Se estremeció el tiempo y la noche
![[Img #21048]](upload/img/periodico/img_21048.jpg)
Fragmento del pregón de la Semana Santa de 1995. Por Paulino Sutil
Capilla de San Esteban: tinieblas, olor a humedad, polvo, pero ante todo silencio y amor entrañables.
![[Img #21047]](upload/img/periodico/img_21047.jpg)
Se siente, se palpa la emoción del momento. Una escena seria, austera, envuelta en la luz de las velas y esplendor del corazón. Un golpe recio, seco y después más, cien, doscientos... Se estremece el tiempo y la noche y estamos viviendo un hecho que trasciende el eco del martillazo sobre las manos y pies del Crucificado. Y se abren las carnes de aquellos jóvenes que piensan, sienten, se asoman a la más cruda y absoluta realidad. Ya está crucificado. Las calles han quedado vacías: las ventanas se han cerrado, suenan más densos y sonoros los cantos camino de la Vera Cruz; los maragatos de la Casona, extrañados... rompen el silencio con su toque acompasado, homenaje también al Cristo muerto. Ya es madrugada.
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Fragmento del pregón de la Semana Santa de 1995. Por Paulino Sutil
Capilla de San Esteban: tinieblas, olor a humedad, polvo, pero ante todo silencio y amor entrañables.
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Se siente, se palpa la emoción del momento. Una escena seria, austera, envuelta en la luz de las velas y esplendor del corazón. Un golpe recio, seco y después más, cien, doscientos... Se estremece el tiempo y la noche y estamos viviendo un hecho que trasciende el eco del martillazo sobre las manos y pies del Crucificado. Y se abren las carnes de aquellos jóvenes que piensan, sienten, se asoman a la más cruda y absoluta realidad. Ya está crucificado. Las calles han quedado vacías: las ventanas se han cerrado, suenan más densos y sonoros los cantos camino de la Vera Cruz; los maragatos de la Casona, extrañados... rompen el silencio con su toque acompasado, homenaje también al Cristo muerto. Ya es madrugada.
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