Juegos de artificio
Antonio Toribios (León, 1960) pasó muchas horas de la infancia observando el paso de las estaciones y los hechos mínimos de lo cotidiano a través del cristal de una ventana del barrio leonés de El Crucero. A ello se refierió en “Renato”, obra con la que ganó el Premio de Relatos Diario de León en 2001. Hijo y nieto de ferroviarios, obtuvo el Premio Internacional de Cuentos de Guardo en 2002, con “Las cigüeñas viajan en el mixto”, un relato también de esperas y ventanas. Entró en contacto poco después con Román Piña y de ese encuentro nacería “Tu nombre y otros nombres” (Editorial “La bolsa de pipas”, de Mallorca), libro que recoge los relatos anteriores junto a otros y que se publica en 2004. En 2007 logró el premio de Relatos Imágenes de Mujer del Ayuntamiento de León, con un cuento con Dalí de fondo: “Nocturno con relojes blandos” (Información extraída de: Tam Tam Press)
Publicamos una brevísima selección de microrelatos de su nuevo libro de microficciones 'Juegos de artificio' que ve la luz en una de las cuidadas ediciones de Gregorio Fernández Castañón, ilustrado por fotografías de María Gómez.
![[Img #21592]](upload/img/periodico/img_21592.jpg)
Premonición
El día en que lo iban a matar, Holofernes se sorprendió a sí mismo acariciándose la nuez frente al espejo.
Tabla de versificar
Le obligaron a estudiar para contable, aunque él siempre quiso ser poeta. Sus padres tenían un almacén y necesitaban que llevase la oficina. Así que ahora está atado a su banco y suma, divide y multiplica. Cinco fósforos más cuatro jilgueros igual a nueve, por dos, dieciocho firmamentos de color.
La siesta del poeta
Los niños jugaban a atrapar la luz. Hacían cestillas con las manos, la aventaban, levantaban efímeras empalizadas, pero ella se les escabullía entre los dedos con astucias de minúscula alimaña. Los chiquillos se empujaban y reían con la fiereza dichosa de los cachorros sanos. La luz volvía a su ser y les embromaba fingiendo una quietud de eras. Los niños, cansados, salieron al jardín y quedé solo en la penumbra de la galería. El haz brillante partía de una rendija y moría a mis pies. En el charco de luz naufragaron de pronto mis buenos propósitos. Supe entonces que tarde o temprano volvería a matar.
![[Img #21593]](upload/img/periodico/img_21593.jpg)
Novísima Eloísa
A Abelardo le encantan las librerías. Suele transitar por la sección de best sellers de los grandes almacenes, y siempre encuentra alguna chica guapa, ojeando un libro de Danielle Steele, con la que ir a cenar. Otros viernes se deja caer por la sección de clásicos latinos y termina en casa de alguna estudiante de Románicas. Para Abelardo es su modo de relacionarse con el otro sexo, pues nunca acude a locales de copas ni a pistas de baile. Le gusta perderse por los pasillos atestados de libros y elegir candidatas fiándose de sus gustos literarios. A veces le sorprende una lectora de Sor Juana Inés fogosa; otras se topa con una mojigata que lee a Apollinaire. Abelardo es refinado y atractivo y le gusta la variedad. Se siente francotirador y rehúye los compromisos. Pero un día se encuentra con Eloísa en el pasillo de la ciencia ficción y hay flechazo. Se aman y quedan para el día siguiente, y luego para el otro. Sus ojos son fuente de futuro. Actualmente regentan juntos una librería. Es de esas recoletas, pero tiene máquina de café y unas sillas. Algunos se sientan a leer y esperan.
![[Img #21594]](upload/img/periodico/img_21594.jpg)
Publicamos una brevísima selección de microrelatos de su nuevo libro de microficciones 'Juegos de artificio' que ve la luz en una de las cuidadas ediciones de Gregorio Fernández Castañón, ilustrado por fotografías de María Gómez.
![[Img #21592]](upload/img/periodico/img_21592.jpg)
Premonición
El día en que lo iban a matar, Holofernes se sorprendió a sí mismo acariciándose la nuez frente al espejo.
Tabla de versificar
Le obligaron a estudiar para contable, aunque él siempre quiso ser poeta. Sus padres tenían un almacén y necesitaban que llevase la oficina. Así que ahora está atado a su banco y suma, divide y multiplica. Cinco fósforos más cuatro jilgueros igual a nueve, por dos, dieciocho firmamentos de color.
La siesta del poeta
Los niños jugaban a atrapar la luz. Hacían cestillas con las manos, la aventaban, levantaban efímeras empalizadas, pero ella se les escabullía entre los dedos con astucias de minúscula alimaña. Los chiquillos se empujaban y reían con la fiereza dichosa de los cachorros sanos. La luz volvía a su ser y les embromaba fingiendo una quietud de eras. Los niños, cansados, salieron al jardín y quedé solo en la penumbra de la galería. El haz brillante partía de una rendija y moría a mis pies. En el charco de luz naufragaron de pronto mis buenos propósitos. Supe entonces que tarde o temprano volvería a matar.
![[Img #21593]](upload/img/periodico/img_21593.jpg)
Novísima Eloísa
A Abelardo le encantan las librerías. Suele transitar por la sección de best sellers de los grandes almacenes, y siempre encuentra alguna chica guapa, ojeando un libro de Danielle Steele, con la que ir a cenar. Otros viernes se deja caer por la sección de clásicos latinos y termina en casa de alguna estudiante de Románicas. Para Abelardo es su modo de relacionarse con el otro sexo, pues nunca acude a locales de copas ni a pistas de baile. Le gusta perderse por los pasillos atestados de libros y elegir candidatas fiándose de sus gustos literarios. A veces le sorprende una lectora de Sor Juana Inés fogosa; otras se topa con una mojigata que lee a Apollinaire. Abelardo es refinado y atractivo y le gusta la variedad. Se siente francotirador y rehúye los compromisos. Pero un día se encuentra con Eloísa en el pasillo de la ciencia ficción y hay flechazo. Se aman y quedan para el día siguiente, y luego para el otro. Sus ojos son fuente de futuro. Actualmente regentan juntos una librería. Es de esas recoletas, pero tiene máquina de café y unas sillas. Algunos se sientan a leer y esperan.
![[Img #21594]](upload/img/periodico/img_21594.jpg)






