ENTREVISTA
La dureza inexpugnable de la princesa de Éboli y Teresa de Jesús
‘El castillo de diamante’, la novela de Juan Manuel de Prada se presentaba este miércoles en Astorga, un libro tumbativo, modelo de prosa clásica que es moderna, y de prosa moderna que enraíza en la clásica. Astorgaredacción estuvo allí y no desperdició la ocasión de entrevistar al autor que anunció también la edición de su próxima novela, 'Mirlo blanco, cisne negro'
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Eloy Rubio Carro: Las Moradas, el castillo interior, el castillo de diamante. Si tuviéramos que comparar esa interioridad con una joya ¿Por qué el diamante?
Juan Manuel de Prada: Yo creo que más que con una joya, que también, en la novela pretendía mostrar con este título la dureza, la resistencia…Las dos protagonistas de mi novela son mujeres fuertes, que no están dispuestas a ceder, a dejarse resquebrajar. Esta es la raíz del conflicto entre ambas, que ninguna cede. Santa Teresa utiliza la imagen del diamante, pues ella nos habla de que el alma es la casa, la morada de Cristo y por ello con tal inquilino se convierte en algo precioso, pero en mi novela lo del diamante viene a cuento por el choque entre esas dos mujeres indestructibles…
En su novela, tal como parece haber sido, se produce un choque entre las personalidades de Ana de Mendoza y Teresa de Jesús. Este choque era inevitable por la inmensa atracción que se tuvieron. ¿Eran sus inquietudes espirituales y mundanas tan similares como se dice?
Eran ambas muy originales, muy emprendedoras y ambas tenían una inquietud muy grande por conseguir aquello que se proponían. En el caso de Santa Teresa, su afán era de tipo espiritual, en el caso de la de Éboli era de tipo mundano. Pero eso no quiere decir que Santa Teresa no tuviese habilidades mundanas o que la princesa no tuviera inquietudes espirituales, lo que pasa es que chocaban totalmente. En lo espiritual Santa Teresa era una mujer de una espiritualidad nueva, exigente; la princesa era una mujer de una espiritualidad más rezagada o más rutinaria. En el caso de su inquietud política la princesa era una mujer de gran ambición y Santa Teresa no tenía ambición mundana, pero sí quería utilizar a los poderosos de su tiempo en beneficio de su reforma. En definitiva, siendo dos mujeres con vocaciones parecidas, sus objetivos eran distintos, esto hace que choquen.
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Si como dice estos personajes femeninos no eran excepción en su época, ¿a qué se debe que sólo conozcamos excepcionalmente otros personajes femeninos interesantes de la misma época dignos de una novela, o dignos de ser conocidos?
Lo que distingue a Santa Teresa no es que fuese la única mujer a la que se le permitió hacer algo que en aquella época no pudieran hacer las mujeres, esto es falso, hubo decenas o cientos de mujeres que hicieron cosas semejantes a Santa Teresa, pero ella era una mujer genial, una mujer con mayor habilidad para desarrollar la misión que se propuso, una mujer más equilibrada. Más allá de que hoy en día la podamos ver como una mujer muy desaforada, era una mujer con la capacidad para alternar su faceta mística con su faceta de mujer que se sabe desenvolver en el mundo de las intrigas. Digamos que era una mujer más hábil y más genial que las mujeres de su tiempo, pero como ella hubo otras muchas, en mi novela salen dos de ellas, María de Jesús de Yepes y Catalina de Cardona que trataron de hacer lo mismo que ella, y no es que fracasaran, porque María Jesús de Yepes consiguió fundar un convento en Alcalá de Henares con patrocinio directo de la hermana del rey y Doña Catalina de Cardona logró fundar varios conventos y fue una mujer muy beneficiada por las grandes familias de la época; pero les faltaba la verdad y la genialidad de Santa Teresa.
¿Cuáles eran las cualidades mundanas de Santa Teresa que llegaba a ser capaz de unificar en su proyecto a Casas tan enfrentadas como eran la de Éboli o la de Alba?
Santa Teresa era una gran seductora, muy original, de tal manera que era muy difícil desarrollar una estrategia contra ella. La gente que trataba de desbordarla o de desarmarla con una estrategia prevista, pronto se veía con el pie cambiado, pues ella salía por otro lado y lograba desarbolar a sus contrincantes. También que era una mujer con mucho sentido del humor, con una gran habilidad para reírse de todo el mundo, empezando por sí misma, y esto que al principio desconcertaba, terminaba agradando a las personas con las que trataba. Pero la razón fundamental por la cual ella fue capaz de sacar partido tanto de la familia de Alba, como de la familia de Éboli, es porque fue apoyada por Felipe II, por eso cuando se dice que a Santa Teresa la persiguió la Inquisición solo un insipiente puede mantener eso, pues la Inquisición era un tribunal de dependencia del rey, era un tribunal que aunque juzgaba delitos religiosos, por prerrogativa del Papa a los Reyes Católicos, y a diferencia de otros tribunales de la Inquisición de otros países que sí dependían de Roma, el tribunal de la Inquisición española dependía del rey. La mayor habilidad de santa Teresa fue ganarse a Felipe II.
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Ese choque de trenes parece ser un ‘choque de incomprensión’. Pero la mayor incomprensión es ontológica. Éboli no concibe un mundo de Dios en el cual éste distinga a alguien venido de clase humilde como es el caso de Teresa. ¿Es esta incomprensión la que dinamiza ‘El castillo de diamante’?
No exactamente, pero es uno de los rasgos del dinamismo de la novela. De hecho cuando Santa Teresa funda en Pastrana, la princesa pretende que las novicias que entren en el convento sean hijas de familias nobles y Santa Teresa nunca se avino a este requisito. Santa Teresa aceptaba a novicias de cualquier clase y condición. Era una mujer que por proceder de una familia de judíos conversos, aunque en este caso hubieran conseguido la hidalguía, no tenía escrúpulos sociales y tal vez ni siquiera esto fuera la causa, sino el haber hecho una lectura plena y sincera de lo que es el evangelio, pues Cristo tampoco miró la procedencia social de sus seguidores, y eso sí chocaba con estos círculos poderosos.
Aunque tampoco se puede decir que la princesa de Éboli fuera una mujer clasista, pues para empezar se casa con un hombre que no es noble, el príncipe de Éboli simplemente era un ‘menino’ de la corte de la emperatriz Isabel que viene cuando la emperatriz se casa con el Emperador Carlos, y a partir de ahí lo señalan como amigo de juegos del príncipe Felipe, y es Felipe quien luego lo va a hacer crecer en la corte, pero, mientras Ana de Mendoza era una mujer de la nobleza más recia y más vieja de Castilla, la casa de Mendoza, el príncipe de Éboli, Ruy Gómez, no era un hombre de una nobleza rancia. No era lo que se dice una mujer clasista.
Sin embargo la envidia de la princesa surge no en tanto que Santa Teresa pertenezca a otra clase, sino porque en mi novela la princesa detenta una importante vocación religiosa, ella también querría tener coloquios con Dios, quisiera tener aquella intimidad con Dios y no lo consigue y por eso tiene envidia de una mujer como Santa Teresa que, en cambio, siendo mucho menos que ella, tiene ese don que ella no puede tener.
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¿Es, 'El castillo de diamante' en cierto modo una novela histórica? Se lo digo porque hay ciertas corrientes que menosprecian la novela histórica a la que consideran subgénero típicamente popular (igual que la novela policíaca) mientras otras defienden otros tipos de novelas más intelectuales como la autoficción y la metanovela. Cosa que tiene que ver con la nueva novela que usted ha proclamado aquí que va a publicar en otoño.
Puede tener algo que ver. Mi nueva novela que se titulará 'Mirlo blanco, cisne negro', tiene elementos de pura ficción en un noventa por ciento, pero cuenta con otro diez por ciento de elementos de la propia experiencia y en ese sentido sí que tiene un toque de autoficción, pero es novela pura...
A mí me encantan los géneros populares, soy un fan de estos géneros, el problema es que la novela histórica se ha utilizado ideológicamente, queriendo presentar épocas del pasado desde la óptica de nuestro tiempo y a mí eso me parece una deslealtad tremenda, se trata de utilizar a personajes de otra época para deslizar tesis políticas o religiosas anacrónicas en aquella época, y a mí esto es lo que me molesta, pero la novela histórica o policiaca si son buenas novelas me encantan. En el caso de la novela histórica me parece que se usa como una vía de mistificación y de confusión para los lectores que se hacen ideas estrafalarias de otras épocas, dándose fenómenos de autores como Dan Brown que han convertido la novela histórica en un disparate ...
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Eloy Rubio Carro: Las Moradas, el castillo interior, el castillo de diamante. Si tuviéramos que comparar esa interioridad con una joya ¿Por qué el diamante?
Juan Manuel de Prada: Yo creo que más que con una joya, que también, en la novela pretendía mostrar con este título la dureza, la resistencia…Las dos protagonistas de mi novela son mujeres fuertes, que no están dispuestas a ceder, a dejarse resquebrajar. Esta es la raíz del conflicto entre ambas, que ninguna cede. Santa Teresa utiliza la imagen del diamante, pues ella nos habla de que el alma es la casa, la morada de Cristo y por ello con tal inquilino se convierte en algo precioso, pero en mi novela lo del diamante viene a cuento por el choque entre esas dos mujeres indestructibles…
En su novela, tal como parece haber sido, se produce un choque entre las personalidades de Ana de Mendoza y Teresa de Jesús. Este choque era inevitable por la inmensa atracción que se tuvieron. ¿Eran sus inquietudes espirituales y mundanas tan similares como se dice?
Eran ambas muy originales, muy emprendedoras y ambas tenían una inquietud muy grande por conseguir aquello que se proponían. En el caso de Santa Teresa, su afán era de tipo espiritual, en el caso de la de Éboli era de tipo mundano. Pero eso no quiere decir que Santa Teresa no tuviese habilidades mundanas o que la princesa no tuviera inquietudes espirituales, lo que pasa es que chocaban totalmente. En lo espiritual Santa Teresa era una mujer de una espiritualidad nueva, exigente; la princesa era una mujer de una espiritualidad más rezagada o más rutinaria. En el caso de su inquietud política la princesa era una mujer de gran ambición y Santa Teresa no tenía ambición mundana, pero sí quería utilizar a los poderosos de su tiempo en beneficio de su reforma. En definitiva, siendo dos mujeres con vocaciones parecidas, sus objetivos eran distintos, esto hace que choquen.
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Si como dice estos personajes femeninos no eran excepción en su época, ¿a qué se debe que sólo conozcamos excepcionalmente otros personajes femeninos interesantes de la misma época dignos de una novela, o dignos de ser conocidos?
Lo que distingue a Santa Teresa no es que fuese la única mujer a la que se le permitió hacer algo que en aquella época no pudieran hacer las mujeres, esto es falso, hubo decenas o cientos de mujeres que hicieron cosas semejantes a Santa Teresa, pero ella era una mujer genial, una mujer con mayor habilidad para desarrollar la misión que se propuso, una mujer más equilibrada. Más allá de que hoy en día la podamos ver como una mujer muy desaforada, era una mujer con la capacidad para alternar su faceta mística con su faceta de mujer que se sabe desenvolver en el mundo de las intrigas. Digamos que era una mujer más hábil y más genial que las mujeres de su tiempo, pero como ella hubo otras muchas, en mi novela salen dos de ellas, María de Jesús de Yepes y Catalina de Cardona que trataron de hacer lo mismo que ella, y no es que fracasaran, porque María Jesús de Yepes consiguió fundar un convento en Alcalá de Henares con patrocinio directo de la hermana del rey y Doña Catalina de Cardona logró fundar varios conventos y fue una mujer muy beneficiada por las grandes familias de la época; pero les faltaba la verdad y la genialidad de Santa Teresa.
¿Cuáles eran las cualidades mundanas de Santa Teresa que llegaba a ser capaz de unificar en su proyecto a Casas tan enfrentadas como eran la de Éboli o la de Alba?
Santa Teresa era una gran seductora, muy original, de tal manera que era muy difícil desarrollar una estrategia contra ella. La gente que trataba de desbordarla o de desarmarla con una estrategia prevista, pronto se veía con el pie cambiado, pues ella salía por otro lado y lograba desarbolar a sus contrincantes. También que era una mujer con mucho sentido del humor, con una gran habilidad para reírse de todo el mundo, empezando por sí misma, y esto que al principio desconcertaba, terminaba agradando a las personas con las que trataba. Pero la razón fundamental por la cual ella fue capaz de sacar partido tanto de la familia de Alba, como de la familia de Éboli, es porque fue apoyada por Felipe II, por eso cuando se dice que a Santa Teresa la persiguió la Inquisición solo un insipiente puede mantener eso, pues la Inquisición era un tribunal de dependencia del rey, era un tribunal que aunque juzgaba delitos religiosos, por prerrogativa del Papa a los Reyes Católicos, y a diferencia de otros tribunales de la Inquisición de otros países que sí dependían de Roma, el tribunal de la Inquisición española dependía del rey. La mayor habilidad de santa Teresa fue ganarse a Felipe II.
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Ese choque de trenes parece ser un ‘choque de incomprensión’. Pero la mayor incomprensión es ontológica. Éboli no concibe un mundo de Dios en el cual éste distinga a alguien venido de clase humilde como es el caso de Teresa. ¿Es esta incomprensión la que dinamiza ‘El castillo de diamante’?
No exactamente, pero es uno de los rasgos del dinamismo de la novela. De hecho cuando Santa Teresa funda en Pastrana, la princesa pretende que las novicias que entren en el convento sean hijas de familias nobles y Santa Teresa nunca se avino a este requisito. Santa Teresa aceptaba a novicias de cualquier clase y condición. Era una mujer que por proceder de una familia de judíos conversos, aunque en este caso hubieran conseguido la hidalguía, no tenía escrúpulos sociales y tal vez ni siquiera esto fuera la causa, sino el haber hecho una lectura plena y sincera de lo que es el evangelio, pues Cristo tampoco miró la procedencia social de sus seguidores, y eso sí chocaba con estos círculos poderosos.
Aunque tampoco se puede decir que la princesa de Éboli fuera una mujer clasista, pues para empezar se casa con un hombre que no es noble, el príncipe de Éboli simplemente era un ‘menino’ de la corte de la emperatriz Isabel que viene cuando la emperatriz se casa con el Emperador Carlos, y a partir de ahí lo señalan como amigo de juegos del príncipe Felipe, y es Felipe quien luego lo va a hacer crecer en la corte, pero, mientras Ana de Mendoza era una mujer de la nobleza más recia y más vieja de Castilla, la casa de Mendoza, el príncipe de Éboli, Ruy Gómez, no era un hombre de una nobleza rancia. No era lo que se dice una mujer clasista.
Sin embargo la envidia de la princesa surge no en tanto que Santa Teresa pertenezca a otra clase, sino porque en mi novela la princesa detenta una importante vocación religiosa, ella también querría tener coloquios con Dios, quisiera tener aquella intimidad con Dios y no lo consigue y por eso tiene envidia de una mujer como Santa Teresa que, en cambio, siendo mucho menos que ella, tiene ese don que ella no puede tener.
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¿Es, 'El castillo de diamante' en cierto modo una novela histórica? Se lo digo porque hay ciertas corrientes que menosprecian la novela histórica a la que consideran subgénero típicamente popular (igual que la novela policíaca) mientras otras defienden otros tipos de novelas más intelectuales como la autoficción y la metanovela. Cosa que tiene que ver con la nueva novela que usted ha proclamado aquí que va a publicar en otoño.
Puede tener algo que ver. Mi nueva novela que se titulará 'Mirlo blanco, cisne negro', tiene elementos de pura ficción en un noventa por ciento, pero cuenta con otro diez por ciento de elementos de la propia experiencia y en ese sentido sí que tiene un toque de autoficción, pero es novela pura...
A mí me encantan los géneros populares, soy un fan de estos géneros, el problema es que la novela histórica se ha utilizado ideológicamente, queriendo presentar épocas del pasado desde la óptica de nuestro tiempo y a mí eso me parece una deslealtad tremenda, se trata de utilizar a personajes de otra época para deslizar tesis políticas o religiosas anacrónicas en aquella época, y a mí esto es lo que me molesta, pero la novela histórica o policiaca si son buenas novelas me encantan. En el caso de la novela histórica me parece que se usa como una vía de mistificación y de confusión para los lectores que se hacen ideas estrafalarias de otras épocas, dándose fenómenos de autores como Dan Brown que han convertido la novela histórica en un disparate ...






