Mercedes Unzeta Gullón
Lunes, 04 de Abril de 2016

Los jueces de Éfeso

¡De nuevo atentados! 


Estos días asistimos nuevamente a un verdadero alud de detalles, datos, pormenores, explicaciones y contraexplicaciones en la prensa escrita, hablada y televisada sobre quiénes son, a qué grupo pertenecen, dónde cómo y cuándo vivían, etc…  estos perturbados terroristas.


La pregunta clave es ¿qué pretenden los terroristas al inmolarse?, parece que la respuesta es clara: aparte de pensar que ganan un puesto importante en el incierto más allá, intentan, sobre todo, ganarse un puesto importante en el ranking de la notoriedad del mundo terrenal para ellos y para su causa. El más allá es un ámbito ignoto por lo que no sabemos si ese loco sacrificio les compensa, pero en el más acá a todas luces consiguen su objetivo. 


Llevo tiempo pensando en el error tan grande que supone la cobertura informativa tan extraordinaria y excesiva de los actos de terrorismo. Todo lujo de detalles de los inmolados y su organización, de la gente afectada, de los muertos y sus familias, del dolor del mundo civilizado…,  todos los pormenores y pormayores se nos ofrecen en portadas de periódicos y en interminables minutos de televisión. Esto es precisamente lo que estos locos persiguen y esto es lo que les ofrecemos en compensación a su salvaje procedimiento. ¡Conseguido!


Por eso yo apuesto por el sistema del silencio. Que no haya cobertura posible en el ámbito de la comunicación. Ni titulares, ni palabras, ni un minuto de televisión para estas organizaciones. Si no se habla de ellas es como si no existieran. 


A esta determinación llegaron los jueces de Éfeso cuando un pastor, loco porque su nombre  pasara a la historia y fuera conocido en el mundo entero no se le ocurrió otra cosa mejor que incendiar el Templo de Artemisa, uno de los más bellos edificios del mundo antiguo. El templo quedó destruido pero los jueces de Éfeso, conociendo el propósito de tal atentado, sentenciaron que el peor castigo para el loco incendiario sería  ‘el olvido’, y prohibieron que su nombre fuera mencionado. Y así se hizo, y sus datos fueron borrados de los anales y las crónicas de la época.


¿Sería posible intentar algo parecido en esta época? Es bastante más difícil pero sería una táctica bien diferente y a lo mejor con mejores resultados.


¡Oh tiempos! ¡Oh costumbres!

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