Desde mi exilio a las orillas del frío y oscuro Báltico alemán
JAVIER SANTOS ABERTURAS /
Desde mi exilio a las orillas del frío y oscuro Báltico alemán, no puedo sino abrir los ojos como platos cada vez que ojeo las cabeceras de los periódicos españoles. Sin duda alguna, estamos demostrando ser un pueblo de ciudadanos pacíficos (a veces se diría que mansos) y altamente civilizados (por lo visto, la programación de Telecinco era mucho más formativa de lo que en principio podría suponerse), porque si no se explica que aún no haya ardido Troya hasta los cimientos. La comparación con las cabeceras de los periódicos alemanes habla muy a las claras de a qué clase de fuerzas nos enfrentamos en España.
No es que aquí anden faltos de torpezas, escándalos y corruptelas, no nos confundamos. La diferencia estriba en que aquí la opinión pública hace rodar cabezas con una facilidad inusitada. A modo de ejemplo, toquemos el tema de los aeropuertos. Por hablar de algo concreto.
Resulta que, hace ya algún tiempo, Alemania decidió que Berlín debe ser una ciudad orientada esencialmente a proyectar una imagen que poco tenga que ver con la seriedad lacónica e impenetrable del resto del país, una especie de parque de atracciones de muy buen gusto, repleto de bohemia y desenfado, que pueda atraer oleadas de turistas y proyecte al mundo una imagen seductora, probablemente porque uno de los problemas de Alemania en el marco internacional, más allá de su prestigio económico e industrial, es precisamente su absoluta falta de proyección cultural más allá de sus fronteras. Pues bien, el plan les ha salido tan bien que los dos aeropuertos de Berlín se han quedado pequeños y anticuados. Al percatarse las autoridades de esta carencia, han decidido llevar a cabo una gran ampliación (en la práctica, un aeropuerto nuevo) del de Schönefeld (que se llamará aeropuerto Willy Brandt), y centralizar en él todo el tráfico aéreo de la ciudad. Hasta aquí todo normal, al más puro estilo terminal 4 de Madrid-Barajas. Por problemas derivados de la necesidad de reubicaciones de población e imagino que indemnizaciones, la cosa se les lió en los juzgados y luego las obras no han ido tan deprisa como esperaban.
Probablemente, como españolitos, todo esto nos suene la mar de descafeinado, con todo lo que nos ha tocado ver en cuanto a obras públicas mal planificadas, peor ejecutadas y a gastos desmesurados. Pero la cuestión es que en Alemania esta situación constituye un escándalo mayúsculo, avivado no hace mucho por unas declaraciones del alcalde de Berlín en las que (tras varios vaticinios fallidos) se declaró incapaz de dar una fecha concreta para la entrada en funcionamiento del nuevo aeropuerto ¿Cómo explicarle a estas gentes del centro de Europa que en España tenemos aeropuertos de los que jamás ha despegado un avión, y que en un caso concreto (Ciudad Real) una organización mafiosa trató de comprar una terminal para poder introducir directamente cocaína en el país, con el fin de abastecer de material a la (mitificadísima) generación más formada de nuestra historia? ¿Y luego decirles que no, que en España aún no ha ardido Troya?
Aquí trabajo en una universidad. Y por supuesto, como se trata de la Universidad, afloran las inevitables mezquindades del ser humano, los defectos organizativos y una buena cantidad de cuestiones mejorables. Pero miren, aquí no es que no haya endogamia, es que el concepto de endogamia ni lo manejan, debido a una normativa muy sencilla: en Alemania, es casi imposible obtener una plaza de profesor en la misma universidad en la que obtuvo su titulación académica como doctor. Y más aún, ya en plan radical, nadie puede estar contratado más de seis años en la misma universidad si no consigue una plaza. Esta conjunción de factores hace que al cabo de un tiempo, la inmensa mayoría de la gente se vea obligada bien a cambiar de universidad o bien a buscar un trabajo en una empresa privada. En realidad, se trata de la misma política para evitar la endogamia que en emplea la Iglesia para la designación de los obispos de las diócesis. Vamos, que estas normas no las han inventado los alemanes. Pregúntense ustedes por qué, a falta de una ley general, ninguna universidad española maneja este tipo de normativas.
Hace unas semanas, la misma ministra de educación de Alemania, convocó una rueda de prensa en la que, acompañada por Ángela Merkel, dio las explicaciones pertinentes para justificar su dimisión, a causa del escándalo generado por el plagio de una buena parte de su tesis doctoral, un hecho que, siendo ciertamente deleznable, aconteció hace más de dos décadas y por el cual esta señora no se enfrenta a ninguna causa penal. Dimitió por dignidad y por el buen nombre del país, en sus propias palabras. Hace unos meses, otro ministro se vio obligado a dimitir por una causa muy similar, ante la que expresó su vergüenza y su arrepentimiento. Traten de explicarle al siguiente peregrino alemán con el que se encuentren esta temporada de primavera-verano por los caminos de la Maragatería lo que se cuece en nuestros ayuntamientos, diputaciones, comunidades autónomas, partidos políticos, fundaciones, casas nobiliarias y demás instituciones, todo este trasiego de sobres, influencias y toda clase de desvergüenzas. Y si logran que lo entienda, entonces traten de explicarle por qué en España todavía no ha ardido Troya. Si es que pueden.
JAVIER SANTOS ABERTURAS /
Desde mi exilio a las orillas del frío y oscuro Báltico alemán, no puedo sino abrir los ojos como platos cada vez que ojeo las cabeceras de los periódicos españoles. Sin duda alguna, estamos demostrando ser un pueblo de ciudadanos pacíficos (a veces se diría que mansos) y altamente civilizados (por lo visto, la programación de Telecinco era mucho más formativa de lo que en principio podría suponerse), porque si no se explica que aún no haya ardido Troya hasta los cimientos. La comparación con las cabeceras de los periódicos alemanes habla muy a las claras de a qué clase de fuerzas nos enfrentamos en España.
No es que aquí anden faltos de torpezas, escándalos y corruptelas, no nos confundamos. La diferencia estriba en que aquí la opinión pública hace rodar cabezas con una facilidad inusitada. A modo de ejemplo, toquemos el tema de los aeropuertos. Por hablar de algo concreto.
Resulta que, hace ya algún tiempo, Alemania decidió que Berlín debe ser una ciudad orientada esencialmente a proyectar una imagen que poco tenga que ver con la seriedad lacónica e impenetrable del resto del país, una especie de parque de atracciones de muy buen gusto, repleto de bohemia y desenfado, que pueda atraer oleadas de turistas y proyecte al mundo una imagen seductora, probablemente porque uno de los problemas de Alemania en el marco internacional, más allá de su prestigio económico e industrial, es precisamente su absoluta falta de proyección cultural más allá de sus fronteras. Pues bien, el plan les ha salido tan bien que los dos aeropuertos de Berlín se han quedado pequeños y anticuados. Al percatarse las autoridades de esta carencia, han decidido llevar a cabo una gran ampliación (en la práctica, un aeropuerto nuevo) del de Schönefeld (que se llamará aeropuerto Willy Brandt), y centralizar en él todo el tráfico aéreo de la ciudad. Hasta aquí todo normal, al más puro estilo terminal 4 de Madrid-Barajas. Por problemas derivados de la necesidad de reubicaciones de población e imagino que indemnizaciones, la cosa se les lió en los juzgados y luego las obras no han ido tan deprisa como esperaban.
Probablemente, como españolitos, todo esto nos suene la mar de descafeinado, con todo lo que nos ha tocado ver en cuanto a obras públicas mal planificadas, peor ejecutadas y a gastos desmesurados. Pero la cuestión es que en Alemania esta situación constituye un escándalo mayúsculo, avivado no hace mucho por unas declaraciones del alcalde de Berlín en las que (tras varios vaticinios fallidos) se declaró incapaz de dar una fecha concreta para la entrada en funcionamiento del nuevo aeropuerto ¿Cómo explicarle a estas gentes del centro de Europa que en España tenemos aeropuertos de los que jamás ha despegado un avión, y que en un caso concreto (Ciudad Real) una organización mafiosa trató de comprar una terminal para poder introducir directamente cocaína en el país, con el fin de abastecer de material a la (mitificadísima) generación más formada de nuestra historia? ¿Y luego decirles que no, que en España aún no ha ardido Troya?
Aquí trabajo en una universidad. Y por supuesto, como se trata de la Universidad, afloran las inevitables mezquindades del ser humano, los defectos organizativos y una buena cantidad de cuestiones mejorables. Pero miren, aquí no es que no haya endogamia, es que el concepto de endogamia ni lo manejan, debido a una normativa muy sencilla: en Alemania, es casi imposible obtener una plaza de profesor en la misma universidad en la que obtuvo su titulación académica como doctor. Y más aún, ya en plan radical, nadie puede estar contratado más de seis años en la misma universidad si no consigue una plaza. Esta conjunción de factores hace que al cabo de un tiempo, la inmensa mayoría de la gente se vea obligada bien a cambiar de universidad o bien a buscar un trabajo en una empresa privada. En realidad, se trata de la misma política para evitar la endogamia que en emplea la Iglesia para la designación de los obispos de las diócesis. Vamos, que estas normas no las han inventado los alemanes. Pregúntense ustedes por qué, a falta de una ley general, ninguna universidad española maneja este tipo de normativas.
Hace unas semanas, la misma ministra de educación de Alemania, convocó una rueda de prensa en la que, acompañada por Ángela Merkel, dio las explicaciones pertinentes para justificar su dimisión, a causa del escándalo generado por el plagio de una buena parte de su tesis doctoral, un hecho que, siendo ciertamente deleznable, aconteció hace más de dos décadas y por el cual esta señora no se enfrenta a ninguna causa penal. Dimitió por dignidad y por el buen nombre del país, en sus propias palabras. Hace unos meses, otro ministro se vio obligado a dimitir por una causa muy similar, ante la que expresó su vergüenza y su arrepentimiento. Traten de explicarle al siguiente peregrino alemán con el que se encuentren esta temporada de primavera-verano por los caminos de la Maragatería lo que se cuece en nuestros ayuntamientos, diputaciones, comunidades autónomas, partidos políticos, fundaciones, casas nobiliarias y demás instituciones, todo este trasiego de sobres, influencias y toda clase de desvergüenzas. Y si logran que lo entienda, entonces traten de explicarle por qué en España todavía no ha ardido Troya. Si es que pueden.