La infeliz felicidad
La finalidad del ser humano en este mundo, según los cánones de la trayectoria vital, es encontrar La Felicidad. Llegar a ser feliz.
En la búsqueda de La Felicidad, a lo largo de la historia, hombres sesudos han dado vueltas y más vueltas a la cabeza filosofando, razonando, teorizando… y en cada vuelta de cabeza más confusión han generado sobre la tan ansiada entelequia de Felicidad.
“La Felicidad está en la Naturaleza”, “La Felicidad está en el acomodo vital”, “La Felicidad está en el trabajo”, “La Felicidad está en uno mismo”…
La Felicidad se suele confundir con muchas cosas: con acumular dinero; con tener trabajo; con tener un coche grande, más grande; con estar acompañado, ya sea mal o bien, pero acompañado, porque se supone que la soledad es la antifelicidad… Pero, no, a pesar de tener todo eso el hombre se siente insatisfecho, no se siente feliz, busca y busca otros caminos que además de cierta satisfacción le den felicidad. Unos cambian de pareja, otros cambian de casa, de coche, de trabajo…; otros no cambian nada y esperan con desazón a que les caiga la lotería suponiendo que eso les aportará la eterna Felicidad.
Ciertamente todos queremos la llamada Felicidad en nuestra vida, entendiendo por felicidad un estado idílico de paraíso, una satisfacción permanente y profunda del hecho de vivir, un equilibrio entre conocimiento y contentamiento.
Si nos encontramos con una persona incauta, ya sea en el campo o en la ciudad, una persona simple, sin ambiciones ni preocupaciones, una persona corta de razonamientos, una persona curiosamente mal llamada: 'infeliz', no podemos sustraernos al pensamiento de considerar con cierta envidia la felicidad de ese 'infeliz'.
“Mírale que feliz es ese infeliz”. Estamos seguros de que esa persona que “no piensa ni tiene pretensiones” es feliz, tiene una vida feliz, tiene, podíamos decir, una felicidad garantizada. Pero si nos propusieran alcanzar nuestra ansiada felicidad de una manera inmediata cambiando nuestra naturaleza cuestionante por una naturaleza no pensante, es decir, cambiar nuestra vida por la de ese infeliz/feliz, no lo haríamos. Nos horrorizaría. Nos parecería que perderíamos en el cambio, que sería un retroceso en nuestra vida. Sin embargo ganaríamos el anhelante estado de Felicidad ¡Seríamos por fin felices!
Entonces, qué preferimos: alcanzar la Felicidad siendo un ingenuo/cándido que pasa el tiempo riéndose tontamente de las cosas más banales, o ser un ser infeliz (no-feliz) que utiliza su tiempo en cuestionarse la existencia de su vida y leer a Proust (por ejemplo).
¡Que complicado el ser humano!
Oh tempora Oh mores
La finalidad del ser humano en este mundo, según los cánones de la trayectoria vital, es encontrar La Felicidad. Llegar a ser feliz.
En la búsqueda de La Felicidad, a lo largo de la historia, hombres sesudos han dado vueltas y más vueltas a la cabeza filosofando, razonando, teorizando… y en cada vuelta de cabeza más confusión han generado sobre la tan ansiada entelequia de Felicidad.
“La Felicidad está en la Naturaleza”, “La Felicidad está en el acomodo vital”, “La Felicidad está en el trabajo”, “La Felicidad está en uno mismo”…
La Felicidad se suele confundir con muchas cosas: con acumular dinero; con tener trabajo; con tener un coche grande, más grande; con estar acompañado, ya sea mal o bien, pero acompañado, porque se supone que la soledad es la antifelicidad… Pero, no, a pesar de tener todo eso el hombre se siente insatisfecho, no se siente feliz, busca y busca otros caminos que además de cierta satisfacción le den felicidad. Unos cambian de pareja, otros cambian de casa, de coche, de trabajo…; otros no cambian nada y esperan con desazón a que les caiga la lotería suponiendo que eso les aportará la eterna Felicidad.
Ciertamente todos queremos la llamada Felicidad en nuestra vida, entendiendo por felicidad un estado idílico de paraíso, una satisfacción permanente y profunda del hecho de vivir, un equilibrio entre conocimiento y contentamiento.
Si nos encontramos con una persona incauta, ya sea en el campo o en la ciudad, una persona simple, sin ambiciones ni preocupaciones, una persona corta de razonamientos, una persona curiosamente mal llamada: 'infeliz', no podemos sustraernos al pensamiento de considerar con cierta envidia la felicidad de ese 'infeliz'.
“Mírale que feliz es ese infeliz”. Estamos seguros de que esa persona que “no piensa ni tiene pretensiones” es feliz, tiene una vida feliz, tiene, podíamos decir, una felicidad garantizada. Pero si nos propusieran alcanzar nuestra ansiada felicidad de una manera inmediata cambiando nuestra naturaleza cuestionante por una naturaleza no pensante, es decir, cambiar nuestra vida por la de ese infeliz/feliz, no lo haríamos. Nos horrorizaría. Nos parecería que perderíamos en el cambio, que sería un retroceso en nuestra vida. Sin embargo ganaríamos el anhelante estado de Felicidad ¡Seríamos por fin felices!
Entonces, qué preferimos: alcanzar la Felicidad siendo un ingenuo/cándido que pasa el tiempo riéndose tontamente de las cosas más banales, o ser un ser infeliz (no-feliz) que utiliza su tiempo en cuestionarse la existencia de su vida y leer a Proust (por ejemplo).
¡Que complicado el ser humano!
Oh tempora Oh mores




