Lala Isla
Domingo, 24 de Enero de 2016

La culpa es de la Sección Femenina

El agudo artículo de Lidia Latiszeva ha refrescado mis curiosidades antropológicas ¿Por qué una mujer como Isabel Presyler ha llegado a cobrar tal fama en España? ¿Por qué los productos comerciales asociados con ella se venden como churros calientes? Visto desde Inglaterra su éxito causa perplejidad ya que no estriba en un calibre artístico, intelectual o científico, ni en generosas donaciones a ONGs o a instituciones de arte. Esa señora tampoco es un bellezón carnal tipo Sofía Loren o Penélope Cruz y asombra como puede haber personas que  si la ven llevando un cierto vestido o una cierta joya, sientan una necesidad imperiosa de adquirirlos.


    
Su  éxito mediático, bien orquestado a través de los años y los liftings sucesivos, le dan a veces un cierto parecido a la hermosa Nefertiti del Museo de Berlín, otras, si no se ha hecho el correspondiente fotoshop, su aspecto es extrañamente  parecido a la momia de Ramsés II en el Museo de El Cairo. Pero ya lo dijo Mrs. Simpson, la mujer del rey Eduardo VIII que abdicó por ella, “No se puede ser ni demasiado delgada ni demasiado rica”, consejo que la Preysler ha seguido a rajatabla. Se podría pensar que  su imagen viene a ser lo opuesto del feminismo pero si meditamos un poco sobre éste recordaremos que su fin es conseguir para las mujeres el derecho a elegir y a ser reconocidas profesionalmente. Es obvio que la Preysler ha ejercido los dos enteramente y con suma pericia. Ella se publicita a sí misma como madre y amante de sus consecutivos maridos  exudando un atractivo sexual propio del ya no lejano Oriente. Todo ello parece atraer  con potentes feromonas a la etnia ibérica y si añadimos al paquete sus dotes financieras el impacto es obvio en una nación que vivió durante unos cuarenta años bajo el lavado de cerebro más espectacular. 

 

Es que  la inmensa mayoría de españolas de su generación, no digamos las anteriores, no oyeron jamás de sus madres, como le sucedió a Jerry Hall, la ex esposa de Mick Jagger,  la siguiente frase: “en la cocina sé cocinera,  en la cama puta”. Algo de eso le puede sonar a cualquiera que haya oído la letra del siguiente cantar: “En la ventana soy ama, en el balcón soy señora, en la cocina criada y en el campo labradora…”  aunque, según los entendidos, la protagonista en este caso  no es la mujer sino el agua, quizá por ello no se menciona la cama.


 
La película Geisha -basada en el libro de Arthur Golden 'Memoirs of a Geisha'-  tuvo un gran éxito en España, lo opuesto  sin embargo a otros países de Europa, como el Reino Unido, donde pasó absolutamente desapercibida.

 

¿En qué se basa  la diferencia entre ambos? Pues ni más ni menos en que los británicos no tuvieron la nefasta influencia de la Sección Femenina y nosotros desgraciadamente sí, retrasando en más de medio siglo los adelantos que la Segunda República logró para las mujeres en el poco tiempo que la dejaron actuar. Traigamos a colación alguna de  aquellas máximas que Pilar Primo de Rivera –ayudada por  sus colaterales- tuvo a bien imprimir en la mente de la española: “La vida de toda mujer, a pesar de cuanto ella quiera simular -o disimular- no es más que un eterno deseo de encontrar a quien someterse.”


 
Según los medios de comunicación de la época cuando Isabel  Preysler empezó a tener relaciones con Boyer se pidió una ambulancia en el Ministerio de Economía, a donde esa señora había ido con motivo de visitar a su amante. Después se ha sabido que el desmayo sufrido por la interfecta es su rasgo característico en el momento álgido. En las películas de los años cincuenta, cuando los protagonistas llegaban al supuesto orgasmo, la cámara mostraba olas rompiendo sobre la arena de la playa o alguna manifestación súbita de la naturaleza, tal que un volcán en erupción. En el caso de la Presysler tendríamos que enfocar a una ambulancia.


 
Según la Sección Femenina: “Si tu marido sugiriera la unión, entonces accede humildemente, teniendo siempre en cuenta que su satisfacción es siempre más importante que la de una mujer. Si tu marido te pidiera prácticas sexuales inusuales, sé obediente y no te quejes”. “Cuando alcance el momento culminante, un pequeño gemido por tu parte es suficiente para indicar cualquier goce que hayas podido experimentar. Es probable que tu marido caiga entonces en un sueño profundo, así que acomódate la ropa, refréscate y aplícate crema facial para la noche y tus productos para el cabello. Puedes entonces ajustar el despertador para levantarte un poco antes que él por la mañana. Esto te permitirá tener lista una taza de té para cuando despierte…” Imagínense ustedes lo que puede ser para hombres y mujeres educados bajo las anteriores recomendaciones, acostumbrados a emitir y oír ruiditos de ratón, ser expuestos de pronto al  desmayo consecutivo lubricado ahora por la nueva  My Cream. 

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