Niñez y pobreza
De continuo, nos asaltan las estadísticas, los sondeos, las predicciones. Vivimos en un mundo en el que todo se milimetra, se tasa, se controla..., en busca siempre de lo previsible y de lo que conviene a algunos, nunca al bien común.
Una de las últimas estadísticas da un dato alarmante, aunque parece que, también ante él, como frente a tantas otras cosas, la sociedad vive anestesiada, como si diera todo igual, con tal de que a nosotros no nos toque.
Y este dato es que uno de cada cuatro niños españoles vive bajo el umbral de la pobreza. ¿No es esto una desgracia para un país como el nuestro, en el que tantos gobernantes sacan pecho de lo bien que nos va? Y es, desde luego, un rémora para el futuro de un país que se quiere civilizado, desarrollado, equilibrado.
Las desigualdades crecen en España, dicen también las estadísticas. La pobreza se hereda. De ahí que un cuarto de los niños españoles exista hoy en la pobreza y bajo los mínimos que exigiría cualquier dignidad.
Las soluciones son pequeñas, están al alcance de la mano del estado y de la sociedad, pero hay que tener voluntad de ponerlas en marcha, de aplicarlas. Que los niños más necesitados no pasen hambre, para ello una herramienta muy adecuada son los comedores escolares, que tendrían que estar abiertos incluso en vacaciones.
Otra tarea para vigilar y atender esas necesidades básicas de los niños es la que han de desarrollar los servicios sociales, que el estado tendría que dinamizar, sin recortar presupuestos.
Y sabemos que hay también tareas benéficas y civilizadoras que realizan determinadas ONGs de atender los horarios extraescolares de los niños, ayudándoles a hacer los deberes, día a día, y a mejorar su base académica.
Niñez y pobreza. Una desgraciada realidad hoy en España, que parecería mentira que pudiera llegar a existir. Frente y pese a tantas motos como nos venden. Esto es un lastre mayor de lo que parece para el futuro de nuestro país, si no se le pone remedio, un remedio que, paradójicamente, existiría si hubiera voluntad de aplicarlo.
De continuo, nos asaltan las estadísticas, los sondeos, las predicciones. Vivimos en un mundo en el que todo se milimetra, se tasa, se controla..., en busca siempre de lo previsible y de lo que conviene a algunos, nunca al bien común.
Una de las últimas estadísticas da un dato alarmante, aunque parece que, también ante él, como frente a tantas otras cosas, la sociedad vive anestesiada, como si diera todo igual, con tal de que a nosotros no nos toque.
Y este dato es que uno de cada cuatro niños españoles vive bajo el umbral de la pobreza. ¿No es esto una desgracia para un país como el nuestro, en el que tantos gobernantes sacan pecho de lo bien que nos va? Y es, desde luego, un rémora para el futuro de un país que se quiere civilizado, desarrollado, equilibrado.
Las desigualdades crecen en España, dicen también las estadísticas. La pobreza se hereda. De ahí que un cuarto de los niños españoles exista hoy en la pobreza y bajo los mínimos que exigiría cualquier dignidad.
Las soluciones son pequeñas, están al alcance de la mano del estado y de la sociedad, pero hay que tener voluntad de ponerlas en marcha, de aplicarlas. Que los niños más necesitados no pasen hambre, para ello una herramienta muy adecuada son los comedores escolares, que tendrían que estar abiertos incluso en vacaciones.
Otra tarea para vigilar y atender esas necesidades básicas de los niños es la que han de desarrollar los servicios sociales, que el estado tendría que dinamizar, sin recortar presupuestos.
Y sabemos que hay también tareas benéficas y civilizadoras que realizan determinadas ONGs de atender los horarios extraescolares de los niños, ayudándoles a hacer los deberes, día a día, y a mejorar su base académica.
Niñez y pobreza. Una desgraciada realidad hoy en España, que parecería mentira que pudiera llegar a existir. Frente y pese a tantas motos como nos venden. Esto es un lastre mayor de lo que parece para el futuro de nuestro país, si no se le pone remedio, un remedio que, paradójicamente, existiría si hubiera voluntad de aplicarlo.
