Luis Miguel Suárez Martínez
Domingo, 15 de Mayo de 2016

La vida lúdica por sobre todas las otras

Luis Miguel Suárez comenta la última novela de Mario Vargas Llosa, 'Cinco esquinas', barrio emblemático de Lima y de la época en que está ambientada la historia, que no es otra que la de la sociedad peruana durante las postrimerías de la dictadura de Fujimori

 

Mario Vargas Llosa, Cinco esquinas, Madrid, Alfaguara, 2016,  20,90 €.

 

 

[Img #21953]

 

 

Ambientada en las postrimerías del Perú de Fujimori, Cinco esquinas, la nueva novela de Vargas Llosa reúne tres núcleos argumentales unidos a través de diversos personajes: la relación erótica, iniciada de forma casual, entre dos mujeres casadas de la alta sociedad peruana, y cuyo desarrollo toma unos derroteros imprevistos; el acercamiento crítico al mundo del periodismo sensacionalista; y, por último, el reflejo de la situación social y política durante el régimen de Alberto Fujimori.

 

Se podría decir que es la primera línea argumental la que acaba prevaleciendo, pues no se percibe un análisis demasiado profundo de las otras dos. En efecto, se refleja aquí de manera implacable la falta de escrúpulos y la sordidez que rodean a la prensa sensacionalista —representada por la repulsiva figura de Rolando Garro y su revista Destapes— capaz de cobrarse sus propias víctimas. A modo de contraste, se muestra también la vertiente más seria y respetable del periodismo, la que se enfrenta al poder, denunciando su corrupción y sus desmanes, y que se convierte en elemento esencial de la democracia. Con todo, el tránsito de una a otra aparece reflejado en esta historia de un modo un tanto ambiguo, ya que la actitud de Julieta Leguizamón parece obedecer casi más  a motivos personales que éticos.

 

Por otra parte, aparece de fondo la convulsa situación política del Perú del momento, agitado por la continua amenaza del terrorismo de Sendero Luminoso y el MRTA, y por la deriva autoritaria del gobierno de Fujimori, cuya corrupción y cuyos abusos antidemocráticos —desde la extorsión hasta el asesinato— se encarnan en la siniestra figura de El Doctor, trasunto del entonces jefe de los Servicios Secretos Vladimiro Montesinos. No encontramos aquí —al contrario de lo es habitual en otras historias del peruano— un análisis muy complejo y sutil de las relaciones entre el poder y el individuo. El dibujo es despiadado, pero de trazos gruesos. Sirve, desde luego, para introducir una línea de intriga y puede proporcionar algún episodio de especial crudeza (como el capítulo XVIII), pero al final parece más bien un tapiz de fondo en el que se enmarcan los juegos eróticos de los protagonistas, pues, como alguno de ellos afirma (pp. 304 y 310), las terribles vicisitudes vividas terminan sirviendo para entrelazar con más firmeza sus relaciones amorosas. De hecho, la nueva etapa surgida tras la caída de Fujimori, a la que se alude en el capítulo final —situado tres años después—, apenas suscita un comentario de cuatro líneas (p. 312). Así pues, parece que la perspectiva lúdica se acaba imponiendo sobre la política.

 

Asimismo, la caracterización de los personajes no escapa a ciertos convencionalismos; en especial, la de los dos matrimonios protagonistas, representantes de la alta sociedad peruana. Si acaso en la figura de Julieta Leguizamón se advierte cierto atisbo de personalidad más matizada. En fin, casi entrañable resulta la figura de Juan Peineta, zarandeado por la vida y por las insidias de un periodista sin escrúpulos, y víctima igualmente de los manejos del poder político.

 

En cuanto al estilo, si bien la técnica narrativa de las últimas novelas de Vargas Llosa se alejaban bastante de la complejidad de otros momentos, lo cierto es que Cinco esquinas obedece a una forma aún más tradicional del relato: narrador omnisciente, cronología lineal y división en capítulos dotados de sus correspondientes epígrafes un tanto convencionales. Hasta el lenguaje resulta más sencillo y menos matizado que en otras ocasiones. Solo en el capítulo XX se ofrece, mediante el recurso a la simultaneidad de diálogos y al flash back, una mínima muestra de la técnica más renovadora, habitual en sus historias.

 

 

[Img #21954]

 

 

Sin embargo, y a pesar de todos los reparos que puedan señalarse, no cabe duda de que Vargas Llosa tiene el don de contar, y su gran talento narrativo queda de manifiesto incluso en sus obras más lúdicas. Y, así, sabe mantener siempre el interés del lector, por ejemplo a través del hábil uso de la elipsis narrativa, que permite dosificar la intriga ocultando momentáneamente determinadas informaciones. De manera que, en última instancia, la lectura de Cinco esquinas resulta ágil y placentera.

 

 

 

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.