'Entrega' (poema inconcluso de Leopoldo Panero)
Este artículo es un apunte de Esteban Carro Celada (Astorga 1929-1974), escritor y periodista que trabajaba en una tesis doctoral sobre la obra de Leopoldo Panero. Para ello había transcrito la práctica totalidad de los originales inéditos del poeta, además de entrevistar a algunos de los mejores amigos y a la viuda del poeta, Felicidad Blanc. De cada papel que transcribía de Panero, Esteban Carro realizaba un comentario inmediato sobre el mismo. Lo que aquí se muestra es uno de esos papeles que dejó, sin corrección de estilo ni de sintaxis. Eran papeles para uso propio. En él podemos disfrutar del proceso creativo del poeta a partir de un poema inconcluso, falto de la última mano, del que nos entrega dos versiones.
Esteban Carro Celada
Será muy aleccionador desde el punto de vista
estilístico conocer los distintos niveles de creación de este poema, que no
llegó a publicarse y que por tanto aún estaba falto de la última mano. Partimos
de un texto incompleto, mecanografiado, sin título. Transcribámoslo tal y como
salió de la máquina, antes de que se le sometiera a nuevas tachaduras, añadidos
y sustituciones:
Lentamente te veo
empinarte, ser hombre
y tomar en tus ojos el vago color de la
existencia;
y con las manos vacías te veo
del que ha soñado mucho y no ha contado su
abundancia.
Y en el agua te veo
del futuro, lleno de luz en sus secretas
galerías.
Pero al cerrar los ojos
la sencilla hermosura que mana a los sentidos
siento dentro, y las mariposas con sus alas
sacuden el rocío, el hado incierto
que ahora de su mano te lleva.
No sé dónde tu barca milagrosa
arribará dulcemente, sonando.
No sé y descanso en mi ignorancia;
y en mi ignorancia sufro
y todos los sitios de la vida sufro
y sin cesar confío
en la mudanza y en la angustia de todo amor
humano
profundamente con los ojos cerrados, hijo
mío,
para ver mejor, para amar lo imposible.
Tanto frescor, tan honda, tan rara ternura...
![[Img #3095]](upload/img/periodico/img_3095.jpg)
Los veintidós versos transcritos pertenecen a la primera versión mecanografiada, sin duda inconclusa
Veamos lo que sucede
ahora, cuando comienza el trabajo de lima. Por una parte las supresiones: el verso octavo,
la segunda mitad del décimo, el décimo séptimo, el décimo noveno
y el vocativo ‘hijo mío’ del vigésimo. Por otra
parte el
verso cuarto se sustituye por el siguiente: ‘Paseo mis manos por tus cabellos
sedosos, como un
aroma solitario’. El verso octavo se sustituye por: ‘puramente
te entrego’.
Tampoco hemos de
olvidar el grupo de inversiones estilísticas que se operan; como la inversión
del verso tercero y
cuarto que se colocan tras del séptimo. A continuación de
estos viene el undécimo, modificado y el duodécimo que
adelantan al octavo,
noveno y décimo.
No nos quedemos
solamente con estas modificaciones de situación textual y de secuenciación de
las fonías y de
los contenidos. El poema se modifica también al invertirse y al
añadir nuevas series de versos que completan el
poema. Quizá Panero pensara en
una última y definitiva lima. El poema, con todas estas correcciones se configura definitivamente así:
Lentamente te veo
empinarte, ser hombre, desprenderte
desprenderte de mi voluntad y empujar,
desprenderte, marcharte
como el impulso que duerme en el aroma,
impulsado lo mismo que la nieve,
venero, vaticinio,
desprenderte musical y separarte
de mí como la música pulsada
y tomar en tus ojos el vago color de la
existencia;
y en el agua te veo
del futuro, lleno de luz en sus secretas
galerías
temblando puramente.
Paseo mis manos por tus cabellos sedosos,
como un aroma solitario
tal la frente tuvo
del que ha soñado mucho y no ha contado su
abundancia.
Puramente te entrego al hado incierto
que ahora de su mano arrastra.
Lentamente dudando,
como la hoja antes de caer.
Puramente te entrego
bajo la sencilla hermosura que mana a los
sentidos,
siento dentro.
No sé dónde tu barca milagrosa, y la espesura
delgada,
arribará dulcemente soñando.
No sé y descanso en mi ignorancia;
y en mi ignorancia sufro
y sin cesar confío
profundamente con los ojos cerrados,
para ver mejor, para amar mejor lo imposible.
Tanto frescor, tan honda, tan rara ternura
de leve flor amarilla, y tanto amor que no
puede morir
porque el alma pura
siempre como un clavel lo necesita,
así como temblando en
mis raíces, como doloroso de sueño,
te entrego.
Recuerdo en los
veranos de la noche
el escalofrío y el
tintineo del corazón; como el agua contra los
puentes.
Y todo te lo entrego,
todo lo deposito viviente
allí donde los huesos
son como una estatua golpeada por el
cierzo.
Quizá donde el rocío
nos queremos
junto a Dios.
![[Img #3094]](upload/img/periodico/img_3094.jpg)
Hemos visto crecer el
poema sin que quede concluso. Hemos visto como eliminaba algunas palabras que
pudieran ser claves para la comprensión de la anécdota o para el destinatario.
Esa supresión puede darnos a su
vez otra clave; El poema pierde precisión con
suprimir el vocativo 'hijo mío' en favor de un ensanchamiento del
tema. El
poema que es en verso libre, presenta concomitancias con un soneto que dedica a
su hijo, Juan Luis;
el que lleva por
título, 'Hijo mío'. Parece como si volver a aquel tema exigiera evocar el
antiguo poema, y con su
ayuda leer este de ahora. La idea viene a ser la misma,
aunque desde otra perspectiva.
Tal vez sea el mismo poema modificado por la diferencia
temporal con las nuevas circunstancias que implican
la relación entre padre e
hijo. Antes veía al hijo, pequeño y confiado en el padre. Ahora se da cuenta de
que
crece, de que arranca el futuro, de que se empina como hombre y que el
padre desconoce por incierto lo que
hay luego, en el mañana. Desconoce el lugar
donde atracará esta barca misteriosa del hijo; pero desde los
veranos
misteriosos de Castrillo salta hacia el rocío de Dios. Antes en el soneto de 'Escrito a cada instante',
la ignorancia pertenecía al hijo, ahora es cosa del
padre. Simplemente una muestra de esta correlación:
'me arrastras de la mano…Y en tu ignorancia
fío
y a tu amor me abandono sin que me quede'
y la otra del poema que comentamos:
'No sé y descanso en ignorancia;
y en mi ignorancia sufro
y sin cesar confío
profundamente, con los ojos cerrados´
Existen importantes semejanzas formales entre ambos poemas, pero
entiendo que es más importante la similitud de actitudes frente al hijo mayor
en dos momentos diferentes de su vida. El ahora se le presenta con dos caras,
una orientada al pasado, es la cara del padre; otra que mira al porvenir; ahí
radica el hijo, terriblemente futuro, aquí ya, aunque con lo incierto del 'hado'.
![[Img #3084]](upload/img/periodico/img_3084.jpg)
Esteban Carro Celada
Será muy aleccionador desde el punto de vista estilístico conocer los distintos niveles de creación de este poema, que no llegó a publicarse y que por tanto aún estaba falto de la última mano. Partimos de un texto incompleto, mecanografiado, sin título. Transcribámoslo tal y como salió de la máquina, antes de que se le sometiera a nuevas tachaduras, añadidos y sustituciones:
Lentamente te veo
empinarte, ser hombre
y tomar en tus ojos el vago color de la existencia;
y con las manos vacías te veo
del que ha soñado mucho y no ha contado su abundancia.
Y en el agua te veo
del futuro, lleno de luz en sus secretas galerías.
Pero al cerrar los ojos
la sencilla hermosura que mana a los sentidos
siento dentro, y las mariposas con sus alas
sacuden el rocío, el hado incierto
que ahora de su mano te lleva.
No sé dónde tu barca milagrosa
arribará dulcemente, sonando.
No sé y descanso en mi ignorancia;
y en mi ignorancia sufro
y todos los sitios de la vida sufro
y sin cesar confío
en la mudanza y en la angustia de todo amor humano
profundamente con los ojos cerrados, hijo mío,
para ver mejor, para amar lo imposible.
Tanto frescor, tan honda, tan rara ternura...
Los veintidós versos transcritos pertenecen a la primera versión mecanografiada, sin duda inconclusa
Veamos lo que sucede ahora, cuando comienza el trabajo de lima. Por una parte las supresiones: el verso octavo,
la segunda mitad del décimo, el décimo séptimo, el décimo noveno y el vocativo ‘hijo mío’ del vigésimo. Por otra
parte el verso cuarto se sustituye por el siguiente: ‘Paseo mis manos por tus cabellos sedosos, como un
aroma solitario’. El verso octavo se sustituye por: ‘puramente te entrego’.
Tampoco hemos de olvidar el grupo de inversiones estilísticas que se operan; como la inversión del verso tercero y
cuarto que se colocan tras del séptimo. A continuación de estos viene el undécimo, modificado y el duodécimo que
adelantan al octavo, noveno y décimo.
No nos quedemos solamente con estas modificaciones de situación textual y de secuenciación de las fonías y de
los contenidos. El poema se modifica también al invertirse y al añadir nuevas series de versos que completan el
poema. Quizá Panero pensara en una última y definitiva lima. El poema, con todas estas correcciones se configura definitivamente así:
Lentamente te veo
empinarte, ser hombre, desprenderte
desprenderte de mi voluntad y empujar,
desprenderte, marcharte
como el impulso que duerme en el aroma,
impulsado lo mismo que la nieve,
venero, vaticinio,
desprenderte musical y separarte
de mí como la música pulsada
y tomar en tus ojos el vago color de la existencia;
y en el agua te veo
del futuro, lleno de luz en sus secretas galerías
temblando puramente.
Paseo mis manos por tus cabellos sedosos, como un aroma solitario
tal la frente tuvo
del que ha soñado mucho y no ha contado su abundancia.
Puramente te entrego al hado incierto
que ahora de su mano arrastra.
Lentamente dudando,
como la hoja antes de caer.
Puramente te entrego
bajo la sencilla hermosura que mana a los sentidos,
siento dentro.
No sé dónde tu barca milagrosa, y la espesura delgada,
arribará dulcemente soñando.
No sé y descanso en mi ignorancia;
y en mi ignorancia sufro
y sin cesar confío
profundamente con los ojos cerrados,
para ver mejor, para amar mejor lo imposible.
Tanto frescor, tan honda, tan rara ternura
de leve flor amarilla, y tanto amor que no puede morir
porque el alma pura siempre como un clavel lo necesita,
así como temblando en mis raíces, como doloroso de sueño,
te entrego.
Recuerdo en los veranos de la noche
el escalofrío y el tintineo del corazón; como el agua contra los
puentes.
Y todo te lo entrego, todo lo deposito viviente
allí donde los huesos son como una estatua golpeada por el
cierzo.
Quizá donde el rocío nos queremos
junto a Dios.
Hemos visto crecer el poema sin que quede concluso. Hemos visto como eliminaba algunas palabras que
pudieran ser claves para la comprensión de la anécdota o para el destinatario. Esa supresión puede darnos a su
vez otra clave; El poema pierde precisión con suprimir el vocativo 'hijo mío' en favor de un ensanchamiento del
tema. El poema que es en verso libre, presenta concomitancias con un soneto que dedica a su hijo, Juan Luis;
el que lleva por título, 'Hijo mío'. Parece como si volver a aquel tema exigiera evocar el antiguo poema, y con su
ayuda leer este de ahora. La idea viene a ser la misma, aunque desde otra perspectiva.
Tal vez sea el mismo poema modificado por la diferencia temporal con las nuevas circunstancias que implican
la relación entre padre e hijo. Antes veía al hijo, pequeño y confiado en el padre. Ahora se da cuenta de que
crece, de que arranca el futuro, de que se empina como hombre y que el padre desconoce por incierto lo que
hay luego, en el mañana. Desconoce el lugar donde atracará esta barca misteriosa del hijo; pero desde los
veranos misteriosos de Castrillo salta hacia el rocío de Dios. Antes en el soneto de 'Escrito a cada instante',
la ignorancia pertenecía al hijo, ahora es cosa del padre. Simplemente una muestra de esta correlación:
'me arrastras de la mano…Y en tu ignorancia fío
y a tu amor me abandono sin que me quede'
y la otra del poema que comentamos:
'No sé y descanso en ignorancia;
y en mi ignorancia sufro
y sin cesar confío
profundamente, con los ojos cerrados´
Existen importantes semejanzas formales entre ambos poemas, pero
entiendo que es más importante la similitud de actitudes frente al hijo mayor
en dos momentos diferentes de su vida. El ahora se le presenta con dos caras,
una orientada al pasado, es la cara del padre; otra que mira al porvenir; ahí
radica el hijo, terriblemente futuro, aquí ya, aunque con lo incierto del 'hado'.