Los silencios acumulados se compinchan para vestirse de fiesta

Fragmento del pregón de la Semana Santa de 2000. Por Vicente Ángel Pérez López

 

Y como corolario, al tiempo que doy fe de que el Sábado Santo no existe, que ese día es un paréntesis vacío de silencio, disfrutemos de la luz del Domingo de Resurrección que rompe todos los ángulos oscuros de la Plaza Mayor al tiempo que los silencios acumulados durante la Semana Santa se compinchan para vestirse de fiesta e invadir de Aleluyas todas las aristas de la ciudad. Y ya puestos, observen ese Domingo de Resurección con qué desparpajo el matrimonio maragato hace sonar las doce campanadas. Y miren al cielo, verán que el sol no tiene nada que ver con el de los días anteriores y déjense invadir por su brillo, por su paz primaveral y redentora.