L. M. S.
Sábado, 12 de Noviembre de 2016
ENTREVISTA / Pablo Andrés Escapa

"Me inspiro en estos montes, estas nieblas, en la posibilidad del mar... de la Literatura del Noroeste" peninsular

Pablo Andrés Escapa, bibliotecario del Palacio Real, ha publicado los libros de cuentos ‘Las elipsis del cronista’ en 2003, ‘Voces de humo (2007) y ‘Mientras nieva sobre el mar’. Es autor también del ensayo ‘Cercano Oeste’ (2012) donde ofreció una visión muy personal sobre el Western y la pervivencia de su iconografía y su influencia en diversos aspectos de la realidad cotidiana.
Aprovechando su presencia en las Tardes de Autor organizadas por Luis Miguel Suárez en colaboración con la Concejalía de Cultura de Astorga, Astorga Redacción ha entrevistado a Pablo Andrés Escapa

 

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L.M. S.: Es usted bibliotecario del Palacio Real. ¿Ese trato cotidiano con los libros es también un estímulo para la creación literaria?


Pablo Andrés Escapa: Sí, porque es seguir entre libros y además ser consciente de que eres heredero de una tradición. El libro con el que yo trabajo es libro de fondo antiguo, así es que no es un libro cualquiera.

 


¿El libro de papel está acaso abocado a perder la batalla con el libro electrónico y convertirse en un producto raro o incluso de lujo?

 

No sé si veremos eso, yo creo va a competir de otra manera. Se trata más bien de la forma de leer, la forma con que se percibe el mensaje. Yo no me imagino leyendo 'Guerra y  paz' o el Quijote en una pantalla, me lo imagino leyéndolo en papel, pero lo importante es que las obras se lean. No se obtiene la misma percepción en un caso que en el otro.

 


En alguna ocasión citando sus referentes literarios (Antonio Pereira, Álvaro Cunqueiro…) ha hablado usted de una 'Literatura del Noroeste' y de un paisaje del noroeste con los que se siente identificado. ¿En qué consisten esa literatura y ese paisaje?


Ese término de 'Literatura del Noroeste' se ha asociado siempre a Antonio Pereira. Y yo con Antonio Pereira tengo una deuda: primero como lector y después como amigo  y protector; a mí me animó y me ayudó a sacar adelante el primer libro. Esos son conceptos que yo he heredado de él. Creo que sí existe una escuela o un grupo de escritores con los que disfruto leyendo y coincide que casi todos han producido sus obras en esta zona del noroeste de España. Es como una especie de geografía literaria, porque para Pereira aquí también entraría el Unamuno de San Manuel Bueno Mártir, que ya es Zamora. Pereira extendía esta geografía hasta Sanabria e incluía los Tras os Montes portugueses, incluyendo en el elenco de autores a Miguel Torga. Yo me identifico con esa sensibilidad, con esa escritura en la que habría que incluir a Rafael Dieste y Eduardo Blanco Amor, por seguir dentro de Galicia. El paisaje también tiene que ser seguramente un referente. Estos montes, estas nieblas, la posibilidad del mar que en mi caso no existe, pero existe como posibilidad y como elipsis. A mí eso me ha inspirado bastante.

 

 

Continuando con sus maestros también ha dicho que prefiere a los autores que cuidan la palabra, pero que, sin embargo, se siente más próximo a Baroja, de cuya muerte se cumplen ahora 60 años, que  a Borges, que le interesó más en otro tiempo. Parecería más lógico que se sintiera más próximo, por ejemplo, a Azorín.

 
No sé de dónde procede ese enfrentamiento mío entre Borges y Baroja. No, en realidad, me gustan los dos por razones diferentes. La literatura es una escritura. La literatura no son los temas, es la forma, entonces no me parece extraño poner el acento en eso. Yo no soy indiferente a la forma, porque creo que es donde radica la literatura. Baroja me gusta porque cuida la forma más de lo que se dice en los manuales. Ese desaliño de Baroja forma parte de su estilo. A la hora de escribir está haciendo un ejercicio completamente honesto. La forma sin fondo no es nada tampoco, es como una pirueta, como una escritura sin alma. Pero sí es cierto que yo identifico literatura con “escritura”. Si no hubiera esa diferencia estaríamos hablando simplemente de redacción, pero no de una escritura literaria. La literatura es un compromiso con la lengua como el que pueda tener el carpintero con la madera. El alma del escritor es la lengua y tiene que estar comprometido con ella y serle fiel.

 

 

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¿Se sigue sintiendo más cómodo en el terreno del cuento que en el de la novela?


Más cómodo en el cuento que en el de la novela larga, pues la novela corta me gusta tanto como el cuento y me parecen géneros afines los dos. La intensidad, la capacidad de sugerencia, el símbolo como elemento expresivo son comunes tanto al cuento como a la novela corta. La novela larga es una historia distinta, pero tal vez llegue el momento de probarla.

 


Curiosamente, en sus libros de relatos hay un marco en el que se insertan las historias. Tenemos como ejemplo Badabia en el primer libro, Laciana en el segundo, un prodigioso faro en su tercer escrito al que llega un náufrago con historias.


Las historias tienen que ocurrir en algún lugar y eso es parte de la atmósfera del libro. No soy en mis escritos indiferente al paisaje, y, además, considero que el paisaje es un elemento más dentro del relato, es una proyección del alma, es un destino en la vida real y en la vida de ficción de los personajes. Lo que puede ser también una limitación. Las historias tienen que ocurrir en algún sitio y para que el paisaje no se limite a ser un simple decorado hay que integrarlo y asimilarlo al alma de los personajes; o de otro modo: que el paisaje influya en sus reacciones o en sus maneras  de ejercer las peripecias que les sucedan en la trama.

 


En cualquier caso, hasta ahora no se ha decido por el libro de relatos independientes…


Hasta ahora he organizado los libros de cuentos en ciclos: lo que se denominaría ciclos de cuentos. Eso se debe a que a mí me gusta que haya conexiones entre las historias. Pero, aunque yo hubiera prescindido de esas conexiones, se acabarían estableciendo solas. Al final, los cuentos se parecen entre sí todos, aunque no se hayan planteado como ciclos; y en algún caso simplemente la afinidad, la unidad la proporciona el lugar donde ocurren, pero no el tono concreto de  cada relato; pueden ser incluso historias independientes que pueden venir conectadas o por un paisaje o por un personaje. A mí me gusta hacer eso: me gusta establecer relaciones entre unos relatos y otros, o aplazar cierta información en un relato y resolverla en otro. Se trata de una preferencia personal y no es  tampoco la manera exclusiva  o la mejor de hacer libros de relatos. Hay libros en los que las narraciones no tienen nada que ver unas con otras y son grandes libros también.

 


Ha afirmado también que la literatura o el cuento consiste sobre todo en hacer verosímil lo inverosímil. ¿No le ha tentado lo contrario alguna de las corrientes que hoy en día están tan de moda en la literatura española, como, por ejemplo, la autoficción?


No, no. Yo creo que precisamente escribe uno para escapar y para alejarse de uno mismo, y a mí la autoficción, hoy por hoy no me interesa; me interesa la ficción; y si hiciera autoficción yo creo que acabaría… no sé. No me interesa en absoluto entrar como personaje en mis historias, lo que me interesa es el disfraz y la transformación. 
En cuanto a lo que decías de hacer verosímil lo inverosímil, es una idea cervantina. Cervantes lo decía con la idea de mostrar con verosimilitud un desatino y ese es el gran desafío de la literatura: partir de un elemento real o de un elemento inspirado en la realidad, transformarlo y hacerlo verosímil al lector. También existe el procedimiento contrario, partir de algo estrambótico, de algo muy peregrino, y a fuerza de lenguaje y de talento literario hacerlo verosímil  al lector; no verdad, que es otra cosa. La verdad en la literatura es verosimilitud.

 

 

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También la oralidad  desempeña un papel importante en su escritura.


Sí, un papel fundamental. Aunque ahí sí que hay autobiografía, no autoficción, pero si autobiografía. Mi padre me contó muchos cuentos cuando era pequeño y, claro, utilizaba todos los recursos propios de la oralidad, como eran aplazar la solución, las formas veladas de aludir, los diálogos irónicos, y otra serie de recursos que pretendían reclamar la atención, como cuando nos preguntaba a sus hijos pequeños por la extensión que pretendíamos del cuento. “¿Cómo queréis el cuento?” —nos decía a mis hermanos y a mí— “¿Corto pero sabroso o largo pero insípido?”, lo que no era más que una forma de implicarte ya como oyente en la historia, obligándote desde antes de comenzarla a participar en ella. Todos estos recursos orales los uso y los he trasladado, llevándolos a mi terreno, a mis escritos. Representan un fundamento muy claro en mi literatura. Me preocupa mucho encontrar la voz en cada relato y suelen ser voces internas, personajes que se expresan por sí mismos. Por eso tengo muy pocas relatos con narrador omnisciente, adopto casi siempre un punto de vista interno o en paralelo con el del narrador externo, como ocurre alguna vez. Y eso son en buena medida recursos propios de la oralidad: la historia dentro de la historia, personajes que cuentan la historia, mientras otros le dan la réplica desde otro punto de vista, con otra versión… Todo eso son reminiscencias de los cuentos que nos narraba mi padre.

 


Por último, ¿qué podría adelantarnos sobre su próximo libro?


Que es un libro cervantino en esa propuesta de mostrar un desatino con buen criterio y de forma convincente. Van a ser tres novelas cortas que aparecerán juntas, y las tres arrancan de una propuesta inverosímil que el relato tiene que ir convirtiendo en verdad, en verosímil para el lector.

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