Días impares llegó a Madrid en día impar
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Mercedes G. Rojo llevó a Madrid su último trabajo “Días Impares”, pero a territorio propio, la Casa de León. Por esos caprichos del calendario, el evento tuvo lugar en día par, una última fecha de junio con sofocante calor. No fue un acto de masas: el tiempo y la coyuntura no acompañaron. A la hora de empezar las aceras continuaban derritiéndose y salir a la calle era acto heroico. Ocurrió también esa coincidencia con el inicio de una vacación estival que todos llevan imaginando desde hace casi un año. Y como no hay dos sin tres, las calles de Malasaña estaban en la algarabía de los días del Orgullo Gay, con epicentro en los aledaños de Chueca.
Fuimos pocos, pero bien avenidos. Muchas veces las buenas reuniones se hacen a escasez de personas. Pese a las numerosas sillas vacías, ambiente cálido, ganas de opinar, emociones en danza libre y, ante todo, la naturalidad alejada de los envaramientos de fingida intelectualidad y erudición, propios de tantos actos de estas características.
Mercedes ha hecho una propuesta literaria muy intimista. Femenina, más que feminista, aunque no se pueda evitar en algunos de sus alegatos un deslizamiento, más reivindicativo que descriptivo, de su condición. No obstante, el clamor de la denuncia está presente, pero en los reclamos a la concienciación sincera y sentida de pelear contra injusticias evidentes en los tiempos que corren.
Mezcla lírica sin disimulo en los formatos de poesía y prosa, y en ambos desliza una fina sensibilidad que, como la lluvia de ese pequeño grosor, termina por calar en los huesos. Relatos cortos que no dejan indiferente, aunque en algunos se suscite una pequeña mueca de desaprobación más de forma que de fondo. Pero eso es la pasión, y Días Impares es una crónica de arrebatos.
Valentía en el hecho de la propia edición. Una editorial joven, cazatalentos, como Lápiz Cero, arropa las inquietudes literarias de autores noveles con proyección y sensibilidad por las cosas del terruño. Alto riesgo en estos malos tiempos para la lírica en papel, por género y por formato. El impulsor, Xavier de Tusalle, une a su condición bibliófila, la de intérprete musical y acompañó en un sugerente dúo de armónica y guitarra, junto a Ingrid Da, la lectura de algunos de los pasajes de Días Impares, que ya presume de segunda edición.
El que suscribe corrió con la tarea de presentar esta ópera prima de Mercedes G. Rojo. Sus palabras se adjuntan a esta crónica de suceso literario, en día caluroso, muy caluroso, en el exterior y en el interior.
Días impares
¿Por qué días impares? ¿Por qué un título parcial, como incompleto? ¿Eludes los días pares como si no fueran parte de tu vida? Al margen de supersticiones numéricas - cada uno tiene las suyas- voy a iniciar esta presentación con un juego de aritmética, tan de aula colegial, para tratar de encontrar pistas.
El número impar siempre deja un sobrante marginal en los agrupamientos por mitades. Necesita imperiosamente de otro dígito non para encontrar la igualdad, el encaje a partes iguales. Sin embargo, en una representación gráfica, por ejemplo, pongamos tres, cinco, siete….. objetos en fila, siempre será capaz de identificar visualmente el testigo que representa el justo medio. Es un equilibrio. Y ahí, con ese grafismo, me identifico con los contenidos del libro de Mercedes. Tiene equilibrio, pero no el estrictamente numérico, sino el de la sensibilidad, muy femenina, el de unos sentimientos a flor de piel que, aunque lejanos, siguen lozanos, de militancia en rasgos tan humanos como las evocaciones de tiempos pasados, la rebeldía ante la injusticia y los sueños que movilizan una existencia personal.
Me quedo con la impresión de que Mercedes necesita sus días impares para confesarse con ella misma. Sucede a quien gusta de escribir, que un papel en blanco es una poderosa succión de confesiones. Un espejo de vidas que, según complacencias o rechazos, puede reflejar imágenes reales y cóncavas o convexas, al más fiel estilo de un esperpento valleinclanesco.
Mercedes, creo, ha optado por una semblanza fiel de su intimidad, muy física, muy corpórea. Empieza por una dedicatoria a madre, compañero e hija, un triángulo de cercanía amorosa y cálida. Sigo la pista, y en el prólogo de Marifé de Santiago, me detengo en acepciones respecto a Días Impares, como “Rebelión Melancólica”, “Textos Ígneos” y “Cofre de Secretos”, que, entiendo, resumen propósitos y hago mías en esta presentación.
Empieza la serie de relatos en verso y prosa con el apartado SENSACIONES, y a decir verdad, muchas y variadas son las que concurren: la emoción por la luz, la oscuridad temerosa e introspectiva, el frio paralizante y el calor vivificador que acompañan a un peregrino jacobino; el color melancólico del otoño y la irrupción de un amor nunca olvidado, siempre latente en un cincuentón que no sugiere voluptuosidades delibescas, pero que se recoge en ese pronombre olvidado: ELLA, rememorado en la literatura por Víctor Hugo (Todo el que haya amado sabe las acepciones resplandecientes que contienen las tres letras de esta palabra: ELLA), o Juan Goytisolo que reclama el contundente ELLA para rememorar la sabiduría exportada a su intelecto por su mujer y compañera, Monique Lange, al poco de fallecer; y una, también muy próxima a todos los que gustan del placer de leer: el parnaso bibliográfico de una librería de viejo, reserva espiritual de tanta literatura que fue patrimonio para siempre de nuestra infancia. Hay también una sugestiva concesión al humor de una media sonrisa, entre pilla y cómplice, con un intencionado juego equívoco de palabras en la atracción por unas manzanas en plena madurez arbórea.
La mujer inquieta, militante, asoma reivindicativa en el segundo apartado: TRAGEDIA o el compendio del drama de los refugiados y migrantes; de la irracional violencia de género, en ese verso demoledor desde el mismo título: Miedo; del éxodo femenino en tierras y países, donde se desprecia el fabuloso concurso de las excelencias intelectuales y morales de la mujer. Una discrepancia en esa ficticia carta de Dulcinea a Don Quijote. La admiración platónica de un hombre hacia una mujer nunca es en menoscabo de sus valores e independencia. Es un reconocimiento de la admiración por su belleza interna y externa, plasmado por tantos maestros de la literatura universal en el género por excelencia de la sinceridad: la lírica. Siempre escrita con manos blancas.
Y llega el meollo, nos lo dejas para el final. Es el apartado INTIMIDAD. Complejidades difíciles de discernir. Por prudencia, miedo al error y respeto al tiempo concedido, brevedad. Denoto impresiones nacidas de la noche; a veces cruentas y oscuras, como las de invierno; otras veces, felices, generosas, como las del estío, desembocando en rituales ancestrales y festival de sentidos. Y el mar, una inmensidad que no llega a agotar tus inquietudes.
Mercedes G. Rojo llevó a Madrid su último trabajo “Días Impares”, pero a territorio propio, la Casa de León. Por esos caprichos del calendario, el evento tuvo lugar en día par, una última fecha de junio con sofocante calor. No fue un acto de masas: el tiempo y la coyuntura no acompañaron. A la hora de empezar las aceras continuaban derritiéndose y salir a la calle era acto heroico. Ocurrió también esa coincidencia con el inicio de una vacación estival que todos llevan imaginando desde hace casi un año. Y como no hay dos sin tres, las calles de Malasaña estaban en la algarabía de los días del Orgullo Gay, con epicentro en los aledaños de Chueca.
Fuimos pocos, pero bien avenidos. Muchas veces las buenas reuniones se hacen a escasez de personas. Pese a las numerosas sillas vacías, ambiente cálido, ganas de opinar, emociones en danza libre y, ante todo, la naturalidad alejada de los envaramientos de fingida intelectualidad y erudición, propios de tantos actos de estas características.
Mercedes ha hecho una propuesta literaria muy intimista. Femenina, más que feminista, aunque no se pueda evitar en algunos de sus alegatos un deslizamiento, más reivindicativo que descriptivo, de su condición. No obstante, el clamor de la denuncia está presente, pero en los reclamos a la concienciación sincera y sentida de pelear contra injusticias evidentes en los tiempos que corren.
Mezcla lírica sin disimulo en los formatos de poesía y prosa, y en ambos desliza una fina sensibilidad que, como la lluvia de ese pequeño grosor, termina por calar en los huesos. Relatos cortos que no dejan indiferente, aunque en algunos se suscite una pequeña mueca de desaprobación más de forma que de fondo. Pero eso es la pasión, y Días Impares es una crónica de arrebatos.
Valentía en el hecho de la propia edición. Una editorial joven, cazatalentos, como Lápiz Cero, arropa las inquietudes literarias de autores noveles con proyección y sensibilidad por las cosas del terruño. Alto riesgo en estos malos tiempos para la lírica en papel, por género y por formato. El impulsor, Xavier de Tusalle, une a su condición bibliófila, la de intérprete musical y acompañó en un sugerente dúo de armónica y guitarra, junto a Ingrid Da, la lectura de algunos de los pasajes de Días Impares, que ya presume de segunda edición.
El que suscribe corrió con la tarea de presentar esta ópera prima de Mercedes G. Rojo. Sus palabras se adjuntan a esta crónica de suceso literario, en día caluroso, muy caluroso, en el exterior y en el interior.
Días impares
¿Por qué días impares? ¿Por qué un título parcial, como incompleto? ¿Eludes los días pares como si no fueran parte de tu vida? Al margen de supersticiones numéricas - cada uno tiene las suyas- voy a iniciar esta presentación con un juego de aritmética, tan de aula colegial, para tratar de encontrar pistas.
El número impar siempre deja un sobrante marginal en los agrupamientos por mitades. Necesita imperiosamente de otro dígito non para encontrar la igualdad, el encaje a partes iguales. Sin embargo, en una representación gráfica, por ejemplo, pongamos tres, cinco, siete….. objetos en fila, siempre será capaz de identificar visualmente el testigo que representa el justo medio. Es un equilibrio. Y ahí, con ese grafismo, me identifico con los contenidos del libro de Mercedes. Tiene equilibrio, pero no el estrictamente numérico, sino el de la sensibilidad, muy femenina, el de unos sentimientos a flor de piel que, aunque lejanos, siguen lozanos, de militancia en rasgos tan humanos como las evocaciones de tiempos pasados, la rebeldía ante la injusticia y los sueños que movilizan una existencia personal.
Me quedo con la impresión de que Mercedes necesita sus días impares para confesarse con ella misma. Sucede a quien gusta de escribir, que un papel en blanco es una poderosa succión de confesiones. Un espejo de vidas que, según complacencias o rechazos, puede reflejar imágenes reales y cóncavas o convexas, al más fiel estilo de un esperpento valleinclanesco.
Mercedes, creo, ha optado por una semblanza fiel de su intimidad, muy física, muy corpórea. Empieza por una dedicatoria a madre, compañero e hija, un triángulo de cercanía amorosa y cálida. Sigo la pista, y en el prólogo de Marifé de Santiago, me detengo en acepciones respecto a Días Impares, como “Rebelión Melancólica”, “Textos Ígneos” y “Cofre de Secretos”, que, entiendo, resumen propósitos y hago mías en esta presentación.
Empieza la serie de relatos en verso y prosa con el apartado SENSACIONES, y a decir verdad, muchas y variadas son las que concurren: la emoción por la luz, la oscuridad temerosa e introspectiva, el frio paralizante y el calor vivificador que acompañan a un peregrino jacobino; el color melancólico del otoño y la irrupción de un amor nunca olvidado, siempre latente en un cincuentón que no sugiere voluptuosidades delibescas, pero que se recoge en ese pronombre olvidado: ELLA, rememorado en la literatura por Víctor Hugo (Todo el que haya amado sabe las acepciones resplandecientes que contienen las tres letras de esta palabra: ELLA), o Juan Goytisolo que reclama el contundente ELLA para rememorar la sabiduría exportada a su intelecto por su mujer y compañera, Monique Lange, al poco de fallecer; y una, también muy próxima a todos los que gustan del placer de leer: el parnaso bibliográfico de una librería de viejo, reserva espiritual de tanta literatura que fue patrimonio para siempre de nuestra infancia. Hay también una sugestiva concesión al humor de una media sonrisa, entre pilla y cómplice, con un intencionado juego equívoco de palabras en la atracción por unas manzanas en plena madurez arbórea.
La mujer inquieta, militante, asoma reivindicativa en el segundo apartado: TRAGEDIA o el compendio del drama de los refugiados y migrantes; de la irracional violencia de género, en ese verso demoledor desde el mismo título: Miedo; del éxodo femenino en tierras y países, donde se desprecia el fabuloso concurso de las excelencias intelectuales y morales de la mujer. Una discrepancia en esa ficticia carta de Dulcinea a Don Quijote. La admiración platónica de un hombre hacia una mujer nunca es en menoscabo de sus valores e independencia. Es un reconocimiento de la admiración por su belleza interna y externa, plasmado por tantos maestros de la literatura universal en el género por excelencia de la sinceridad: la lírica. Siempre escrita con manos blancas.
Y llega el meollo, nos lo dejas para el final. Es el apartado INTIMIDAD. Complejidades difíciles de discernir. Por prudencia, miedo al error y respeto al tiempo concedido, brevedad. Denoto impresiones nacidas de la noche; a veces cruentas y oscuras, como las de invierno; otras veces, felices, generosas, como las del estío, desembocando en rituales ancestrales y festival de sentidos. Y el mar, una inmensidad que no llega a agotar tus inquietudes.