustanciosa. Cóbrale un poco más al cliente y a mí me das la mitad, ya que te estoy haciendo mucho trabajo. 

El carpintero pensó que era una idea estupenda. El vecino le asesoraba en esa parte que a él se le daba mal, y así tenía un problema resuelto. 

Cuando el vecino acabó la tarea de cortar las tablas, se fue con el martillo y dejó al carpintero para que siguiera con el proyecto. Éste siguió con la tarea, pero cuando llegó a la parte de lacar el mueble, no tenía muy claro si primero tenía que lijar, luego dar una mano, volver a lijar, o… qué era lo más indicado. 

Está claro, se dijo, que necesito otro asesor para que me indique cómo salir de este embrollo. Así que se encontró con que tenía que volver a subir el precio del mueble, ya que el pintor no asesoraba por la cara.

Por fin la cómoda estuvo terminada. El carpintero llamó al cliente, que se quedó prendado de la cómoda, pero cuando supo el precio, le dijo al carpintero que él nunca pagaría esa cantidad por una cómoda. Así que el bueno del carpintero se quedó con la cómoda en su casa, y además sin sus ahorros, pues tuvo que pagar a sus dos asesores lo convenido.

Moraleja: Si los asesores de los asesores de los asesores, se pagasen con el dinero propio de cada uno, no habría tantas cómodas en los almacenes del Estado desvencijándose, inservibles y desahuciadas por la mala gestión de tantos políticos que necesitan asesor hasta para saber qué chubasquero se ponen para aguantar la que está cayendo

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