El Quijote solo lo podía haber escrito Cervantes
'Cultura' es un término que ha llevado adjudicados numerosos significados a lo largo de la historia, eso sí, todos ellos han estado siempre interrelacionados con el concepto inicial que surgía en Europa en los siglos XVIII y XIX, el cual se refería a la cultivación, mejora y refinamiento de lo individual, especialmente a través de la educación.
De este modo, siempre han existido numerosas e importantes personalidades que se han preocupado por transmitir a la sociedad todos sus conocimientos y experiencias mediante fabulosos escritos. Naciendo, a raíz de ello, una de las profesiones más enriquecedoras para el ser humano: la escritura.
Un escritor es una persona que utiliza la amplia gama de estilos y técnicas literarias para comunicar sus ideas.
Los escritores producen diversas formas de arte literario y escritura creativa, y su trabajo contribuye de manera significativa al contenido cultural de la sociedad. Es más, existe una unión entre ‘cultura’ y ‘civilización’ que está usualmente implícita por los autores de estas obras, aún cuando estos no lo expresen así. En un sentido más amplio, el término 'escritor' no solo se refiere a los creadores de textos literarios, pues no se trata solo del fondo del asunto, sino de la indirecta formación de las personas.
Por eso la cultura no es el enemigo, ni tampoco es delinquir. Nuestros escritores no son delincuentes, ni deben de ser penalizados con multas de importantes sumas de dinero. Nadie tiene el derecho de retirarles una pensión por la que cotizaron durante años por el mero hecho de seguir publicando todo aquello que pueden seguir aportando a la sociedad, ni de obligarles a elegir entre cobrar la jubilación o percibir sus derechos de autor, de manera que incluso lleguen a plantearse volver a escribir.
Con todas estas premisas, el debate está servido: ¿son ellos los que realmente defraudan al sistema? Desde el ministerio justifican esta actuación con el plan antifraude que arrancó en 2012 con el propósito de controlar el trabajo no declarado, basando el conflicto en que la legislación española prohíbe cobrar una pensión por jubilación y mantener actividades económicas. En aras a ello, los escritores defienden que una actividad intelectual no debe verse sólo como una actividad económica, pues su vida profesional finaliza como la de cualquier trabajador, pero su inspiración sólo conoce un inevitable e insalvable límite.
Es curioso que, comparando la situación con el resto de Europa, en otros países no existe dicha controversia para compatibilizar la jubilación, pues estamos ante una actividad que genera empleo e impuestos y, una vez más, corremos el riesgo de dejar que las buenas raíces que tenemos emigren a desarrollarse en otras macetas.
Esto demuestra la necesidad de la Hacienda Pública Española de recaudar dinero, que desde el gobierno hayan metido la mano en la caja de las pensiones o incluso que exista un enrevesado deseo por querer ir en contra del mundo cultural. Y que, si realmente se aplicara la ley a los que tienen capital y patrimonio a costa de otros, se resolverían muchos de los problemas.
Porque no tenemos mejores ejemplos en nuestro país que aquellos que parecen ser sagrados o que incluso remando en contra su propio ministerio resultan muy bien premiados. Porque en su lucha contra un ataque a la cultura, nuestros escritores jubilados muestran su desagrado con la legislación impulsada por aquellos que prefieren que su país, más que una escuela de intelectuales parezca lengua de fenicios. Y porque cuando a los escritores no les dejan escribir pero a los políticos si les dejan robar tengo el presentimiento de que los malos tropiezan pero son los buenos los que se caen.
'Cultura' es un término que ha llevado adjudicados numerosos significados a lo largo de la historia, eso sí, todos ellos han estado siempre interrelacionados con el concepto inicial que surgía en Europa en los siglos XVIII y XIX, el cual se refería a la cultivación, mejora y refinamiento de lo individual, especialmente a través de la educación.
De este modo, siempre han existido numerosas e importantes personalidades que se han preocupado por transmitir a la sociedad todos sus conocimientos y experiencias mediante fabulosos escritos. Naciendo, a raíz de ello, una de las profesiones más enriquecedoras para el ser humano: la escritura.
Un escritor es una persona que utiliza la amplia gama de estilos y técnicas literarias para comunicar sus ideas.
Los escritores producen diversas formas de arte literario y escritura creativa, y su trabajo contribuye de manera significativa al contenido cultural de la sociedad. Es más, existe una unión entre ‘cultura’ y ‘civilización’ que está usualmente implícita por los autores de estas obras, aún cuando estos no lo expresen así. En un sentido más amplio, el término 'escritor' no solo se refiere a los creadores de textos literarios, pues no se trata solo del fondo del asunto, sino de la indirecta formación de las personas.
Por eso la cultura no es el enemigo, ni tampoco es delinquir. Nuestros escritores no son delincuentes, ni deben de ser penalizados con multas de importantes sumas de dinero. Nadie tiene el derecho de retirarles una pensión por la que cotizaron durante años por el mero hecho de seguir publicando todo aquello que pueden seguir aportando a la sociedad, ni de obligarles a elegir entre cobrar la jubilación o percibir sus derechos de autor, de manera que incluso lleguen a plantearse volver a escribir.
Con todas estas premisas, el debate está servido: ¿son ellos los que realmente defraudan al sistema? Desde el ministerio justifican esta actuación con el plan antifraude que arrancó en 2012 con el propósito de controlar el trabajo no declarado, basando el conflicto en que la legislación española prohíbe cobrar una pensión por jubilación y mantener actividades económicas. En aras a ello, los escritores defienden que una actividad intelectual no debe verse sólo como una actividad económica, pues su vida profesional finaliza como la de cualquier trabajador, pero su inspiración sólo conoce un inevitable e insalvable límite.
Es curioso que, comparando la situación con el resto de Europa, en otros países no existe dicha controversia para compatibilizar la jubilación, pues estamos ante una actividad que genera empleo e impuestos y, una vez más, corremos el riesgo de dejar que las buenas raíces que tenemos emigren a desarrollarse en otras macetas.
Esto demuestra la necesidad de la Hacienda Pública Española de recaudar dinero, que desde el gobierno hayan metido la mano en la caja de las pensiones o incluso que exista un enrevesado deseo por querer ir en contra del mundo cultural. Y que, si realmente se aplicara la ley a los que tienen capital y patrimonio a costa de otros, se resolverían muchos de los problemas.
Porque no tenemos mejores ejemplos en nuestro país que aquellos que parecen ser sagrados o que incluso remando en contra su propio ministerio resultan muy bien premiados. Porque en su lucha contra un ataque a la cultura, nuestros escritores jubilados muestran su desagrado con la legislación impulsada por aquellos que prefieren que su país, más que una escuela de intelectuales parezca lengua de fenicios. Y porque cuando a los escritores no les dejan escribir pero a los políticos si les dejan robar tengo el presentimiento de que los malos tropiezan pero son los buenos los que se caen.




