Mujeres
El mundo se sostiene sobre las piernas de las mujeres. No es casualidad que la Tierra sea 'La Madre Tierra' y que madre no haya más que una y a ti te encontré en la calle, y que el Padre nuestro esté en los cielos, según nos han dicho, y que tengamos que santificar su nombre y pedir que venga a nosotros su reino, y que se haga su voluntad y que nos dé el pan nuestro de cada día y que no nos deje caer en la tentación y que nos libre del mal y todo eso.
Con las mujeres es diferente. Madre, hermana, amiga, amante. Las mujeres no están en el cielo; son el cielo. Lo han construido. Su reino es el que de verdad nos gustaría habitar; y si se hiciese su voluntad, la voluntad de las mujeres, mucho mejor nos iría a todos. Las mujeres no solamente son el pan nuestro de cada día; son el pan y los días; y nos libran del mal y perdonan nuestras deudas y nuestros pecados como nosotros jamás perdonaremos a nuestros deudores. Las mujeres nos dejan caer en la tentación para librarnos del mal. Todas las mujeres han sido soñadas.
Amén por las mujeres llenas de gracia. Benditas mujeres que construyen, que acarician, que besan, que arropan. Bellas y celestiales princesas dormidas en los asientos del Metro y del bus, cansadas de trabajar, de repasar la ciudad y el alma de sus habitantes. Mujeres heridas, agotadas, hermosas en su abatimiento; mujeres que son la energía que hace girar el mundo.
Las mujeres te comprenden. Saben lo que eres y lo que serás. Mujeres blandas de manos ásperas; mujeres corazón, deseo y locura. Mujeres de piel suave acariciando los niños que fuimos y haciendo un mundo más limpio. Mujeres morenas, blancas, de color verde aceituna y de color poema; mujeres blandas como nubes blandas y eternas como tardes de verano. Mujeres del Norte y del Sur; mujeres en distintos idiomas que en el fondo son el mismo porque las mujeres solo hablan mujer.
Mujeres que inventaron el amor y la pasión y que te lo dieron a manos llenas. Mágicas mujeres distantes y solitarias en cuyos brazos crecimos. Mujeres que aún no lo eran cuando nos besaron por vez primera en la escuela, en los asientos traseros de coches aparcados frente al Instituto, en andenes de estaciones que ya no existen. Mujeres que aún no lo eran, pero que después lo fueron, y mucho, y que nos besaron otra vez, como si fuera la primera, en los mismos lugares, o que besaron a otros que también éramos nosotros o que pudimos llegar a serlo, o que quizás lo estemos siendo ahora.
El mundo entero es mujer. La luz de las estrellas les pertenece. Y les pertenece también el sol, el viento, los folios en blanco, la risa, los bares vacíos, las bolsas de plástico colgadas en la puerta. Las riberas de los ríos les pertenecen, y los juncos, y el olor de la tarde y del café. Nuestra vida les pertenece. Estamos hechos de mujeres.
El mundo tiene forma de mujer. Son cielo, agua, reino, pan, perdón y tentación. Las mujeres te salvan. Creo en ellas y escribo su nombre. Un nombre que todo lo es y que todo lo contiene: Mujer.
Si sufres malos tratos llama al 016. La llamada no deja huella. Las humillaciones y los golpes, sí.
© Claro García
El mundo se sostiene sobre las piernas de las mujeres. No es casualidad que la Tierra sea 'La Madre Tierra' y que madre no haya más que una y a ti te encontré en la calle, y que el Padre nuestro esté en los cielos, según nos han dicho, y que tengamos que santificar su nombre y pedir que venga a nosotros su reino, y que se haga su voluntad y que nos dé el pan nuestro de cada día y que no nos deje caer en la tentación y que nos libre del mal y todo eso.
Con las mujeres es diferente. Madre, hermana, amiga, amante. Las mujeres no están en el cielo; son el cielo. Lo han construido. Su reino es el que de verdad nos gustaría habitar; y si se hiciese su voluntad, la voluntad de las mujeres, mucho mejor nos iría a todos. Las mujeres no solamente son el pan nuestro de cada día; son el pan y los días; y nos libran del mal y perdonan nuestras deudas y nuestros pecados como nosotros jamás perdonaremos a nuestros deudores. Las mujeres nos dejan caer en la tentación para librarnos del mal. Todas las mujeres han sido soñadas.
Amén por las mujeres llenas de gracia. Benditas mujeres que construyen, que acarician, que besan, que arropan. Bellas y celestiales princesas dormidas en los asientos del Metro y del bus, cansadas de trabajar, de repasar la ciudad y el alma de sus habitantes. Mujeres heridas, agotadas, hermosas en su abatimiento; mujeres que son la energía que hace girar el mundo.
Las mujeres te comprenden. Saben lo que eres y lo que serás. Mujeres blandas de manos ásperas; mujeres corazón, deseo y locura. Mujeres de piel suave acariciando los niños que fuimos y haciendo un mundo más limpio. Mujeres morenas, blancas, de color verde aceituna y de color poema; mujeres blandas como nubes blandas y eternas como tardes de verano. Mujeres del Norte y del Sur; mujeres en distintos idiomas que en el fondo son el mismo porque las mujeres solo hablan mujer.
Mujeres que inventaron el amor y la pasión y que te lo dieron a manos llenas. Mágicas mujeres distantes y solitarias en cuyos brazos crecimos. Mujeres que aún no lo eran cuando nos besaron por vez primera en la escuela, en los asientos traseros de coches aparcados frente al Instituto, en andenes de estaciones que ya no existen. Mujeres que aún no lo eran, pero que después lo fueron, y mucho, y que nos besaron otra vez, como si fuera la primera, en los mismos lugares, o que besaron a otros que también éramos nosotros o que pudimos llegar a serlo, o que quizás lo estemos siendo ahora.
El mundo entero es mujer. La luz de las estrellas les pertenece. Y les pertenece también el sol, el viento, los folios en blanco, la risa, los bares vacíos, las bolsas de plástico colgadas en la puerta. Las riberas de los ríos les pertenecen, y los juncos, y el olor de la tarde y del café. Nuestra vida les pertenece. Estamos hechos de mujeres.
El mundo tiene forma de mujer. Son cielo, agua, reino, pan, perdón y tentación. Las mujeres te salvan. Creo en ellas y escribo su nombre. Un nombre que todo lo es y que todo lo contiene: Mujer.
Si sufres malos tratos llama al 016. La llamada no deja huella. Las humillaciones y los golpes, sí.
© Claro García




