Sol Gómez Arteaga
Martes, 22 de Marzo de 2016

Añusgar

En una clase de narrativa una compañera sacó a colación que hacía unos días había visitado virtualmente la tienda de las palabras olvidadas, palabras que a pesar de pertenecer a nuestro acervo cultural, se han quedado viejas, obsolencentes, rezagadas, en desuso, y que como esas especies que no han superado la selección natural de la evolución, desaparecerán del todo si no hacemos algo por remediarlo. Mi compañera compró una de esas palabras en vías de extinción, que no voy a decir pues es suya, al módico precio de compartirla, ese es el peaje o contrapartida, en las redes sociales.

  
Y como pasa con las cosas que conectan con nosotros, de inmediato se me encendió la bombilla del pensamiento y recordé una palabra que allá por el 2007, secundando la iniciativa de la Escuela de Escritores de Madrid y la Escola d’ Escriptura del Ateneo de Barcelona, apadriné con motivo del Día Internacional del Libro, lo mismo que 13.832 internautas de 69 países lo hicieron con otras. Esta palabra fue añusgar, verbo reflexivo compuesto de siete letras agrupadas en tres sílabas, de las cuales el 57% son consonantes y el 43% vocales, que significa atragantarse, estrecharse el tragadero como si a uno le hubieran hecho un nudo. También significa enfadarse, disgustarse.


Pero, ¿por qué elegir añusgarse, que no es una palabra fácil o curiosina, sino más bien sosa, esquinada, medio rara, y no andancio (la eligió el entonces Presidente del Gobierno metido en este berenjenal) adil, andurrial, arrebañar, ato, barullo, bocambruces, borratajo, cadríl, celemín, cernada, cisco, chisquero, chusco, dril, desborcillar, emina, enrratar, escocotar, escular, escurrir, espingar (espingar me gusta mucho), esturar, falagán, fuchiquera, galdupiar, galbana, garrafal, golilla (golilla es genial), gusa, husmia, huero, interín, jeringado, jabonada, lebrel, linde, majuelo, matojo, mazarrón, melopea, mielga, moquero, morceña, murga, ojituerto, ojiplático, pintear, (pintear me presta por la vida), pozaleta, queco, ros (precedido, claro está, del mecagüen) repelús, ringorrango, ripio, roturar, satullel, seterón, somanta, sornabirón,  tempero, templa, trébede, torva, tarugo, tufo, unto, urmiento, varear, zancajo o zascandil… palabras todas ellas primas carnales de la 'mía' que un día se usaron con asiduidad en el sur más sur de León, (en otras zonas seguro que también) y que como esos objetos y usos a los que aluden van quedando relegadas cada vez más al erial polvoriento del olvido? 


Supongo que porque ésta y no otra me conecta con la memoria siempre poderosa del corazón y me remite a ese universo de apegos que es la infancia, evocando los cocidos sempiternos en los que de vez en cuando alguien de la familia, -la carne de hebra es lo que tiene-, nos añusgábamos. ¡Qué mal trago pasaba entonces el observador del añusgamiento, -todos en ese momento íbamos 'en pendolín' en busca de un vaso de agua-, y qué apuro vital para el añusgado!  


Apadrinar no es asunto baladí sino de gran responsabilidad y honor, y yo me siento responsable de mi palabra como El Principito se sintió responsable de su rosa solitaria y presumida, pero también sensible, necesitada de afecto, de abrazo, de protección, de tutela, en el fondo. Es por eso que la comparto hoy en este espacio de opinión y de letras, aunque espero y deseo no haberles añusgado con esta verborrea de palabras. 
Mientras, voy a seguir comiendo. A su salud.   

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.