Alejandro Junquera
Sábado, 03 de Septiembre de 2016

Antonio de Torquemada: Un astorgano en el tintero de Cervantes

En la particular celebración cervantina que el Centro de Estudios Astorganos Marcelo Macías (CEAMM) realizó en el Jardín de la Sinagoga, en las recientes fiestas, se leyó el prologuillo para niños de la edición del Quijote que en 1907 editó la imprenta astorgana de Nicesio Fidalgo. También se leyó un fragmento, que hacía referencia a Astorga, del libro de Luis Arias de León, 'Historia del valeroso caballero don Rodrigo de Peñadura'; una especie de Quijote leonés del siglo XIX. Sobre este libro hizo comentario Nicolás Miñambres, que ya hiciera el estudio preliminar de la edición facsímil. Acerca de Antonio de Torquemada, un astorgano renacentista cuyos libros se condenan a la hoguera en el primer capítulo del Quijote, habló el joven Alejandro Junquera, cuyas palabras son poco más o menos las que siguen.

 

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Si le preguntásemos a cualquier vecino de nuestra ciudad de qué podría presumir un astorgano, lo más seguro es que escuchásemos respuestas como ‘del palacio de Gaudí y de la catedral’,  ‘de nuestro pasado romano como ciudad augusta’, ‘de nuestros merles, hojaldres y mantecadas’; ‘de haber soportado la ‘visita’ que nos hicieron los franceses allá por el siglo XIX’, ‘de ser la ciudad en la que, en palabras de Carro Celada, “rompieron sus primeras lanzas literarias” autores de la talla de Leopoldo y Juan Panero, Luis Alonso Luego o Ricardo Gullón’ y un sinfín de respuestas más que puedan imaginarse.

 

Pues bien, mediante estas líneas pretendo demostrar que puede añadirse un elemento más a esa lista: Astorga también tuvo a su propio Torquemada. En efecto, Torquemada, al igual que el célebre inquisidor; aunque con dos salvedades: primera, que nuestro Torquemada se llamaba Antonio y no Tomás; y segunda, que a don Antonio no le gustaba tanto jugar con fuego, si bien es cierto que acabó en la hoguera (aunque, como se verá, no de manera directa).

 

Antonio de Torquemada nace en Astorga a principios del siglo XVI, seguramente durante la primera década del siglo (suele proponerse 1507 como año de su nacimiento). Posteriormente, la familia se traslada a Salamanca donde comienza sus estudios humanísticos. Como muchos escritores del Renacimiento, ya que qué mejor que aprender de los maestros en su propia tierra, viaja a Italia en 1528, donde, según se dice, tuvo que permanecer dos meses en Cerdeña por haber sido desplumado por un cura un tanto fullero. Entre los cargos que desempeñó a lo largo de su vida, destaca su servicio como secretario del conde de Benavente.

 

Respecto a su faceta de autor, compuso diversas obras bastante populares tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, ya que fueron traducidas, entre otras, al inglés y al francés. De entre sus obras destacaremos dos: su miscelánea Jardín de flores curiosas y su novela de caballerías Don Olivante de Laura.

 

En mayo de 2003 se celebró, a caballo entre Astorga y León, un congreso dedicado a su figura y a la literatura del Siglo de Oro, congreso del que fue gran inspirador nuestro por entonces alcalde, don Juan José Alonso Perandones.

 

 

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Por si los motivos expuestos no pareciesen suficientes como para haberle dedicado un congreso a este autor renacentista, puede incluirse uno más: hay diversos estudios que postulan cierta influencia de Antonio de Torquemada en la obra de don Miguel de Cervantes. Si bien es poco probable que ambos autores llegasen a conocerse, ya que la pluma de oro de nuestras letras contaba con 22 años cuando don Antonio falleció en 1569, Cervantes se revela como conocedor, y deudor en cierto modo, de la obra de Torquemada a través de ciertos rasgos presentes en alguna de sus obras.

 

Por ejemplo, en Los trabajos de Persiles y Sigismunda, conocida para los amigos como El Persiles, podemos encontrar referencias al Jardín de flores curiosas de Torquemada hasta en cinco pasajes, destacando uno curiosamente dedicado a los esquís o patines.

 

También parece haber cogido o escogido Cervantes algunas flores del jardín de Torquemada en su famoso Coloquio de los perros, novela ejemplar protagonizado por los parlanchines canes Cipión y Berganza, y en La Gran Sultana, comedia incluida entre sus Ocho comedias nuevas y ocho entremeses nuevos nunca representados y que relata las peripecias de la cautiva Catalina de Oviedo y el sultán de la Sublime Puerta.

 

Pero sin duda, la influencia principal de Torquemada en Cervantes es especialmente notoria en el caso del Don Olivante de Laura. Esta novela de caballerías narra las hazañas de Olivante, príncipe macedonio que acaba convirtiéndose en emperador de Constantinopla al casarse con la princesa Lucenda.

 

A pesar de estar considerado como antecedente del episodio de la cueva de Montesinos, Cervantes decide arrojarlo al fuego en El Quijote durante el famoso expurgo de la biblioteca de don Alonso que se recoge en el capítulo VI de la primera parte:

 

-¿Quién es ese tonel? -dijo el Cura.

 

Este es -respondió el Barbero- Don Olivante de Laura.

 

-El autor de ese libro -dijo el Cura- fue el mesmo que compuso a Jardín de flores; y en verdad que no sepa determinar cuál de los dos libros es más verdadero, o, por decir mejor, menos mentiroso; sólo sé decir que éste irá al corral por disparatado y arrogante.

 

 

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El Cura y el Barbero, como puede observarse, tildan a la obra de Torquemada, y por extensión a su autor, de ‘mentirosa’, ‘disparatada’ y ‘arrogante’, además de considerarla un ‘tonel’, aludiendo quizá al hecho de que la obra puede resultar ligeramente pesada tanto en su lectura como en su propio peso (algo que no sería de extrañar, ya que consta de 113 capítulos a los que se suma un extenso prólogo dividido en cuatro partes).

 

Condenado por haberle secado el seso a don Quijote, el Olivante de Lara es arrojado por la ventana dando con sus páginas en el suelo del corral, donde esperará su ardiente final.

 

Eso sí, el hecho de que Cervantes cite no solo el Olivante de Laura, sino también el Jardín de flores curiosas, demuestra un claro conocimiento e interés del alcalaíno por la obra del astorgano, a pesar de que sus comentarios puedan resultar negativos, irónicos o despectivos.

 

Sin embargo, ¿tendría razón Cervantes? ¿Sería realmente esa su opinión de las obras de Torquemada o simplemente un comentario puesto en boca de sus personajes, aspecto en el que Cervantes suele mostrarse bastante ambiguo? ¿Merece don Antonio, por tanto, acabar en el fuego, aunque así lo pudiese predisponer su apellido? Les lanzo el reto: si alguna vez disponen de tiempo libre, de bastante tiempo libre, prueben a leer a Torquemada y su Olivante o a disfrutar con las flores curiosas de su jardín. Quizá aún estemos a tiempo de salvar a nuestro ‘paisano’ de la hoguera, de reconocer su importancia y, por qué no, de poder presumir de que Astorga también está presente entre los trazos de tinta que nos regaló la pluma de Cervantes.

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