Chayo Roig Sauri
Viernes, 02 de Septiembre de 2016

Mi vida en la Red

Este verano me he tomado unas fantásticas vacaciones en la escritura (Perdonad mi ausencia, ¿eh?) Necesitaba tiempo para descansar, parar las clases, sentir, hacer fotos, bailar otras cosas y por fin ser, alumna… Sin el  tiempo cronometrado que el reloj me marca el resto del año.  Y no, no es que quiera volver, es que alguien me ha dado un pequeño tirón de orejas y me ha dicho si no hay nada sobre qué escribir en mi ciudad. ¡¡Claro que hay mil cosas!!, pero como no suelo hacer lo que me dicen (oveja negra, beeeee) voy a escribir mi primer artículo después del verano  sobre un tema que no tenga nada que ver, ¿o tal vez todo lo contrario?

 

He pasado un verano fantástico. Por una vez no me ha ganado el sueño ni la cordura de madrugar al día siguiente para ir a trabajar y he disfrutado de las noches y los días. Me he apuntado a todos los planes posibles: ¿concierto de música clásica? ¡¡Voy!!; ¿Drama y teatro?, ¡¡Voy!! ; ¿Conferencia sobre …..? ¡¡Voy!!; ¿Concierto en plan tranquilo?? ¡¡Claro que voy!! Y así, lo he publicado en la red social en la que soy más activa. Con la que me gusta mucho jugar y alucinar. Y es que a veces, gente que conoces perfectamente, tiene una vida idílica que nada corresponde con la realidad y día tras día lo publica. Y se crea una vida paralela increíble donde solo lo positivo y lo perfecto inunda su muro. ¡¡Es increíble!!

 

O resulta que de repente, te avisan que es el cumpleaños de un 'amigo' al que no conoces (por mucho que mires y remires su foto de perfil) y te preguntas si le habrás dado a aceptar en un momento en que ibas sin gafas y pensabas que era otra persona. Tengo que revisar mis amistades, me digo cada día …

 

Puedes hacerte una foto un lunes en el pantano y publicarla el sábado para que la gente piense que estás en aquel lugar, aunque en realidad estás durmiendo la siesta en tu casa y la verdad es que no quieres visitas sorpresa. O puedes ser muy simpática con personas con las que después te cruzas en la calle y miras hacia otro lado. ¿O no? Creo que las redes sociales son un enorme trampantojo, una ilusión óptica de la vida que se quiere mostrar o que en realidad  gustaría vivir. Y uno de mis favoritos son los que están ahí, pero nunca dicen nada, aunque todo lo observan. ¡Abuelas tras el visillo!

 

 

Ya he tenido con amigas las conversaciones de los pros y contras de las redes sociales. De momento a mí me ganan las cosas a favor porque no intento ser nada más de lo que soy ni aparentar vivir lo que no vivo. Y así lo comparto. Este medio me conecta con gente que vive muy lejos y me enriquece. Sé que hay gente que tiene, dos y tres perfiles secretos, pero sinceramente, si con el mío apenas veo lo que publican los demás, como para  ir inventando cada día otra vida paralela a la mía. ¿Y para qué? Con lo activa que es esta vida que tengo como para llevar dos o tres vidas más: ¡¡¡ Ni todo el ginseng del mundo me ayudaría!!

 

Y si resulta que  yo estoy de bajón, pongo una canción adecuada a ese estado. O una frase. ¡No pasa nada! También es real. El dolor y la tristeza lo son y tampoco pasa nada por compartirlos.  Tal vez alguien en ese instante se encuentre como yo y la frase le sirva para no sentirse solo. Se corresponde con la realidad. Con la mía. Y yo decido si quiero que se enteren 400 amigos o no. O tal vez dos. O igual me pongo la canción para mi solita en casa, ¡¡ que también puede hacerse!!

 

Que estar sola en casa, con tu libro favorito abierto, sin la tele encendida y sin el móvil conectado, parece que es algo que realizaban aquellas que escribían con plumas. Y el corazón, y la vida, también agradecen el silencio de vez en cuando.

 

 

 

 

 

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