Ecos de Andrés Martínez Oria
Javier Domingo, astorgano, estudiante de filología en la Universidad de Salamanca, ha participado en el primer número de la revista ECO, de la que es cofundador, con una entrevista a Andrés Martínez Oria, Astorga Redacción quiere hacerse eco hasta que ECO retumbe. El propio Javier Domingo nos dice de la nueva revista lo siguiente: "ECO es una revista literaria independiente nacida en la Facultad de Filología de la Universidad de Salamanca. Detrás de ella están Ángela Miranda, Álvaro Rodríguez, Fabiola del Rincón, Pablo Toussaint, Isabel Vidal y Javier Domingo. Su objetivo, tal y como se indica en los textos preliminares, es triple: difundir unas pocas muestras de creación joven, promover el gusto por la literatura y, finalmente, hacer ver que toda palabra nueva es en realidad un eco de muchas anteriores sobre las que se inscribe".
![[Img #21284]](upload/img/periodico/img_21284.jpg)
Javier Domingo: Lo que más sorprende de tu literatura es que cada novela es un microcosmos. Los mundos de Tumbas licias e Invitación a la melancolía son totalmente diferente. Hay mucha variedad en tu obra.
Andrés Martínez Oria: Sí, Tumbas licias e Invitación a la melancolía son novelas muy distintas. Se dice en literatura que los autores importantes están repitiendo siempre la misma novela. Yo tengo que ser muy malo porque cambio el esquema cada poco. Probablemente Tumbas licias sea una novela más convencional, en el sentido de tradicional. Hay un personaje al que le suceden una serie de hechos.
También, al no vivir de tu escritura, tienes mucha más libertad.
Sí, eso me permite la libertad de hacer lo que quiera: ir editando cosas que tengo en el cajón. Tumbas licias, por ejemplo, se basa en un viaje real que hice con mi mujer en 1988. Ya estaba escrita desde hace años; luego la he ido retocando y actualizando. No sé quién decía que había que dejar los textos reposando un tiempo. Distanciarse un poco del texto es necesario. Te permite corregir cosas y verlo desde otra perspectiva.
Es interesante el género de Tumbas licias. En la novela se juega con las convenciones genéricas de la novela griega y la literatura de viajes, tanto explícita como implícitamente.
Algún crítico ha señalado que es una novela algo predecible. Pero es así porque obedece a cuestiones de género. Tiene que ver con la novela griega. Ahí se exigía siempre un tipo de final determinado. El viaje implica una historia de amor, amores con dificultades que luego se solucionan. Y hay que tener en cuenta que en la novela hay un doble final: la narración es lo que Tadeo de los Santos, el protagonista, le cuenta a su amiga, antes de que el verdadero final se produzca. Él está imaginando, pues, para Vicky un final que no se corresponde con el final real.
En conexión con esto, parece haber en la obra un juego continuo entre lo que es real y lo que no. Es una novela en primera persona y muchas veces no sabemos si su narrador es fiable.
Sí, hay ambigüedad en muchas partes de la novela. Por ejemplo, los protagonistas hacen una visita a las ruinas de Pérgamo. Allí hay un juego entre virtualidad y realidad. Se meten tanto en ese mundo que es como si vivieran allí: es una creación de la fantasía que construye la ciudad real. Pero al final se deshace ese juego: pasa un camión, los llena de polvo y los devuelve a la realidad. En ese sentido se rompe un poco con la novela realista, que quizás nunca haya existido como tal.
![[Img #21288]](upload/img/periodico/img_21288.jpg)
De hecho, en Fortunata y Jacinta, paradigma de la novela realista, se introducen elementos de imaginación.
Es que el pensamiento es una parte de la realidad. ¿Qué es más real, esta mesa o lo que yo estoy pensando ahora mismo? Los personajes no van caminando por la Pérgamo real. Y un personaje que está obsesionado en el mundo clásico, construye esa realidad. La modernidad está en traspasar las ventanas de la novela realista.
También en el episodio de Venecia.
Venecia era un reto, porque es un tópico. Cómo hablar de Venecia sin recurrir a los mil tópicos. No sé si se ha logrado. Tenía siempre presente, por ejemplo, a Pere Gimferrer, uno de los poetas del venecianismo.
En cualquier caso, en la novela se hace una reflexión sobre el pasado.
Sí, hay un homenaje a la cultura clásica, organizado en torno al viaje de un arqueólogo. Las aventuras que le suceden conectan, primero, con el mundo clásico. El viaje discurre en parte por los Balcanes, siguiendo el río Sava, un afluente del Danubio, hacia la costa Egea, la costa oriental del Mediterráneo. Se recorre el origen de las culturas clásicas, donde está la cuna de la civilización occidental. Consiste en ir a los orígenes: nuestro pensamiento, nuestra ciencia, nuestra literatura. Pero no hay una desconexión con el mundo actual. Se trata de conectar el pasado en el presente. Dos ejemplos de esto serían los pasajes en que se trata el tema del nacionalismo yugoslavo —la desintegración de Yugoslavia como una metáfora de lo que podría ocurrirnos a nosotros— o los últimos coletazos del comunismo en Bulgaria, un país que me impresionó mucho. Son dos aspectos interesantes, tocados de refilón, pero que son ejemplos de conexión con el presente. Hay en la novela, pues, una reflexión sobre el tiempo. El protagonista lo ve como una progresión, no como una clausura. El tiempo de los romanos sería nuestro tiempo. El tiempo como una totalidad. Por eso la muerte no es un cierre. La idea del tiempo total es una idea que me apasiona porque es una idea de esperanza
También en Invitación a la melancolía se da esa reflexión. Un pasado que está aquí, que conecta con el presente. Pero, eso sí, en esta, la idea se imbrica en una estructura mucho más compleja.
Invitación a la melancolía es más compleja en cuanto a la construcción y el contenido. Pero no es una novela difícil en la lectura, no es un texto hermético. Hay obras de Juan Benet que son herméticas en su lectura: la sintaxis, las ideas… Yo creo que es un texto limpio en cuanto a conexión con el lector. Entre lo hermético y lo claro mi literatura es clara en general. Otra cosa es que luego encierren dificultades de otro tipo. Invitación a la melancolía exige otra disposición del lector. Es compleja en su lectura.
Para acercarse a la novela me parece muy oportuno un artículo que escribí en 'Argutorio' en 2013. Es un artículo que explica en cierto modo lo que es la novela y muchos de los presupuestos que hay en ella. Es una reflexión acerca de por dónde va la novela actual. Ahí reflexiono especialmente sobre la autoficción. En la novela hay un personaje que se supone que es Andrés Martínez Oria, que reconstruye la historia de una carta en Altiva, perdida hace más de medio siglo. Se propone investigar lo que hay detrás de eso. Es una novela en el fondo de intriga. Pero es una intriga demorada, porque según se cuenta lo que hay detrás de esa carta, se narra la historia de su protagonista y se intercalan otros elementos: un ensayo sobre la melancolía; ciertos pasajes que entroncan con la realidad de ese personaje que es Oria; la historia del destinatario de la carta, Eligio Monteamaro, un militar retirado. Ariel Velasco es el que va contando al personaje principal quién era ese personaje, el único superviviente del mundo del capitán. Es una historia demorada porque se van intercalando muchos otros elementos.
![[Img #21285]](upload/img/periodico/img_21285.jpg)
Todo esto viene de una reflexión sobre un libro que a mi modo de ver es clave en la literatura actual: Seis propuestas para el próximo milenio de Italo Calvino. Quien pretenda acercarse a la literatura debe conocer este libro, surgido de unas conferencias que iba a dar en la universidad de Harvard. Calvino preparó seis conferencias.
En el momento de emprender el viaje (septiembre del 85) lo tenía todo dispuesto. Una semana antes sufrió una hemorragia cerebral y falleció. Las conferencias estaban metidas ya en carpetas y su esposa las llevó a la imprenta. Yo creo que ha habido pocas reflexiones tan hondas y tan elementales. Y ha conectado totalmente con lo que ha pasado. Es un libro visionario que se adelanta a su tiempo. Él habla de la levedad, la rapidez, la exactitud, la visibilidad, la multiplicidad y el arte de empezar y el arte de acabar. A mí me interesó mucho la levedad. Siendo una novela tan extensa, yo me propuse la levedad como punto de partida.
Sí, la estructura es compleja por cómo se entremezclan las diferentes secciones, pero el estilo narrativo es ligero, como se ve en las reflexiones del tabernero.
La propuesta más importante de todas es la idea de la multiplicidad. Calvino reflexiona sobre el texto unitario, donde hay un personaje que aglutina una serie de acontecimientos (el caso de Tumbas licias), frente al múltiple en hechos, temas, personajes. Una multiplicidad de relatos en el relato, como el caso de La vida instrucciones de uso de Georges Perec.
La multiplicidad, sí, pero se necesita un hilo conductor.
Yo tenía el texto de Calvino y el libro de Perec delante. Quería trabajar en el sentido de multiplicidad porque es un reto, ya abordado por Dos Passos y Cela (en el fondo no se inventa nada). Pero yo creo que la reflexión de Calvino es muy oportuna. En Perec yo veía ese problema de la falta de unidad. Yo lo que me propuse fue crear un texto múltiple pero con ciertas conexiones. Que el texto múltiple se convierta en un texto unitario.
Un aspecto que me interesa mucho de la multiplicidad en Invitación a la melancolía, que lo distingue de otras novelas múltiples como La colmena, es la confusión de voces. Es un conjunto de voces que se mezclan indiscriminadamente.
En todo caso, ahí hay otro reto. En una reseña de Senabre sobre Jardín perdido se señala la confusión de la voz narradora. Yo he reflexionado sobre esto. Al final del texto lo que importa es lo que se dice. Por un lado está ese yo que habla, Andrés Martínez. Por otro, Ariel Velasco que está contando lo que sabe y cede a su vez la palabra al tabernero. Las voces se superponen. Qué más da quién cuenta la historia de Eligio Monteamaro. Muchas veces se utiliza una letra distinta en las partes del ensayo pero no siempre. En la novela hay también un planteamiento paródico de lo que es la autoficción.
![[Img #21287]](upload/img/periodico/img_21287.jpg)
En cierta manera, estás llevando al extremo el género
Yo creo que hay un abuso de la autoficción. Autores como Marías y Vila-Matas a veces abusan de ella. Parece que oculta una incapacidad de creación: cuando eres incapaz de crear un mundo externo hablas de ti mismo. Es algo que se ha vuelto reincidente y cansino. En un punto la novela es autoparódica: es autoficticia pero explica que ya está bien de autoficción. Igual que La Saga/fuga de Torrente Ballester, que siendo una novela experimental es una parodia de lo experimental. Y en el fondo es el planteamiento de Cervantes.
Estoy de acuerdo con un estudioso de su obra, Luis Miguel Suárez. Invitación a la melancolía no tiene nada que envidiar a novelas de autores más conocidos, mejor promocionados.
No te puedo decir si es buena o mala. No es un prurito de falsa modestia. Haces cosas y no sabes lo que has hecho. Yo no puedo valorar objetivamente lo que ocurre. No puedo volver sobre textos ya hechos míos, pero sí sobre Invitación a la melancolía.. Es de los pocos textos que puedo releer. Hay mucha literatura en ella y también mucha vida. La autoficción te permite moverte en ese territorio ambiguo. Esa ambigüedad que te permite ser sincero.
![[Img #21284]](upload/img/periodico/img_21284.jpg)
Javier Domingo: Lo que más sorprende de tu literatura es que cada novela es un microcosmos. Los mundos de Tumbas licias e Invitación a la melancolía son totalmente diferente. Hay mucha variedad en tu obra.
Andrés Martínez Oria: Sí, Tumbas licias e Invitación a la melancolía son novelas muy distintas. Se dice en literatura que los autores importantes están repitiendo siempre la misma novela. Yo tengo que ser muy malo porque cambio el esquema cada poco. Probablemente Tumbas licias sea una novela más convencional, en el sentido de tradicional. Hay un personaje al que le suceden una serie de hechos.
También, al no vivir de tu escritura, tienes mucha más libertad.
Sí, eso me permite la libertad de hacer lo que quiera: ir editando cosas que tengo en el cajón. Tumbas licias, por ejemplo, se basa en un viaje real que hice con mi mujer en 1988. Ya estaba escrita desde hace años; luego la he ido retocando y actualizando. No sé quién decía que había que dejar los textos reposando un tiempo. Distanciarse un poco del texto es necesario. Te permite corregir cosas y verlo desde otra perspectiva.
Es interesante el género de Tumbas licias. En la novela se juega con las convenciones genéricas de la novela griega y la literatura de viajes, tanto explícita como implícitamente.
Algún crítico ha señalado que es una novela algo predecible. Pero es así porque obedece a cuestiones de género. Tiene que ver con la novela griega. Ahí se exigía siempre un tipo de final determinado. El viaje implica una historia de amor, amores con dificultades que luego se solucionan. Y hay que tener en cuenta que en la novela hay un doble final: la narración es lo que Tadeo de los Santos, el protagonista, le cuenta a su amiga, antes de que el verdadero final se produzca. Él está imaginando, pues, para Vicky un final que no se corresponde con el final real.
En conexión con esto, parece haber en la obra un juego continuo entre lo que es real y lo que no. Es una novela en primera persona y muchas veces no sabemos si su narrador es fiable.
Sí, hay ambigüedad en muchas partes de la novela. Por ejemplo, los protagonistas hacen una visita a las ruinas de Pérgamo. Allí hay un juego entre virtualidad y realidad. Se meten tanto en ese mundo que es como si vivieran allí: es una creación de la fantasía que construye la ciudad real. Pero al final se deshace ese juego: pasa un camión, los llena de polvo y los devuelve a la realidad. En ese sentido se rompe un poco con la novela realista, que quizás nunca haya existido como tal.
![[Img #21288]](upload/img/periodico/img_21288.jpg)
De hecho, en Fortunata y Jacinta, paradigma de la novela realista, se introducen elementos de imaginación.
Es que el pensamiento es una parte de la realidad. ¿Qué es más real, esta mesa o lo que yo estoy pensando ahora mismo? Los personajes no van caminando por la Pérgamo real. Y un personaje que está obsesionado en el mundo clásico, construye esa realidad. La modernidad está en traspasar las ventanas de la novela realista.
También en el episodio de Venecia.
Venecia era un reto, porque es un tópico. Cómo hablar de Venecia sin recurrir a los mil tópicos. No sé si se ha logrado. Tenía siempre presente, por ejemplo, a Pere Gimferrer, uno de los poetas del venecianismo.
En cualquier caso, en la novela se hace una reflexión sobre el pasado.
Sí, hay un homenaje a la cultura clásica, organizado en torno al viaje de un arqueólogo. Las aventuras que le suceden conectan, primero, con el mundo clásico. El viaje discurre en parte por los Balcanes, siguiendo el río Sava, un afluente del Danubio, hacia la costa Egea, la costa oriental del Mediterráneo. Se recorre el origen de las culturas clásicas, donde está la cuna de la civilización occidental. Consiste en ir a los orígenes: nuestro pensamiento, nuestra ciencia, nuestra literatura. Pero no hay una desconexión con el mundo actual. Se trata de conectar el pasado en el presente. Dos ejemplos de esto serían los pasajes en que se trata el tema del nacionalismo yugoslavo —la desintegración de Yugoslavia como una metáfora de lo que podría ocurrirnos a nosotros— o los últimos coletazos del comunismo en Bulgaria, un país que me impresionó mucho. Son dos aspectos interesantes, tocados de refilón, pero que son ejemplos de conexión con el presente. Hay en la novela, pues, una reflexión sobre el tiempo. El protagonista lo ve como una progresión, no como una clausura. El tiempo de los romanos sería nuestro tiempo. El tiempo como una totalidad. Por eso la muerte no es un cierre. La idea del tiempo total es una idea que me apasiona porque es una idea de esperanza
También en Invitación a la melancolía se da esa reflexión. Un pasado que está aquí, que conecta con el presente. Pero, eso sí, en esta, la idea se imbrica en una estructura mucho más compleja.
Invitación a la melancolía es más compleja en cuanto a la construcción y el contenido. Pero no es una novela difícil en la lectura, no es un texto hermético. Hay obras de Juan Benet que son herméticas en su lectura: la sintaxis, las ideas… Yo creo que es un texto limpio en cuanto a conexión con el lector. Entre lo hermético y lo claro mi literatura es clara en general. Otra cosa es que luego encierren dificultades de otro tipo. Invitación a la melancolía exige otra disposición del lector. Es compleja en su lectura.
Para acercarse a la novela me parece muy oportuno un artículo que escribí en 'Argutorio' en 2013. Es un artículo que explica en cierto modo lo que es la novela y muchos de los presupuestos que hay en ella. Es una reflexión acerca de por dónde va la novela actual. Ahí reflexiono especialmente sobre la autoficción. En la novela hay un personaje que se supone que es Andrés Martínez Oria, que reconstruye la historia de una carta en Altiva, perdida hace más de medio siglo. Se propone investigar lo que hay detrás de eso. Es una novela en el fondo de intriga. Pero es una intriga demorada, porque según se cuenta lo que hay detrás de esa carta, se narra la historia de su protagonista y se intercalan otros elementos: un ensayo sobre la melancolía; ciertos pasajes que entroncan con la realidad de ese personaje que es Oria; la historia del destinatario de la carta, Eligio Monteamaro, un militar retirado. Ariel Velasco es el que va contando al personaje principal quién era ese personaje, el único superviviente del mundo del capitán. Es una historia demorada porque se van intercalando muchos otros elementos.
![[Img #21285]](upload/img/periodico/img_21285.jpg)
Todo esto viene de una reflexión sobre un libro que a mi modo de ver es clave en la literatura actual: Seis propuestas para el próximo milenio de Italo Calvino. Quien pretenda acercarse a la literatura debe conocer este libro, surgido de unas conferencias que iba a dar en la universidad de Harvard. Calvino preparó seis conferencias.
En el momento de emprender el viaje (septiembre del 85) lo tenía todo dispuesto. Una semana antes sufrió una hemorragia cerebral y falleció. Las conferencias estaban metidas ya en carpetas y su esposa las llevó a la imprenta. Yo creo que ha habido pocas reflexiones tan hondas y tan elementales. Y ha conectado totalmente con lo que ha pasado. Es un libro visionario que se adelanta a su tiempo. Él habla de la levedad, la rapidez, la exactitud, la visibilidad, la multiplicidad y el arte de empezar y el arte de acabar. A mí me interesó mucho la levedad. Siendo una novela tan extensa, yo me propuse la levedad como punto de partida.
Sí, la estructura es compleja por cómo se entremezclan las diferentes secciones, pero el estilo narrativo es ligero, como se ve en las reflexiones del tabernero.
La propuesta más importante de todas es la idea de la multiplicidad. Calvino reflexiona sobre el texto unitario, donde hay un personaje que aglutina una serie de acontecimientos (el caso de Tumbas licias), frente al múltiple en hechos, temas, personajes. Una multiplicidad de relatos en el relato, como el caso de La vida instrucciones de uso de Georges Perec.
La multiplicidad, sí, pero se necesita un hilo conductor.
Yo tenía el texto de Calvino y el libro de Perec delante. Quería trabajar en el sentido de multiplicidad porque es un reto, ya abordado por Dos Passos y Cela (en el fondo no se inventa nada). Pero yo creo que la reflexión de Calvino es muy oportuna. En Perec yo veía ese problema de la falta de unidad. Yo lo que me propuse fue crear un texto múltiple pero con ciertas conexiones. Que el texto múltiple se convierta en un texto unitario.
Un aspecto que me interesa mucho de la multiplicidad en Invitación a la melancolía, que lo distingue de otras novelas múltiples como La colmena, es la confusión de voces. Es un conjunto de voces que se mezclan indiscriminadamente.
En todo caso, ahí hay otro reto. En una reseña de Senabre sobre Jardín perdido se señala la confusión de la voz narradora. Yo he reflexionado sobre esto. Al final del texto lo que importa es lo que se dice. Por un lado está ese yo que habla, Andrés Martínez. Por otro, Ariel Velasco que está contando lo que sabe y cede a su vez la palabra al tabernero. Las voces se superponen. Qué más da quién cuenta la historia de Eligio Monteamaro. Muchas veces se utiliza una letra distinta en las partes del ensayo pero no siempre. En la novela hay también un planteamiento paródico de lo que es la autoficción.
![[Img #21287]](upload/img/periodico/img_21287.jpg)
En cierta manera, estás llevando al extremo el género
Yo creo que hay un abuso de la autoficción. Autores como Marías y Vila-Matas a veces abusan de ella. Parece que oculta una incapacidad de creación: cuando eres incapaz de crear un mundo externo hablas de ti mismo. Es algo que se ha vuelto reincidente y cansino. En un punto la novela es autoparódica: es autoficticia pero explica que ya está bien de autoficción. Igual que La Saga/fuga de Torrente Ballester, que siendo una novela experimental es una parodia de lo experimental. Y en el fondo es el planteamiento de Cervantes.
Estoy de acuerdo con un estudioso de su obra, Luis Miguel Suárez. Invitación a la melancolía no tiene nada que envidiar a novelas de autores más conocidos, mejor promocionados.
No te puedo decir si es buena o mala. No es un prurito de falsa modestia. Haces cosas y no sabes lo que has hecho. Yo no puedo valorar objetivamente lo que ocurre. No puedo volver sobre textos ya hechos míos, pero sí sobre Invitación a la melancolía.. Es de los pocos textos que puedo releer. Hay mucha literatura en ella y también mucha vida. La autoficción te permite moverte en ese territorio ambiguo. Esa ambigüedad que te permite ser sincero.






