Entre la ciudad sí y la ciudad no
Principalmente en Astorga las ofertas para distraer a los jóvenes llegan desde el ámbito del deporte o de la música: grupo de atletismo, bandas de música, conservatorio, cofradías…
Pero, ¿por qué y de qué deberían de ser distraídos los jóvenes?: De la filogénesis, de la cercanía de su ser todavía en formación a los modos de vida social más arcaicos. Estos juegos colectivos, estas melodías intentarían llevarlos más allá, vencerlos a un orden colectivo.
Lo llamativo es que a pesar de esa variedad de ofertas todavía deambulan bandas de muchachos por el orbe de la desazón, en el desparpajo de no querer ni rey ni dios ni amo.
Viven de la ciudad con la angustia de una piel impropia, no la sienten como cosa suya, sino como cubrimiento prestado, una tumba a sus correrías de fabricarse una identidad. La ciudad no es la casa de la tribu.
Su modo de transitar atenta a los modos de vida reglados de las constituciones ciudadanas.
Si hay un espacio de nomadeo, un extrarradio en el que puedan campar a su aire es que todavía faltan propuestas para que estos chicos salgan de la minoría de edad a un orden consensuado.
Dice un proverbio yoruba que para educar a un niño se precisa la tribu entera.Y antes de que el gargajo catenario los envíe a todos ellos a freír puñetas o que el cielo afluya en tufarada a las narices, habría que bachear, cómo no, en Astorga ese lugar de vivaqueo, cuanto menos de un caramillo pastoril.
Principalmente en Astorga las ofertas para distraer a los jóvenes llegan desde el ámbito del deporte o de la música: grupo de atletismo, bandas de música, conservatorio, cofradías…
Pero, ¿por qué y de qué deberían de ser distraídos los jóvenes?: De la filogénesis, de la cercanía de su ser todavía en formación a los modos de vida social más arcaicos. Estos juegos colectivos, estas melodías intentarían llevarlos más allá, vencerlos a un orden colectivo.
Lo llamativo es que a pesar de esa variedad de ofertas todavía deambulan bandas de muchachos por el orbe de la desazón, en el desparpajo de no querer ni rey ni dios ni amo.
Viven de la ciudad con la angustia de una piel impropia, no la sienten como cosa suya, sino como cubrimiento prestado, una tumba a sus correrías de fabricarse una identidad. La ciudad no es la casa de la tribu.
Su modo de transitar atenta a los modos de vida reglados de las constituciones ciudadanas.
Si hay un espacio de nomadeo, un extrarradio en el que puedan campar a su aire es que todavía faltan propuestas para que estos chicos salgan de la minoría de edad a un orden consensuado.
Dice un proverbio yoruba que para educar a un niño se precisa la tribu entera.Y antes de que el gargajo catenario los envíe a todos ellos a freír puñetas o que el cielo afluya en tufarada a las narices, habría que bachear, cómo no, en Astorga ese lugar de vivaqueo, cuanto menos de un caramillo pastoril.




