Los carontes leoneses
Barcas de paso en el Reino de León (De la Edad Media al siglo XX), bajo este título se ha publicado el libro de José Ignacio Martín Benito en el que recopila y nos acerca un minucioso trabajo sobre las comunicaciones y el paso de los ríos que tan primordiales fueron en tiempos pasados. La edición ha corrido a cargo del Centro de Estudios Benaventanos 'Ledo del Pozo' y, de la cual, también han sido partícipes el Centro de Estudios Astorganos 'Marcelo Macías' o el Instituto Leonés de Cultura, entre otros.
Barcas de paso en el Reino de León (De la Edad Media al siglo XX); José Ignacio Martín Benito. Coeditado (entre otros) por la Diputación de León, el Insituto Leonés de Cultura, el Centro de Estudios Astorganos 'Marcelo Macías' y el Ayuntamiento de Astorga
![[Img #21814]](upload/img/periodico/img_21814.jpg)
El autor, José I. Martín Benito, es Doctor en Historia por la Universidad de Salamanca. Ha escrito numerosos artículos en revistas y en obras colectivas, tiene publicados varios libros sobre diferentes temas de carácter histórico y de carácter literario, es director de varios proyectos de investigación arqueológica y preside el Centro de Estudios Mirobrigenses de Ciudad Rodrigo.
Dentro de esta rigurosa obra se observa el establecimiento de barcas como recurso para atravesar ríos en ausencia de puentes, pues esto ha sido una constante en el interior peninsular a lo largo de la historia. Este estudio se centra en el Reino de León, entendiéndolo como las provincias de León, Zamora y Salamanca, acercándonos al mundo de las barcas de paso y todo lo que le rodea: al servicio prestado, a las infraestructuras requeridas, a la actividad económica desarrollada, a los conflictos generados, a sus propietarios, arrendatarios y barqueros. Un mundo que comenzó a declinar sobre todo a finales del siglo XIX y primera mitad del siglo XX, cuando se impulsó la construcción de puentes, pero que ha pervivido hasta más allá de la segunda mitad del siglo pasado.
El libro está dividido en tres partes principales, la primera dedicada al estudio propiamente dicho, la segunda consta de un catálogo muy bien documentado (aportando numerosas imágenes y cartografía) y la última parte formada por un apéndice documental, finalizando con la bibliografía requerida.
Dentro de la parte del estudio, José I. Martín hace un repaso histórico de las comunicaciones y el paso de los ríos, la función y tipología de las embarcaciones, los puertos, el servicio que prestaban las barcas, los propietarios y barqueros, el barcaje y el portazgo, las tarifas de pasaje, la construcción y reparación de las barcas, los conflictos de éstas, finalizando con la construcción de los puentes y el declive de este oficio.
El servicio que ofrecían estas comunicaciones a través de los ríos abarca desde el paso de personas y ganado, mercancías, etc. hasta el correo, el paso de tropas e incluso el contrabando. Las barcas resultaban también necesarias para la correspondencia. La diligencia de esta dependía de que el paso estuviera abierto y, por tanto también, del estado de las embarcaciones. Eran también de importancia el papel que jugaban las barcas para el movimiento de tropas. A la función logística de estos pasos móviles se unía también la estratégica pues, en ausencia de puentes, resultaban prácticamente imprescindibles para el paso de los cauces fluviales.
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Una de las particularidades que ha investigado es la propiedad de las barcas. “En el antiguo régimen, hasta la llegada del liberalismo bien entrado el siglo XIX, la mayor parte de ellas eran propiedad de la nobleza, del clero o de los concejos, y con la desamortización muchas barcas del clero, de monasterios y encomiendas salieron a la venta como bienes nacionales y se privatizaron, haciéndose cargo de ellas particulares, dando lugar a todo un oficio”.
Dentro del catálogo que José I. Martín hace en este estudio se desgrana las principales zonas de redes fluviales del Viejo Reino, recopilando datos de unas 200 de estas embarcaciones. Así, las más resaltadas son las Barcas del Duero, del Tormes, del Yeltes-Huebra, del Esla, del Bernesga, del Porma, del Órbigo o las del Sil, entre otros.
Con la construcción de puentes desaparecieron las barcas, con lo que estas pasaron a formar parte de la memoria colectiva. En palabras de F. Alonso Romero “los ríos han sido, desde la Antigüedad, una fuente de riqueza: por la aportación de recursos, en especial la pesca, por el aprovechamiento de sus aguas para el riego de los campos o por la canalización de las mismas para mover la piedra de los molinos. Los ríos han jugado también un papel destacado en la configuración de la red de comunicaciones. Por un lado, debe tenerse en cuenta que los cursos de agua han originado valles y estos han condicionado la apertura y trazado de veredas y caminos; por otro, y desde tiempos antiguos, el hombre aprovechó el lecho fluvial como vía de tránsito y surcó sus aguas recurriendo a diversos sistemas de embarcación y navegación”.
Barcas de paso en el Reino de León (De la Edad Media al siglo XX); José Ignacio Martín Benito. Coeditado (entre otros) por la Diputación de León, el Insituto Leonés de Cultura, el Centro de Estudios Astorganos 'Marcelo Macías' y el Ayuntamiento de Astorga
El autor, José I. Martín Benito, es Doctor en Historia por la Universidad de Salamanca. Ha escrito numerosos artículos en revistas y en obras colectivas, tiene publicados varios libros sobre diferentes temas de carácter histórico y de carácter literario, es director de varios proyectos de investigación arqueológica y preside el Centro de Estudios Mirobrigenses de Ciudad Rodrigo.
Dentro de esta rigurosa obra se observa el establecimiento de barcas como recurso para atravesar ríos en ausencia de puentes, pues esto ha sido una constante en el interior peninsular a lo largo de la historia. Este estudio se centra en el Reino de León, entendiéndolo como las provincias de León, Zamora y Salamanca, acercándonos al mundo de las barcas de paso y todo lo que le rodea: al servicio prestado, a las infraestructuras requeridas, a la actividad económica desarrollada, a los conflictos generados, a sus propietarios, arrendatarios y barqueros. Un mundo que comenzó a declinar sobre todo a finales del siglo XIX y primera mitad del siglo XX, cuando se impulsó la construcción de puentes, pero que ha pervivido hasta más allá de la segunda mitad del siglo pasado.
El libro está dividido en tres partes principales, la primera dedicada al estudio propiamente dicho, la segunda consta de un catálogo muy bien documentado (aportando numerosas imágenes y cartografía) y la última parte formada por un apéndice documental, finalizando con la bibliografía requerida.
Dentro de la parte del estudio, José I. Martín hace un repaso histórico de las comunicaciones y el paso de los ríos, la función y tipología de las embarcaciones, los puertos, el servicio que prestaban las barcas, los propietarios y barqueros, el barcaje y el portazgo, las tarifas de pasaje, la construcción y reparación de las barcas, los conflictos de éstas, finalizando con la construcción de los puentes y el declive de este oficio.
El servicio que ofrecían estas comunicaciones a través de los ríos abarca desde el paso de personas y ganado, mercancías, etc. hasta el correo, el paso de tropas e incluso el contrabando. Las barcas resultaban también necesarias para la correspondencia. La diligencia de esta dependía de que el paso estuviera abierto y, por tanto también, del estado de las embarcaciones. Eran también de importancia el papel que jugaban las barcas para el movimiento de tropas. A la función logística de estos pasos móviles se unía también la estratégica pues, en ausencia de puentes, resultaban prácticamente imprescindibles para el paso de los cauces fluviales.
Una de las particularidades que ha investigado es la propiedad de las barcas. “En el antiguo régimen, hasta la llegada del liberalismo bien entrado el siglo XIX, la mayor parte de ellas eran propiedad de la nobleza, del clero o de los concejos, y con la desamortización muchas barcas del clero, de monasterios y encomiendas salieron a la venta como bienes nacionales y se privatizaron, haciéndose cargo de ellas particulares, dando lugar a todo un oficio”.
Dentro del catálogo que José I. Martín hace en este estudio se desgrana las principales zonas de redes fluviales del Viejo Reino, recopilando datos de unas 200 de estas embarcaciones. Así, las más resaltadas son las Barcas del Duero, del Tormes, del Yeltes-Huebra, del Esla, del Bernesga, del Porma, del Órbigo o las del Sil, entre otros.
Con la construcción de puentes desaparecieron las barcas, con lo que estas pasaron a formar parte de la memoria colectiva. En palabras de F. Alonso Romero “los ríos han sido, desde la Antigüedad, una fuente de riqueza: por la aportación de recursos, en especial la pesca, por el aprovechamiento de sus aguas para el riego de los campos o por la canalización de las mismas para mover la piedra de los molinos. Los ríos han jugado también un papel destacado en la configuración de la red de comunicaciones. Por un lado, debe tenerse en cuenta que los cursos de agua han originado valles y estos han condicionado la apertura y trazado de veredas y caminos; por otro, y desde tiempos antiguos, el hombre aprovechó el lecho fluvial como vía de tránsito y surcó sus aguas recurriendo a diversos sistemas de embarcación y navegación”.