'Días impares', primer libro de poemas de Mercedes G. Rojo
Mercedes G. Rojo acaba de publicar su primer libro individual de creación, 'Días impares', en el que recoge una colección de poemas y relatos estructurados en tres partes. La presentación de la obra editada por 'LápizCero Ediciones', será en León, el próximo día 27 de febrero, en el MUSAC, de la mano del gran Alfonso García y de artistas ligados a Astorga, como Luis Miguel Sanz, que acompañará la lectura de textos con su viola de gamba, o Manuela Bodas, que cierra libro con un poema escrito junto a Mercedes G. Rojo.
![[Img #20414]](upload/img/periodico/img_20414.jpg)
Prólogo de Marifé Fernández Bolaños para el libro
En cierto modo, cada vez que una mujer escribe su alma empieza el Tiempo. Entonces, los paisajes específicos, las calles y la intimidad donde aparecieron las palabras se transforman en rumbo. Es como si un pájaro de papel se detuviera en medio de los sueños y cualquier dirección, por arriesgada o solitaria que pudiera parecerle al temeroso, llegase al centro donde deseos y voluntades habitan con la necesidad y sus destellos.
Así he leído Días impares, de Mercedes G. Rojo, mujer que escribe y deja caer al suelo de los versos gotas de luminosidad que han ido encendiendo su biografía poética y cívica. Respetuoso intento de desvelar lo que las palabras escritas contienen y entregan a quien intuye que no es suficiente con la vida fuera de ellas.
Tengo que decir «melancolía». Pero también añado que es una melancolía comprometida con la dignidad, esa que provoca el error reiterado en violencias y humillaciones, en daños. La mujer que escribe lo que en ella se está escribiendo embravece, entonces, las palabras que cargan con la melancolía de un mundo que no acaba de llegar, donde la sencillez del respeto encendería el fulgor apagado en tantas con ciencias. Rebelión melancólica. Textos ígneos en los que puede arder un poema para abrasar maldades que no habrían de tener lugar en ninguna página.
Luego, la intensidad que llega en las lágrimas, esa que es un poco abismo y un poco cofre de secretos. Escribir para estar. Estar es una plenitud que, fuera de la escritura, desborda y destierra, pues su valor aniquila todo aquello que se obstine en permanecer fuera de un verso, de un renglón, de un párrafo.
Auras logra escribir, entonces, Mercedes G. Rojo. Auras que cristalizan en objetos. Cosas que son manzanas pero también son sensaciones. Y actitudes prácticas con nombres oníricos –lo decía al principio–, que han nacido, por vez primera, porque una mujer ha aceptado la solemne tarea de escribir su alma. De manera que hoy, con estos Días impares, ha dado comienzo el Tiempo.
Que cada uno de sus instantes lo sea de Belleza y Dignidad, Mercedes G. Rojo.
![[Img #20414]](upload/img/periodico/img_20414.jpg)
Prólogo de Marifé Fernández Bolaños para el libro
En cierto modo, cada vez que una mujer escribe su alma empieza el Tiempo. Entonces, los paisajes específicos, las calles y la intimidad donde aparecieron las palabras se transforman en rumbo. Es como si un pájaro de papel se detuviera en medio de los sueños y cualquier dirección, por arriesgada o solitaria que pudiera parecerle al temeroso, llegase al centro donde deseos y voluntades habitan con la necesidad y sus destellos.
Así he leído Días impares, de Mercedes G. Rojo, mujer que escribe y deja caer al suelo de los versos gotas de luminosidad que han ido encendiendo su biografía poética y cívica. Respetuoso intento de desvelar lo que las palabras escritas contienen y entregan a quien intuye que no es suficiente con la vida fuera de ellas.
Tengo que decir «melancolía». Pero también añado que es una melancolía comprometida con la dignidad, esa que provoca el error reiterado en violencias y humillaciones, en daños. La mujer que escribe lo que en ella se está escribiendo embravece, entonces, las palabras que cargan con la melancolía de un mundo que no acaba de llegar, donde la sencillez del respeto encendería el fulgor apagado en tantas con ciencias. Rebelión melancólica. Textos ígneos en los que puede arder un poema para abrasar maldades que no habrían de tener lugar en ninguna página.
Luego, la intensidad que llega en las lágrimas, esa que es un poco abismo y un poco cofre de secretos. Escribir para estar. Estar es una plenitud que, fuera de la escritura, desborda y destierra, pues su valor aniquila todo aquello que se obstine en permanecer fuera de un verso, de un renglón, de un párrafo.
Auras logra escribir, entonces, Mercedes G. Rojo. Auras que cristalizan en objetos. Cosas que son manzanas pero también son sensaciones. Y actitudes prácticas con nombres oníricos –lo decía al principio–, que han nacido, por vez primera, porque una mujer ha aceptado la solemne tarea de escribir su alma. De manera que hoy, con estos Días impares, ha dado comienzo el Tiempo.
Que cada uno de sus instantes lo sea de Belleza y Dignidad, Mercedes G. Rojo.






