Marcos Carrascal Castillo (@M_CarrascalC)
Miércoles, 28 de Septiembre de 2016

 Promesas sin reflexiones

 

 

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Nace un nuevo curso. La calma veraniega va desvaneciéndose; y se va imponiendo el mundanal estrés. Una nueva etapa se inicia, sin el confeti que ornara la introducción al verano. Cabezas gachas y semblantes adustos, con ojos rojizos por el sueño. El cielo parece haber comprendido lo que sucede a sus pies, y comienza a descender el ardor que suscita el estío.

 

En muchas ocasiones, septiembre es el 'mes de las promesas'. Desde esta perspectiva, luego de atravesar la crisis post-vacacional, descargamos promesas y promesas. “Voy a llevar al día esta asignatura”, “Voy a llamar semanalmente a esta amiga”, “Voy a comprometerme con esto”… A septiembre le sucede octubre. Después de octubre, en la visita al camposanto por el Día de los Difuntos, reparamos en que esa asignatura apenas ha sido ojeada —a tres días del examen parcial—, que llevo sin enviar un mísero WhatsApp a esa amiga desde hace tres semanas y que ese compromiso se ha diluido sin siquiera visitarlo un instante. Y resoplamos. ¿Qué podemos hacer?

 

El verano es un período de desconexión y de sosiego, pero en absoluto es un paréntesis. No obstante, percibimos estos meses caniculares como una hermética ínsula en medio de dos grandes continentes. Nada más alejado de la realidad. El verano es una playa, una montaña o una aldea dentro de ese gran continente que es la vida; es un vórtice de recuerdos, emociones, experiencias y pensamientos. El mes transitorio, septiembre, no puede ser un puente de promesas mediante el cual nos embarcamos en los laberínticos e intrincados parajes del curso. El mes transitorio es otro estadio más, diferente.

 

Antes que promesas que nunca cumpliremos, es mejor reflexionar. Desde la reflexión de un bien —el verano—, podremos cosechar lo sembrado en julio y en agosto para recolectar los frutos durante el curso. Es estúpido prometer sin sentir o sin seguridad: ¿dónde quedará esa promesa sin garantías? Quedarán en zascandileo y en el hastío, cual carga más que degustación.

 

Hoy, antes de que las prisas terminen por desfigurar nuestro rostro y los rígidos horarios contusionen nuestros anhelos, hagamos memoria del verano. Recordemos qué momentos deben quedar instalados en nuestro corazón y cuales han de podarse de la planta de nuestra vida. Sólo así podremos cumplir promesas y crecer.

 

Finalmente, me gustaría presentarme. Intentaré ser el errante forastero que les acompañe a través de varios artículos en esta singladura que comenzamos hoy. Muchas gracias y buen curso.

 

 

 

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