José Luis Puerto
Miércoles, 28 de Septiembre de 2016

La expresión de un anhelo

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Federico García Lorca fue un espectador directo de la crisis de 1929. Se encontraba en Nueva York, el centro de la herida. Y percibió aquel cataclismo social que tantos sacrificios humanos provocó y lo plasmó en ese hermoso poemario –una de las obras maestras, sin duda, de la poesía del siglo XX– que es ‘Poeta en Nueva York’.

 

En la “Oda a Walt Whitman”, uno de los conocidos poemas de tal libro, Lorca, en un verso memorable, hizo un diagnóstico de aquel tipo de existir que condenaba a tantos millones de seres humanos al paro, a la precariedad, a la indignidad humana: “y la vida no es buena, ni noble, ni sagrada”.

 

De ahí que el poeta lanzara un grito verbal, de queja y de petición, desde lo alto del Crysler Building, un conocido rascacielos neoyorquino, que tituló “Grito hacia Roma”, dirigido a la autoridad del papa. Y, en ese grito, Lorca indica que “Cristo puede dar agua todavía”, algo que ignoran –según el propio poeta– quienes solo se guían por los intereses del dinero (el nuevo dios), de espaldas a la inmensa precariedad humana.

 

Y, cuando Lorca afirma tal aserto, lo que nos está diciendo es que todavía ha de ser posible entre los seres humanos una lógica de amor y fraternidad, de ayuda y apoyo mutuos. Esa es el 'agua' que reivindica el poeta.

 

Y el remate de tal grito hacia Roma, simbólicamente lanzado desde lo alto de un rascacielos neoyorquino, es la expresión de un anhelo, que sigue totalmente vigente en nuestros días, en esta nueva crisis que tan fatales consecuencias está produciendo en las gentes más humildes de nuestra sociedad:

 

“Porque queremos que se cumpla la voluntad de la tierra,
que da sus frutos para todos.”

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