La juventud de Cordero en Santiago de Millas (III)
![[Img #22421]](upload/img/periodico/img_22421.jpg)
Corría la fiesta de San Pedro del año 1814 cuando se hizo cargo de la parroquia Don Patricio Rubio Martínez y a los pocos días comenzó la ingente tarea de dar cumplimiento a las directrices del obispo, a quien visitó varias veces Santiago en el Palacio de Astorga.
Santiago Alonso fue uno de los contadores, el principal para ir tratando de hacer las cuentas pasadas de las diferentes cofradías y hasta se le pidieron cuentas al Mayordomo de Fábrica. Así le pidió cuentas por el año de 1814 a José Franco Fernández; por el 1815 a Santiago García. Por Domingo Franco, maragato arriero, las dio su mujer María Rodríguez. En 1816 pidió cuentas a Miguel Ares, por el barrio de arriba y a Manuel Franco Alonso por el de abajo. En 1817 a Ventura Franco por el de arriba y a la mujer de José Pollán por haber muerto este, como representante del barrio de abajo, también le pide cuentas en ese año a Francisco Rodríguez Celada por la iglesia de San Juan. Cordero ha de continuar multiplicando su actividad contabilizadora para dar remate a otras revisiones como la del año 1819 que comprende mayordomos en los diferentes barrios y advocaciones como a Miguel Pérez Alonso y Juan Franco, En 1920 serán Pedro Alonso y Silvestre Franco. En 1921 son Santos Rodríguez y Jerónimo Pérez a quienes pide cuentas. También tuvo que meterse en el lío de la testamentaría del recientemente fallecido cura del pueblo, Don Nicolás Rodríguez, de cuya incuria estaban todos padeciendo y muy en especial Alonso Cordero.
Así Cordero comenzaba a saber que la iglesia tenía doce fanegas de trigo como primicias y veinticinco de centeno que recibía como renta. De estas fanegas cuatro se le pagaban al sacristán. A la hora de los maravedises, de 33 fanegas sacaba 924,pero había otros ingresos como el de la renta de la huerta, la capellanía de San Lucas, las sepulturas. Claro que los gastos eran como el pago del cierre de sepulturas, la compostura de campanas, el incienso, las hachas de cera, el pago del foro al Excelentísimo Señor Conde de Miranda, el retejo, los 50 reales del día del patrono, el señalaje de los negrillos, los oleos, la oblata, el lavado de ropa, el quitar el monumento, la vinajera recompuesta. Y así los años, ocho años de tomar cuentas de fábrica, sabiendo de la huerta de Curillas, del Cañal, del Lobato censo de Josefa en Robledino, del apretar campanas, de los pagos retrasados como el del valor de una encina seca para la maza de la campana grande, regulada por los maestros campaneros José Amor y Santiago Fernández. También se contabilizaban las caridades, las libras de aceite, la contribución territorial, los dineros por cantería al ‘destrianés’ Manuel de Arriba. En 1817 Ventura Rodríguez, durante 31 días, acarrea piedra para la cerca de la iglesia y la prestación de la persona, del carro y de la pareja de bueyes está estipulado en 19 reales por día. Y se dio pan, leña, sopas y salario al maestro y oficiales de la cerca por un valor de 589 reales.
![[Img #22422]](upload/img/periodico/img_22422.jpg)
- Buen trabajo, muchachos, dijo Cordero entonces.
Otras veces en el pueblo hay gallegos que criban arena y la transportan en carros del pueblo desde el río de Morales. Se compran sogas para las campanas a un real por pieza. El trabajo de la cerca y los gallegos coletea por mucho tiempo en estas cuentas que tan bien conoce Alonso Cordero; pues él es nombrado contador por el cura. Hay que quitar goteras, cubrir campanarios, colocar vidrieras en el coro. Pasan por su mano las fanegas, los cuartales, los celemines. Y luego, a la muerte de Nicolás Rodríguez ha de meterse en el asunto de lo que se debe. Al cura le habían ido entregando los mayordomos la cantidad de 13631 reales. ¿Dónde estaban? Es cierto que 200 reales eran los correspondientes al amito, cíngulo, alba, manípulo, estola y casulla con que le amortajaron el cura de Bustos de la Sequeda y el de Castrillo de la Valduerna. De ese dinero pudieron justificar 12000 reales en los planos del crucero de la iglesia, en el monumento, en varas de cinta para amitos, en plantar los negrillos a la puerta de las iglesias, en vinajeras, hachas, cajas de lata para las hostias, limpieza de metales, cierres de piedra de los medianiles de huertas como la del Cañal y San Lucas, cinco faroles, palios e hijuelas de abalorio, la compostura del pendón encarnado, los encajes de albas. 2190 reales corresponden al nuevo monumento que le hizo Miguel Alonso en Astorga, más sus hacheros, el traslado en carros, su dorado, pintado y plateado, que lo realizó Francisco Ballesteros, astorgano. El cerco de la iglesia costó 4500 maravedíes. Se deshizo y rehízo el chapitel de la torre y cien cachivaches más.
La amistad con el obispo Guillermo y la intensa con el párroco Patricio le forzaban a seguir colaborando. Y en sus vueltas de viajes por España adelante, siempre estaba la iniciativa de Santiago, que veía novedades y trataba de que su pueblo fuera, en la medida de lo posible, el más maravilloso de su existencia. Por eso hasta el año34 en que ya definitivamente se asienta como vecino madrileño, ya sin alternancia, Alonso Cordero interviene como contador en la fábrica de la iglesia y en las distintas ermitas del pueblo. Es el árbitro indiscutible en la salsa y el pimiento de todas las comidas.
![[Img #22424]](upload/img/periodico/img_22424.jpg)
Pero todavía continuará tomando cuentas a Santiago Rodríguez. Las rentas de la fábrica están condicionadas por el gobierno de las cortes (es el año 1822). Su amistad de hombre imparcial le hacen el indiscutible ante Miguel Celada, ante Jerónimo Franco, a Gregorio de la Fuente, a Miguel Rodríguez, a Miguel Franco, a esteban Luengo, a Tomás Alonso, a Pedro García, a José Franco Sampedro, a Pedro Alonso ‘menor’, a Santiago Franco, a Francisco Rodríguez, a Tomás Luengo, a Manuel Áres, a Silvestre Franco. Y aquí, de pronto, a partir de San Juan de 1834 desaparece el nombre de Santiago Alonso Cordero como guiso fundamental de cualquier actividad eclesial o paraeclesial de Santiago de Millas. Es ya el año de la desamortización. Y Mendizábal va a ser su gran protector y amigo, aunque esta amistad haya de traer graves contratiempos a ambas familias.
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Corría la fiesta de San Pedro del año 1814 cuando se hizo cargo de la parroquia Don Patricio Rubio Martínez y a los pocos días comenzó la ingente tarea de dar cumplimiento a las directrices del obispo, a quien visitó varias veces Santiago en el Palacio de Astorga.
Santiago Alonso fue uno de los contadores, el principal para ir tratando de hacer las cuentas pasadas de las diferentes cofradías y hasta se le pidieron cuentas al Mayordomo de Fábrica. Así le pidió cuentas por el año de 1814 a José Franco Fernández; por el 1815 a Santiago García. Por Domingo Franco, maragato arriero, las dio su mujer María Rodríguez. En 1816 pidió cuentas a Miguel Ares, por el barrio de arriba y a Manuel Franco Alonso por el de abajo. En 1817 a Ventura Franco por el de arriba y a la mujer de José Pollán por haber muerto este, como representante del barrio de abajo, también le pide cuentas en ese año a Francisco Rodríguez Celada por la iglesia de San Juan. Cordero ha de continuar multiplicando su actividad contabilizadora para dar remate a otras revisiones como la del año 1819 que comprende mayordomos en los diferentes barrios y advocaciones como a Miguel Pérez Alonso y Juan Franco, En 1920 serán Pedro Alonso y Silvestre Franco. En 1921 son Santos Rodríguez y Jerónimo Pérez a quienes pide cuentas. También tuvo que meterse en el lío de la testamentaría del recientemente fallecido cura del pueblo, Don Nicolás Rodríguez, de cuya incuria estaban todos padeciendo y muy en especial Alonso Cordero.
Así Cordero comenzaba a saber que la iglesia tenía doce fanegas de trigo como primicias y veinticinco de centeno que recibía como renta. De estas fanegas cuatro se le pagaban al sacristán. A la hora de los maravedises, de 33 fanegas sacaba 924,pero había otros ingresos como el de la renta de la huerta, la capellanía de San Lucas, las sepulturas. Claro que los gastos eran como el pago del cierre de sepulturas, la compostura de campanas, el incienso, las hachas de cera, el pago del foro al Excelentísimo Señor Conde de Miranda, el retejo, los 50 reales del día del patrono, el señalaje de los negrillos, los oleos, la oblata, el lavado de ropa, el quitar el monumento, la vinajera recompuesta. Y así los años, ocho años de tomar cuentas de fábrica, sabiendo de la huerta de Curillas, del Cañal, del Lobato censo de Josefa en Robledino, del apretar campanas, de los pagos retrasados como el del valor de una encina seca para la maza de la campana grande, regulada por los maestros campaneros José Amor y Santiago Fernández. También se contabilizaban las caridades, las libras de aceite, la contribución territorial, los dineros por cantería al ‘destrianés’ Manuel de Arriba. En 1817 Ventura Rodríguez, durante 31 días, acarrea piedra para la cerca de la iglesia y la prestación de la persona, del carro y de la pareja de bueyes está estipulado en 19 reales por día. Y se dio pan, leña, sopas y salario al maestro y oficiales de la cerca por un valor de 589 reales.
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- Buen trabajo, muchachos, dijo Cordero entonces.
Otras veces en el pueblo hay gallegos que criban arena y la transportan en carros del pueblo desde el río de Morales. Se compran sogas para las campanas a un real por pieza. El trabajo de la cerca y los gallegos coletea por mucho tiempo en estas cuentas que tan bien conoce Alonso Cordero; pues él es nombrado contador por el cura. Hay que quitar goteras, cubrir campanarios, colocar vidrieras en el coro. Pasan por su mano las fanegas, los cuartales, los celemines. Y luego, a la muerte de Nicolás Rodríguez ha de meterse en el asunto de lo que se debe. Al cura le habían ido entregando los mayordomos la cantidad de 13631 reales. ¿Dónde estaban? Es cierto que 200 reales eran los correspondientes al amito, cíngulo, alba, manípulo, estola y casulla con que le amortajaron el cura de Bustos de la Sequeda y el de Castrillo de la Valduerna. De ese dinero pudieron justificar 12000 reales en los planos del crucero de la iglesia, en el monumento, en varas de cinta para amitos, en plantar los negrillos a la puerta de las iglesias, en vinajeras, hachas, cajas de lata para las hostias, limpieza de metales, cierres de piedra de los medianiles de huertas como la del Cañal y San Lucas, cinco faroles, palios e hijuelas de abalorio, la compostura del pendón encarnado, los encajes de albas. 2190 reales corresponden al nuevo monumento que le hizo Miguel Alonso en Astorga, más sus hacheros, el traslado en carros, su dorado, pintado y plateado, que lo realizó Francisco Ballesteros, astorgano. El cerco de la iglesia costó 4500 maravedíes. Se deshizo y rehízo el chapitel de la torre y cien cachivaches más.
La amistad con el obispo Guillermo y la intensa con el párroco Patricio le forzaban a seguir colaborando. Y en sus vueltas de viajes por España adelante, siempre estaba la iniciativa de Santiago, que veía novedades y trataba de que su pueblo fuera, en la medida de lo posible, el más maravilloso de su existencia. Por eso hasta el año34 en que ya definitivamente se asienta como vecino madrileño, ya sin alternancia, Alonso Cordero interviene como contador en la fábrica de la iglesia y en las distintas ermitas del pueblo. Es el árbitro indiscutible en la salsa y el pimiento de todas las comidas.
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Pero todavía continuará tomando cuentas a Santiago Rodríguez. Las rentas de la fábrica están condicionadas por el gobierno de las cortes (es el año 1822). Su amistad de hombre imparcial le hacen el indiscutible ante Miguel Celada, ante Jerónimo Franco, a Gregorio de la Fuente, a Miguel Rodríguez, a Miguel Franco, a esteban Luengo, a Tomás Alonso, a Pedro García, a José Franco Sampedro, a Pedro Alonso ‘menor’, a Santiago Franco, a Francisco Rodríguez, a Tomás Luengo, a Manuel Áres, a Silvestre Franco. Y aquí, de pronto, a partir de San Juan de 1834 desaparece el nombre de Santiago Alonso Cordero como guiso fundamental de cualquier actividad eclesial o paraeclesial de Santiago de Millas. Es ya el año de la desamortización. Y Mendizábal va a ser su gran protector y amigo, aunque esta amistad haya de traer graves contratiempos a ambas familias.






