La fiesta lexical de Fray Jacinto de Carvajal (IV)
Continuamos merodeando por el libro 'Relación del descubrimiento del río Apure hasta su ingreso en el Orinoco, por Fray Jacinto de Carvajal, de la orden de los predicadores'. En la anterior entrega abordábamos ya el nuevo lenguaje que creaba y adoptaba de los nativos. Hoy incorporamos el lenguaje relativo a la pajarería. Un léxico plurilíngüe; a veces español, a veces guaraní y cuando no conoce el nombre se ciñe a la descripción del ave
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Desde la noche de San Juan al caimán de 25 pies
En la jornada náutica número 14, la fertilidad y la hermosura de los parajes por donde atraviesan, especialmente a la noche, bajo la luna, le traen el recuerdo de España y más concretamente de Sevilla en la noche de San Juan: “me motivaba a contemplarme en lo apacible de la alameda de Sevilla o que navegamos por el Guadalquivir en sus enramados barquillos la noche del regocijado y alegre San Juan, faltando solo lo dulce y lo suave de la música que en semejantes noches sobra, si bien suplieron esta la que nos dieron nocturnas aves y tigueres con sus horrible bramidos” (175). Teme a los tigres que serían jaguares, y solo a la mañana queda compensado con su despertar entre barroco e indígena: “A gritos de enfadosas guacharacas, si a dulces gorjeos también de regaladas filomenas, despertamos” (176)
Fray Francisco de Carvajal se pasa un susto de solo ver en el río la cabeza de una ‘vagre’, “que asimilaba a la de un grande novillo en lo ancho y grande de ella, que causó espanto a los que la vieron y en particular a mí que nunca había visto grandeza igual de pescado” (176). Para colmo de males, por allí merodeaban los indios guamonteyes, amavas y guayparas. Tuvieron miedo y se fueron, pero quedó “un caimán que los indios acababan de matar” (176). la bestia "tenía fuera de la cabeza y cola veinte y cinco pies de largo, bestia a mi entender tan desaforada que aunque vide muchos siendo prior en el río de el hacha, así en los esteros que median entre el dicho río y el pueblo de la Nueva Salamanca de la Ramada, y en la ciénaga de Santa Marta, como en el río grande de la Magdalena, a ninguno vi de la grandeza de aqueste en los indicados parajes”. (177)
Más de tres páginas, en parte gongorinas, en parte alambicadamente alegóricas se dedican a describir un árbol que llena de admiración l buen cronista de la navegación fluvial. Cojamos unas líneas por donde es más preciso: “formando desde aquestas un pan de azúcar, asimilado al ciprés de España en el piramidal remate, si bien tiene aqueste más vuelo y se espacia más que muchos de aquellos, y tan capaz su sombra que puede alojarse en ella un muy copioso ejército, y no le parezca al discreto y prudente lector mío que el celebrado árbol dicho con encomios e hipérboles, poniendo el crédito mío al dictamen de censuras varias, porque ‘alliud est’ el oírlo o leerlo, ‘et alliud est’ verlo ‘propiis oculis’, y he visto tanto y tan peregrino en estas mis náuticas jornadas, que remito al silencio mucho de lo que he visto y contemplado”. (180)
![[Img #25649]](upload/img/periodico/img_25649.jpg)
Los pájaros nuevos por la isla de San Pablo
En la jornada decimo quinta, el buen fraile ya no puede quedarse sin transmitirnos un hermoso catálogo de toda la pajarería y el mundo extraordinario de colorido, de música que supone la presencia de unos animales volátiles para los que no tenía palabra. Cuando conoce el nombre guaraní o amaiva, nos lo dice; cuando no, se contenta con el equivalente castellano. Y cuando su vocabulario no llega, lo que hace es explicárnoslo, dando algunas indicaciones de su aspecto y atributos que más le llaman la atención. Es el miércoles 15 de marzo; Fray Francisco ha avistado pájaros “de tan varios matices y colores vestidos, que juntos representan no una sino muchas primaveras y jardines diversos, por los cuales daré permiso a mi pluma para que ella insinúe algunos de los que mis ojos vieron, que son los siguientes, si músicos.
Ruyseñores.
Turpiares.
Calandrias de España, que por acá llaman centones, porque entonan otros tantos cantos, blanco y pardo sus libreas.
Cochas, que son a fuer de españoles tordos, de un negro tan fino que pinta en morado.
Babaguyes, de blanco, negro, colorado y verde, pies y picos amarillos.
Habubillas de España, con matices leonados, blancos, azules y verdes, hermoseándolas unas coronas de plumas en su cabeza, y cada pluma de la corona siendo de los colores dichos tiene un espejuelo tornasolado que las hacen vistosísimas por extremo.
Otros pajarillos, picos negros, cabezas azules, alas negras y pechos blancos.
Otros dominicos, pechos blancos, alas y cabezas negras y las colas variadas de negro y blanco, y los extremos de aquestas y las alas azules.
Otros de azul, verde, amarillo y blanco.
Otros de amarillo y blanco el cuerpo, y las caudas encarnadas.
Otros de color rojo todo el cuerpo, que llaman cardenales.
![[Img #25651]](upload/img/periodico/img_25651.jpg)
Otros pajarillos vi muy pigmeos en sus cuerpecitos, si en su música y cantos muy gigantes, que a no haberlos visto no presumiera eran dueños de tan abultadas como sonoras voces. A estos pajarillos y a otras inmensidades de ello le ha puesto la divina providencia mesas francas y hecho sazonadísimos platos de silvestres frutillas, de que abundan las apureñas márgenes, como a otros pájaros de más porte, de pescados en las playas y márgenes de los ríos, zanjones, caños, ciénagas y pantanos, como en las lagunas de que abundan los llanos; y de estos pájaros los más conocidos son:
Soldados, blancos en el color los extremos de las alas, caudas y cabezas, con gran parte de sus pescuezos negros: son de corpulencia muy grande.
Pájaros flamencos, de color naranjado, en bandadas grandes que, juntas en las playas, parecen manadas de ovejas merinas almagradas.
Garzas, pardas unas y otras dominicas, de blanco y negro con garzotas de su color mismo unas y otras, es a saber, blancas y pardas.
Otras garzas más pequeñas, con sus garzotas conforme a los cuerpos suyos.
Ptos reales, de corpulencias muy crecidas.
Patos de maneras muchas y de diferentes nombres.
Aguanieves, y otros muchos que, si bien los vi, ignoro los nombres suyos, aunque los indios les han puesto los de el agrado suyo.
A estos la providencia divina les tiene prevenidos platos de pescados diversos, como a los paujiles que de aquestos unos son de piedra en sus cabezas, como otros de penachos.
Pavas.
Guacharacas.
Codornices.
Guacamayas.
Caharos.
Papagayos.
Periquitos.
![[Img #25654]](upload/img/periodico/img_25654.jpg)
Otros tan pequeñitos que representan unas esmeralditas animadas: hacen de estos pajaritos aprecios muchos a las damas de la Cantabria, Guayana y Trinidad, y así los traen en sus encrespados rizos y copetes de sus cabezas.
A las aves dichas les hace la providencia divina platos para sustento de ellas, de diversas frutas del monte y otros granitos diferentes, como a las aves de rapiña de carnes varias y de los pajaritos y avecillas que quedan insinuadas les hacen platos a costa de sus vidas a las
Águilas reales.
Búhos.
Gavilanes.
Jirifaltes.
Primillas.
Aletos.
Valdivias.
Cernícalos y
Zamuros“ (188)
Pocos nombres aborígenes nos ha conservado en esta ocasión Fray Jacinto de Carvajal, pero sin duda alguna se recreó en describirnos aquellas esmeralditas vivas que las damas venezolanas llevaban en sus correncias a la moda.
No contento con este discurrir por los pájaros acude también a la enumeración de otras riquezas, en las orillas del Apure. (CONTINUARÁ)
Desde la noche de San Juan al caimán de 25 pies
En la jornada náutica número 14, la fertilidad y la hermosura de los parajes por donde atraviesan, especialmente a la noche, bajo la luna, le traen el recuerdo de España y más concretamente de Sevilla en la noche de San Juan: “me motivaba a contemplarme en lo apacible de la alameda de Sevilla o que navegamos por el Guadalquivir en sus enramados barquillos la noche del regocijado y alegre San Juan, faltando solo lo dulce y lo suave de la música que en semejantes noches sobra, si bien suplieron esta la que nos dieron nocturnas aves y tigueres con sus horrible bramidos” (175). Teme a los tigres que serían jaguares, y solo a la mañana queda compensado con su despertar entre barroco e indígena: “A gritos de enfadosas guacharacas, si a dulces gorjeos también de regaladas filomenas, despertamos” (176)
Fray Francisco de Carvajal se pasa un susto de solo ver en el río la cabeza de una ‘vagre’, “que asimilaba a la de un grande novillo en lo ancho y grande de ella, que causó espanto a los que la vieron y en particular a mí que nunca había visto grandeza igual de pescado” (176). Para colmo de males, por allí merodeaban los indios guamonteyes, amavas y guayparas. Tuvieron miedo y se fueron, pero quedó “un caimán que los indios acababan de matar” (176). la bestia "tenía fuera de la cabeza y cola veinte y cinco pies de largo, bestia a mi entender tan desaforada que aunque vide muchos siendo prior en el río de el hacha, así en los esteros que median entre el dicho río y el pueblo de la Nueva Salamanca de la Ramada, y en la ciénaga de Santa Marta, como en el río grande de la Magdalena, a ninguno vi de la grandeza de aqueste en los indicados parajes”. (177)
Más de tres páginas, en parte gongorinas, en parte alambicadamente alegóricas se dedican a describir un árbol que llena de admiración l buen cronista de la navegación fluvial. Cojamos unas líneas por donde es más preciso: “formando desde aquestas un pan de azúcar, asimilado al ciprés de España en el piramidal remate, si bien tiene aqueste más vuelo y se espacia más que muchos de aquellos, y tan capaz su sombra que puede alojarse en ella un muy copioso ejército, y no le parezca al discreto y prudente lector mío que el celebrado árbol dicho con encomios e hipérboles, poniendo el crédito mío al dictamen de censuras varias, porque ‘alliud est’ el oírlo o leerlo, ‘et alliud est’ verlo ‘propiis oculis’, y he visto tanto y tan peregrino en estas mis náuticas jornadas, que remito al silencio mucho de lo que he visto y contemplado”. (180)
Los pájaros nuevos por la isla de San Pablo
En la jornada decimo quinta, el buen fraile ya no puede quedarse sin transmitirnos un hermoso catálogo de toda la pajarería y el mundo extraordinario de colorido, de música que supone la presencia de unos animales volátiles para los que no tenía palabra. Cuando conoce el nombre guaraní o amaiva, nos lo dice; cuando no, se contenta con el equivalente castellano. Y cuando su vocabulario no llega, lo que hace es explicárnoslo, dando algunas indicaciones de su aspecto y atributos que más le llaman la atención. Es el miércoles 15 de marzo; Fray Francisco ha avistado pájaros “de tan varios matices y colores vestidos, que juntos representan no una sino muchas primaveras y jardines diversos, por los cuales daré permiso a mi pluma para que ella insinúe algunos de los que mis ojos vieron, que son los siguientes, si músicos.
Ruyseñores.
Turpiares.
Calandrias de España, que por acá llaman centones, porque entonan otros tantos cantos, blanco y pardo sus libreas.
Cochas, que son a fuer de españoles tordos, de un negro tan fino que pinta en morado.
Babaguyes, de blanco, negro, colorado y verde, pies y picos amarillos.
Habubillas de España, con matices leonados, blancos, azules y verdes, hermoseándolas unas coronas de plumas en su cabeza, y cada pluma de la corona siendo de los colores dichos tiene un espejuelo tornasolado que las hacen vistosísimas por extremo.
Otros pajarillos, picos negros, cabezas azules, alas negras y pechos blancos.
Otros dominicos, pechos blancos, alas y cabezas negras y las colas variadas de negro y blanco, y los extremos de aquestas y las alas azules.
Otros de azul, verde, amarillo y blanco.
Otros de amarillo y blanco el cuerpo, y las caudas encarnadas.
Otros de color rojo todo el cuerpo, que llaman cardenales.
Otros pajarillos vi muy pigmeos en sus cuerpecitos, si en su música y cantos muy gigantes, que a no haberlos visto no presumiera eran dueños de tan abultadas como sonoras voces. A estos pajarillos y a otras inmensidades de ello le ha puesto la divina providencia mesas francas y hecho sazonadísimos platos de silvestres frutillas, de que abundan las apureñas márgenes, como a otros pájaros de más porte, de pescados en las playas y márgenes de los ríos, zanjones, caños, ciénagas y pantanos, como en las lagunas de que abundan los llanos; y de estos pájaros los más conocidos son:
Soldados, blancos en el color los extremos de las alas, caudas y cabezas, con gran parte de sus pescuezos negros: son de corpulencia muy grande.
Pájaros flamencos, de color naranjado, en bandadas grandes que, juntas en las playas, parecen manadas de ovejas merinas almagradas.
Garzas, pardas unas y otras dominicas, de blanco y negro con garzotas de su color mismo unas y otras, es a saber, blancas y pardas.
Otras garzas más pequeñas, con sus garzotas conforme a los cuerpos suyos.
Ptos reales, de corpulencias muy crecidas.
Patos de maneras muchas y de diferentes nombres.
Aguanieves, y otros muchos que, si bien los vi, ignoro los nombres suyos, aunque los indios les han puesto los de el agrado suyo.
A estos la providencia divina les tiene prevenidos platos de pescados diversos, como a los paujiles que de aquestos unos son de piedra en sus cabezas, como otros de penachos.
Pavas.
Guacharacas.
Codornices.
Guacamayas.
Caharos.
Papagayos.
Periquitos.
Otros tan pequeñitos que representan unas esmeralditas animadas: hacen de estos pajaritos aprecios muchos a las damas de la Cantabria, Guayana y Trinidad, y así los traen en sus encrespados rizos y copetes de sus cabezas.
A las aves dichas les hace la providencia divina platos para sustento de ellas, de diversas frutas del monte y otros granitos diferentes, como a las aves de rapiña de carnes varias y de los pajaritos y avecillas que quedan insinuadas les hacen platos a costa de sus vidas a las
Águilas reales.
Búhos.
Gavilanes.
Jirifaltes.
Primillas.
Aletos.
Valdivias.
Cernícalos y
Zamuros“ (188)
Pocos nombres aborígenes nos ha conservado en esta ocasión Fray Jacinto de Carvajal, pero sin duda alguna se recreó en describirnos aquellas esmeralditas vivas que las damas venezolanas llevaban en sus correncias a la moda.
No contento con este discurrir por los pájaros acude también a la enumeración de otras riquezas, en las orillas del Apure. (CONTINUARÁ)