Luis Miguel Suárez Martínez
Domingo, 01 de Mayo de 2016

La juventud de Cervantes. Una vida en construcción

José Manuel Lucía Megías, La juventud de Cervantes. Una vida en construcción, Madrid, Edaf, 2016, 301 pp., 24 €.

 

 

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Se conmemora en este 2016 el IV centenario de la muerte de Cervantes. Sin duda esta efeméride constituye un buen motivo para la aparición de una nueva biografía sobre el creador del Quijote. Esta, titulada La juventud de Cervantes. Una vida en construcción, y de la que es autor José Manuel Lucía Megías, catedrático de literatura de la universidad Complutense y acreditado cervantista, constituye, en realidad, el primer volumen, que abarca hasta 1580, cuando Cervantes regresa del cautiverio en Argel, con 33 años. Ya en el prólogo (pp. 11-18) se expresa el propósito de alejarse de las biografías al uso. Para ello, se fija como punto de partida la necesidad de distinguir tres Cervantes: el hombre real, el personaje —creado por él mismo en sus escritos— y el mito (construido por los cervantistas a lo largo del tiempo). Acercarse al primero, y deslindarlo de los otros dos, implica tanto una lectura crítica de la documentación conservada como una contextualización precisa del hombre en su época y en los usos y modos de su tiempo. Tal es el plan sobre el que se construyen los seis capítulos de los que consta la obra. 

 

Los dos primeros capítulos tienen un carácter introductorio, pues están consagrados respectivamente a la iconografía cervantina (19-54), campo en el que el profesor Lucía Megías es un reconocido especialista, y al proceso de construcción de su biografía (pp. 55-70), iniciado por la de Mayans y Siscar en el siglo XVIII. La conclusión a la que se llega en ambos apartados es semejante: el escaso conocimiento que tenemos del hombre. En el primer caso, porque, desconocemos su verdadero rostro —los retratos que en algún tiempo se tuvieron por auténticos son, en realidad, falsificaciones, que, como mucho, han tratado de plasmar en imagen el famoso autorretrato, hecho con palabras, que él mismo escribe en el prólogo de sus Novelas ejemplares—; en el segundo, porque, a pesar de los importantes avances en los estudios biográficos cervantinos, la documentación conservada —que se analizan y clasifican aquí de manera breve pero precisa (pp. 64-69)— ofrece muy escasos datos de su vida cotidiana y familiar, laguna que han tratado de rellenar documentos falsos o la imaginación de algunos cervantistas.

 

El tercer capítulo, Miguel de Cervantes estudiante (1547-1568),  a pesar de su título, no dedica el grueso de sus páginas a los estudios del futuro escritor, sino que aborda múltiples aspectos, desde los orígenes familiares —ahí destaca la figura del abuelo paterno, Juan de Cervantes, casi digna de una novela picaresca— y las tribulaciones que ocasionaron al padre, Rodrigo de Cervantes, sus continuas estrecheces económicas, hasta los primeros trabajos literarios de Miguel y sus intentos por establecer vínculos con personalidades notables que le permitieran situarse en la sociedad del momento. Y es que, según José Manuel Lucía, esos primeros tanteos literarios obedecen, más que una vocación clara, a un propósito más pragmático: darse a conocer para conseguir, según los usos del momento, un puesto de escribano o de secretario de algún noble. Asimismo se abordan de forma breve en este capítulo otros aspectos que pueden parecen en principio tangenciales —la casa familiar en Alcalá de Henares, la presencia de su ciudad natal en su obra, el descubrimiento de su partida de bautismo, el calendario gregoriano, etc.—, pero que esclarecen y ayudan a comprender mejor diversos detalles biográficos del escritor.

 

 

De especial interés resultan las dos siguientes secciones, dedicadas a su vida de soldado entre 1569 y 1575 (pp. 127-188) y a su cautiverio en Argel (pp. 189-270). Tal vez sea en ambas etapas donde con más claridad se observa la imagen del personaje creado por el mismo Cervantes. En efecto, como se nos recuerda de forma reiterada, buena parte de los datos que conocemos sobre su vida durante estos años proceden de documentos redactados o instigados por el propio protagonista, por sus familiares o por sus amigos —Información de Madrid, Información de Argel, Topografía general de Argel…—; documentos que tienen como finalidad obtener en la corte española alguna merced. Por eso, se nos ofrece aquí una lectura crítica de dicha documentación y se rebaja un tanto el perfil ejemplar y heroico del escritor alcalaíno que han difundido bastantes biografías.

 

 

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Para argumentarlo, el profesor Lucía Mejías, acude siempre al contexto histórico —ya sean en el primer caso, los aspectos militares (organización de los tercios, las galeras…), o, en el segundo, la realidad del Argel de la época— o a otros documentos de contenido semejante para compararlos con las informaciones que nos transmiten los documentos cervantinos. Eso le lleva a matizar determinados datos —así, la crueldad de los turcos con los cautivos cristianos— y a rechazar de manera decidida otros, como la fantasiosa visita de don Juan de Austria al escritor convaleciente de sus heridas de Lepanto (pp. 168-172), etc. Quizás la aportación más novedosa sea la hipótesis de un Cervantes passeur —esto es, dedicado al negocio del transporte clandestino de cautivos principales a tierras cristianas— en Argel (pp. 230-231) que lo aleja de la actitud heroica y valiente que él mismo ha querido transmitir. Con todo, no deja de ser una hipótesis más (vid. en la pp. 232-234 otras conjeturas) para explicar las múltiples incertidumbres que aún se ciernen sobre esta etapa de su vida.

 

El último apartado, a modo de epílogo, reconstruye, a veces con cierto tono crítico, la búsqueda y el hallazgo de los restos de Cervantes, episodio que sirve una vez más para manifestar la necesidad de rescatar al hombre frente al mito (p. 281). El estudio se completa con una pertinente bibliografía y dos útiles índices, uno onomástico (pp. 293-297) y otro toponímico (pp. 299-301).

 

 

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Así pues, la principal particularidad de este ensayo biográfico no estriba tanto en la aportación de muchos nuevos datos especialmente llamativos, sino sobre todo en la lectura crítica y rigurosa de la documentación conservada, lo que sirve para ofrecer una imagen de Cervantes más matizada de la que han divulgado otras biografías. Es de destacar, por lo demás, la excelente labor de síntesis y la claridad expositiva, a la que también contribuyen la propia estructura del libro y el abundante y variado material  gráfico —casi todo en color— que acompaña al texto. En definitiva, La Juventud de Cervantes ofrece un acercamiento a la vez serio y ameno a la figura del genial autor del Quijote.

 

 

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