Redacción
Viernes, 25 de Marzo de 2016

El récord olímpico de nuestra infancia

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Fragmento del pregón de la Semana Santa de 1985. Por José Antonio Carro Celada

 

Soñábamos ya con las procesiones del día siguiente, especialmente con san Juanico y su dedo tieso y señalador: él poseía y aún sigue, el récord olímpico de nuestra infancia. Nos llamaba la atención el gallo  y la pimpirinola del ciprés de San Pedrín, la recua de ojos saltones y pantalón corto con que se empequeñecían los torturadores de Jesús, esos rostros que ya pintó El Bosco y que ha vuelto a pintar en nuestro siglo Bacon.

 

 

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Era una momento de solemnidad folclórica aquel desfile procional madrugardor que adquiría, sin embargo, la densidad funeral con las trompetas y el bombo.

 

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