Samuel Yebra Pimentel
Martes, 04 de Octubre de 2016

La cínica ordenanza de los canes y los peces

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Lo peor no van a ser las multas, que pocas se pondrán, pues quién se atrevería a castigar en tal cuantía a un ciudadano y convecino. ¿Pondrán cara el alcalde y sus huestes en esta confrontación con los astorganos que tienen perros o se reblandecerán a cambio de una deuda futura? No, ya sabemos que el disparate y el esperpento es tan solo una estrategia educativa para mostrar lo que no debe de hacerse. Entendámoslo bien, no se trata de un castigo, aunque sea su procedimiento educativo preferido; tampoco sería una amenaza: es tan solo una hipérbole que ya al promulgarse aviva la conciencia de respeto ciudadano a cumplirse allá en lo infinito.


Lo peor no es eso que no será jamás, lo peor es que los perros tengan que orinar y defecar en los imbornales. Viviremos la angustia, no por la multa, sino por esa recién adquirida conciencia ciudadana, de los paseadores de perros, cuando el canecillo apriete o cuando alce la pata titiritera en señal demarcadora o de lluvia dorada.


Es verdad que la abundancia de ‘premáticas’ y normativas es signo y enseña de los ‘brindis al sol’. Una vez han descubierto que el ejemplo y la acción son más eficaces que el diálogo y la razón para traer a la ciudadanía, y que ya la lógica y la dialéctica e incluso la física y la astronomía son cínicas verdades, incapaces de que perros y amos hagan lo que deberían de hacer -apuntar hacia el imbornal-, retoman la vía orwelliana que significa lo contario de lo que dice, la vía del amago de amenaza con multa superlativa, del temor chirle traspillado y canino. 


Increíble; a continuación saldan la deuda con los afectados mediante una vuelta en patines, que es como decir en volandas, por un circuito sin orines ni rastros fecales, impoluto, por la "Santa ciudad de Astorga". "Cielos Limpios, Bosques Sanos", ningún niño se quedará atrás. Todo ello con la doble intención recaudatoria para que los perros, cuyos amos pudieran caer en desgracia, no terminen muertos de hambre.


¡Vaya el diablo por puto…!

 

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