Luis Miguel Suárez
Domingo, 11 de Septiembre de 2016
Luis Alberto de Cuenca. Entrevista

"Veo con desazón que se ha instalado en los partidos políticos un interés desmedido por sí mismos y no por España"

Astorga Redacción como viene siendo habitual, no deja escapar a ningún escritor o artista que pase por nuestra ciudad. En este caso se trata de Luis Alberto de Cuenca que vino a recoger el 'Premio de Honor 2016' del XIX Festival de Cine de Astorga. Luis Alberto de Cuenca Prado (Madrid, 29 de diciembre de 1950) es un filólogo, poeta, traductor, ensayista, columnista, crítico, editor literario e investigador. Es también académico de número de la Real Academia de la Historia y académico correspondiente en Madrid de la Academia de Buenas Letras de Granada. Entre sus obras poéticas destacamos 'Elsinore' (1970-1971), 'La caja de plata' (1979-1983), que fue Premio Nacional de la crítica en el año 1986, y 'Cuaderno de vacaciones', premio de la crítica del año 2015

 

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Luis Miguel Suárez:  Usted empezó como poeta novísimo en la antología ‘Espejo del amor y de la muerte’ que algunos vieron como una réplica a la antología de Castellet…

 


Luis Alberto de Cuenca: Yo no lo veo así. La verdad es que fue una antología que un grupo de amigos decidimos llevar a cabo; en concreto, fuimos Luis Antonio de Villena y yo quienes animamos ese proyecto y esa iniciativa y hablamos con una editorial que se llamaba ‘Azur’ y que había publicado un libro de un amigo común, Marcos Ricardo Barnatán, y pedimos presupuesto de cuánto nos iba a costar esa antología. Recuerdo que pusimos 5000 pesetas cada uno y escogimos a los poetas que entonces teníamos más a mano, que eran Eduardo Calvo, compañero mío de Derecho, Javier Lostalé  —que era un poeta veterano ya entonces, que luego se hizo famoso como locutor de radio en programas culturales— y Ramón Mayrata que era un joven en cuya obra yo creía mucho, por lo que decidimos invitarlos a formar parte de esa antología. De esta manera surgió el ‘Espejo del amor y de la muerte’, que lleva este título porque en el curso de la preparación de la antología había fallecido mi primera novia, Rita Macau (a la que yo llamaba ‘Arit’), y era como una especie de homenaje que le hacíamos todos los poetas participantes en el libro.

 

 

A partir de la escritura de ‘La caja de plata’ da un giro radical en su estética hasta el punto de que Antonio Colinas ha dicho que con ese libro cambió la estética de su generación, la de los novísimos.


Después de ‘Espejo del amor y de la muerte’ “perpetré” otro libro —pagado por mi bolsillo— que fue ‘Elsinore’ de 1972, un libro del que se ha dicho que era el más culturalista de  su generación. Se publicó en la colección ‘Bezoar’ de la editorial Azur, la misma que había sacado ‘Espejo del amor y de la muerte’, y era un libro que preparé con mucha minuciosidad. También era un homenaje póstumo a Rita. De hecho las cuatro partes del libro corresponden a las cuatro letras de su nombre. Y la verdad es que quedó un libro con el que aún estoy contento. Todo esto surgió —me acabo de acordar ahora— porque antes del ‘Espejo del amor y de la muerte’, yo gané un premio que se llamaba ‘Puente cultural’  y que llevaba aparejada la edición por parte de la editorial ‘Azur’. Es por eso por lo que para editar la antología ‘Espejo del amor y de la muerte’ nos pusimos en contacto con esa editorial. Así que tendremos que retrotraernos a la primera pregunta: en el principio fue la edición de ‘Los Retratos’, premio ‘Puente Cultural’, que me puso en contacto con la editorial ‘Azur’, y de ese contacto surgió la propuesta de publicar la antología que Luis Antonio de Villena y yo animamos, ‘Espejo del amor y de la muerte’.

 

 

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Después de ‘Elsinore’, publiqué un libro de transición que se llamó ‘Scholia’, que se publicó en Barcelona (Antoni Bosch editor), y después experimenté, a partir del 78, una metamorfosis estilística que simplemente creo que fue una tarea de maduración, crecimiento, y aprendizaje. Y en ese aprendizaje me di cuenta de que la manera en la que expresaba mis pensamientos y mis sentimientos poéticos en mi anterior etapa debía de ser corregida, matizada y mutada en otra cosa que surge a partir de poemas escritos en el 78 y principios del 79 que luego irían a formar parte de ‘La caja de plata’. Un libro, ’La caja de plata’, que ni siquiera formalicé como tal, sino que fui escribiendo poemas y, a partir de 1983 -84, empecé a proponer su publicación a distintos editores, siendo rechazado por todos ellos. En una feria del libro de ocasión, en el paseo de Recoletos, tuve oportunidad de decirle al editor sevillano Abelardo Linares que tenía un libro de poemas, que había fabricado sacando poemas de aquí y de allá, y que había reunido en un libro breve. Yo ya intuía que había algo novedoso en ese libro, novedoso con respecto a mí y novedoso con respecto a la poesía que se estaba escribiendo en ese momento en España.

 

Recuerdo que en una velada que duró hasta las cuatro de la mañana en mi casa de Don Ramón de la Cruz, con Abelardo Linares y con Lorenzo Martín del Burgo, leí uno por uno todos los poemas del libro, lectura que sirvió para amputar algunos de los poemas, porque mis oyentes me recomendaron que lo hiciera. De ese contacto con Abelardo Linares y Lorenzo Martín del Burgo  —otro poeta que me interesaba mucho y que me sigue interesando hoy— surgió por parte de Abelardo Linares la intención de publicar el libro, que luego sacó en ‘Renacimiento’ con tan buena suerte que consiguió el Premio de la Crítica. 


Recuerdo también que Juan Manuel González, un periodista de ‘Efe’ hoy ya fallecido, que hizo muchas traducciones de poesía y que publicó también libros propios de poesía en la editorial Visor —uno con prólogo mío—, fue el que me dio la noticia y me dijo que había sacado el Premio de la Crítica. Creía que estaba gastándome una broma, ya que yo estaba fuera por completo de todos los circuitos literarios. Y a partir de entonces supe que tenía un camino estilístico que seguir y  que ya no iba a modificarse sustancialmente a lo largo del tiempo, aunque podría haber matizaciones, ya que la poesía va creciendo con uno y va adquiriendo tonos más graves al ir cumpliendo años. Pero, en cualquier caso, creo que solo hay dos estilos en mi poesía: el previo a ‘La caja de plata’  y el que sigue a la publicación de este libro, con todas las matizaciones que queramos. Todo esto surge o proviene del encuentro con algo que yo había estudiado como filólogo, que fue el epigrama helenístico y la Antología Palatina y los elegíacos romanos, que fueron realmente los que me dieron esa posibilidad de instalarme en un determinado estilo literario, que es el epigrama. Yo creo que el conocimiento del epigrama fue fundamental para mí, sobre todo el epigrama helenístico. Había hecho la tesina sobre Calímaco de Círene y la tesis sobre Euforión de Calcis, y eso me ayudó a expresarme en castellano y en el siglo XX siguiendo la huella de aquellos grandes epigramistas de antaño, y de ahí surge ese segundo estilo.


Yo creo —con algún crítico que también lo ha hecho notar— que en mi poesía primera, llamémosle del estilo A, están ya los gérmenes del estilo B; y que en el estilo B tampoco se rompe del todo con el estilo A. Somos una misma persona  a lo largo de la vida y no podemos evidentemente desdoblarnos en dos personalidades diferentes. El mismo Luis Alberto que hizo ‘Los retratos’  y ‘Elsinore’, escribió ‘La caja de plata’ y ‘El otro sueño’. ‘El otro sueño’ fue un libro que surgió al hilo del éxito  de ‘La caja de plata’, y que de algún modo lo redondeaba; por eso a veces los he editado conjuntamente, porque vienen a formar un solo libro (aunque ahora he optado por restituir la independencia original). 

 

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Se ha acusado a los Novísimos de haber espantado con esa poesía tan hermética y tan difícil a los lectores. Precisamente usted, que fue uno de los poetas más culturalistas de esa generación, se ha convertido en el poeta que más los atrae ahora. Usted suele recordar —algunos pueden pensar que irónicamente, pero lo dice con toda seriedad y certeza— que su poesía suele gustar incluso a la gente que no suele leer poesía.

 

Es curioso eso, sí. La verdad es que cuando yo escribí mis primeros libros —Los retratos y Elsinore—no pensaba en ningún caso que sucediera eso, porque mi estética de esa época no era la de llegar a un gran número de lectores, sino expresarme. La expresión era más importante para mí incluso que la comunicación, y en ese sentido quién me iba a decir a mí  que mi poesía iba a evolucionar de manera que el grado de comunicación fuera más intenso y más amplio que el de muchos de los poetas contemporáneos míos. Eso es algo que realmente me vino añadido; no tenía la menor sospecha de que pudiera ocurrir algo así, pero la verdad es que ‘La caja de plata’, fuese porque obtuvo el premio de la crítica, fuese porque yo me hinché a regalar ejemplares —creo que habré regalado 300 o 400, por lo que lo más difícil será encontrar un ejemplar de la primera edición sin dedicatoria autógrafa—la verdad es que se agotó enseguida, y de hecho ahora es una edición nada fácil de conseguir. En cambio de ’El otro sueño’ del 87, que redondea la faena, me consta que todavía hay ejemplares, que están expuestos en los catálogos de la editorial ‘Renacimiento’, a unos precios increíbles, a cinco euritos o algo así; o la tirada fue muy grande o es que se vendió fatal…


Y luego, después de ‘El otro sueño’, llegó ‘El hacha y la rosa’ del 93; y después el cambio  de editorial desde ‘Renacimiento’ —que editó por última vez una edición príncipe mía, que es la de ‘El hacha y la rosa’— a la editorial ‘Visor’. Esto ocurrió porque el propio editor de ‘Renacimiento’ me dijo: “tú empiezas a ocupar un puesto importante en la poesía española contemporánea y tienes que buscar una editorial que distribuya mejor que yo”. Parece algo increíble, pero eso es muy de Abelardo Linares. Y a regañadientes —porque yo me encontraba muy a gusto en ‘Renacimiento—, le ofrecí a ‘Visor’ mi siguiente libro que fue ‘Por fuertes y fronteras y él dijo inmediatamente que sí.  Antes no me publicó ‘La caja de plata’, pero porque pensaba que iba en plan ‘Elsinore’,  hiperculturalista etc. La empatía con el lector se siente a partir de ‘La caja de plata’ de una manera muy importante e intensa; y luego he llegado a la conclusión de que lo que me interesa sobre todo en poesía es comunicar y ser útil al posible lector, que le sirvan mis poemas de una o de otra manera. Eso contradice por completo mi poética inicial.

 

 

Hemos hablado de poesía, pero su obra es bastante variada, además de poesía ha producido ensayo, filología, literatura, cine, tebeos, incluso algún esbozo narrativo. Pero nunca ha abordado la novela, siendo como es un devoto lector de novelas.


Me han tentado, eso sí, me han tentado. Recuerdo  un contrato que me envió ‘Espasa Calpe’ cuando iniciaba una nueva línea de narrativa contemporánea allá por el comienzo de los 90, porque habían visto gérmenes narrativos en mi poesía que eran capaces de convertirse en una novela y, por tanto, también de conseguir un cierto éxito de ventas. El contrato era suculento, por lo que pensé que tenía que intentarlo. Lo intenté. Tardé como varios meses en escribir ocho folios y lo dejé, porque continuamente corregía y corregía como si fuese un poema cada fragmento de prosa, y eso no puede hacerlo un novelista, que tiene que dejar que fluya la muñeca y que vayan contando cosas y que vaya creciendo el número de folios a diario. Al final, contesté a ‘Espasa’ que era incapaz de escribir la novela, y publiqué el fragmento de la novela —que de algún modo estaba protagonizado por el personaje de ‘La caja de plata’ y de ‘El otro sueño’, ese personaje ficcionalizado que habita en esos libros y que de algún modo le sucedían una serie de cosas— en esos ocho folios. Con el título de ‘Fragmento de novela’ apareció en una edición logroñesa muy curiosa, que hice a medias con Alex de la Iglesia, el cineasta, que publicó un fragmento de ‘Payasos en la lavadora’, que luego en su caso se convirtió en una novela, mientras lo mío se quedó en un fragmento de novela con ese título, ‘Fragmento de novela’. El libro conjunto de Alex y mío, se abría por ambos lados, de tal manera que cada uno teníamos nuestra cubierta individualizada. Hace mucho que no he leído ese ‘Fragmento de novela’, pero imagino que estará irreprochablemente escrito desde el punto de vista del estilo, puesto que estuve tantos meses puliendo esos ocho folios.

 

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También la política ocupó una parte de su vida cuando tras dirigir la Biblioteca Nacional, desempeñó  el cargo de Secretario de Estado de Cultura. ¿Cómo contempla la situación actual?


Pues con preocupación, no cabe la menor duda. Yo creo que ahora estamos desde el comienzo de la democracia en una de las encrucijadas más complicadas de nuestra historia política reciente, que como ciudadano —aunque la política no es algo que me interese especialmente, (ya cumplí con mi deber en un determinado momento)—me preocupa. Sin embargo, veo con desazón que se ha instalado en la sociedad española, sobre todo en los partidos políticos, un interés desmedido por sí mismos y no por la entidad superior que debería ser la inspiradora de sus intereses, que es España. Todo el mundo va a salvar el pellejo, a pensar en uno mismo exclusivamente o en su propio partido. Y por eso nos está yendo como nos va: estamos abocados quizá a unas terceras elecciones.

 


¿Y en concreto en lo que se refiere a la política cultural y educativa?


La política cultural y educativa ha sido un tema de preocupación por mi parte, porque pienso que desde el tardofranquismo, desde aquel Libro Blanco malhadado de Villar Palasí no hemos hecho más que retroceder en cuestiones de ‘curriculum’ académico: se han adelgazado los contenidos y se han desterrado las disciplinas históricas, la  Historia del Arte, la Historia de la Filosofía, la historia de la Literatura. Ahora son apéndices; en el caso de la literatura, de la lengua; en el caso de la Historia del Arte es una optativa de no se sabe qué; y en el caso de la Historia de la Filosofía hablan incluso de suprimirla, lo cual me parece pavoroso, porque la cultura, sea de ciencias o de letras, se estudie lo que se estudie con posterioridad al bachillerato, es cuestión de tiempo y de espacio; pues sobre todo somos cultos si sabemos ubicar un hecho en el tiempo y en el espacio. La geografía y la historia son, pues, fundamentales. Y a la geografía dicen ahora que la llaman de otra manera, conocimiento del medio o no sé qué historias; y a la historia, ciencias sociales. Por ese camino, ¿adónde vamos? Estamos disfrazando las únicas realidades importantes desde el punto de vista cultural, que son la geografía y la historia, la posibilidad de situar algo en un lugar y en un tiempo.

 

 

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Estando en Astorga no puedo, para terminar, sino preguntarle por Leopoldo Panero, cuyas obras completas, al cuidado de Javier Huerta, creo recordar, además, que presentó precisamente usted…

 

Tuve el honor de presentarlas en la Biblioteca Nacional de España, hace unos años, cuando conocí precisamente a la sobrina de Leopoldo, Odila Panero —a la que yo llamo cariñosamente ‘Odile’, a la francesa—, que me cayó fenomenal y me sigue cayendo estupendamente.  Creo que Javier Huerta Calvo, aparte de ser uno de los conocedores del teatro Español de todas las épocas más conspicuos y más profundos, es también un gran ‘panerólogo’ o ‘panerista’, y creo que, además, su recuperación de Leopoldo Panero viene en un momento muy importante, porque llega en un momento en que parecía que los únicos Panero importantes desde el punto de vista literario eran sus hijos, Juan Luis Panero y Leopoldo María Panero. Pero sin hacer de menos la tarea literaria de sus hijos, yo creo que el padre es mucho más escritor que los hijos. Por eso creo que esa tarea ímproba que acometió Javier Huerta Calvo ha contribuido a fijar la labor poética de Leopoldo Panero, e incluso su tarea ensayística, en el lugar que le corresponde que es un lugar muy alto en la literatura española del centro del siglo XX.

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