Victorina Alonso Fernández
Lunes, 28 de Noviembre de 2016

Carta a Mª Manuela García de Longoria Carreño (Pololo)

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Seguramente no estarías muy de acuerdo con estas líneas que estoy escribiendo y me lo harías saber con claridad y firmeza; pero quizá por eso mismo, por tu discreción y timidez, quiero que quede constancia de quien eras y de lo que hiciste por el Ayuntamiento de Astorga, que es lo mismo que decir por todos los que vivimos en el municipio astorgano.

 

Durante muchos años- más de 10- colaboraste, la mayor parte de las veces de forma voluntaria y desinteresada, para ayudar desde Servicios Sociales a todos los que te necesitaban, especialmente a quienes por circunstancias muchas veces ajenas, no lograban salir adelante. Y tu apoyo fue fundamental para conseguir la escolarización de muchos niños y la integración de quienes estaban excluidos y no sabían leer, ni escribir, ni cocinar, ni conducir, ni..…, y tú, con tesón y coraje, empeñaste tu vida para remediar esa situación. Y lo conseguiste. No siempre, es cierto. Aún recuerdo nuestra decepción y tristeza cuando aquel niño tan listo y con un destino tan aciago, en cuya protección pusimos tanto empeño, se nos había “escapado de las manos”.

 

Prudente  y respetuosa, con las ideas muy claras en todo lo que tenía que ver con los Servicios Sociales  (ese lado oscuro del mundo donde se lucha a brazo partido para sobrevivir), tratabas de llevar a cabo esas ideas, siempre trabajando en coordinación, con las miras puestas en solucionar problemas. Todavía hace pocos días- cuando tuve la suerte de compartir contigo unas horas en un lugar cerquita del cielo-, tu preocupación no estaba en los problemas que aquejaba tu salud, sino en cómo resolver un caso difícil de una menor que te quitaba el sueño.

 

Fueron muchos años de trabajo y colaboración, Pololo, en los que aprendí a conocerte y a valorar todo lo que representabas: honradez, trabajo bien hecho, implicación con los que te necesitaban, sosiego. Comías como un pájaro porque asegurabas no necesitar más, y porque hay mucha gente,  me decías, que no tiene para comer; elegante siempre, tu distinción no dependía del traje, la llevabas contigo.

 

Te has ido ¡y queda tanto por hacer! , hoy, sin ti, Pololo el mundo, nuestro mundo, es un poco más gris y mucho más triste.

 

He ido al bosque montañoso que te enamoró y donde has decidido descansar, y al llegar me ha parecido escuchar un “cante” y unas palmas que eran un lamento hondo y antiguo; allí al pie de un árbol frondoso te he dejado unos guantes, suaves y calentitos, del color del afecto y una buena bufanda, para que puedas pasear protegida cuando caiga la tarde, pensando en las familias y en los niños y en cómo resolver sus dificultades y allanar sus problemas. Y mi tristeza se acalla pensando que serás semilla de enérgicas voluntades frente a la pobreza y el hambre. De ti nacerán ideas como estrellas luminosas para luchar contra todo lo que hace daño, contra la inútil maldad del egoísmo.

 

No nos olvides Pololo, acuérdate de nosotros. Ayúdanos a no errar nuestros pasos en la lucha que iniciamos contigo para conseguir un mundo más justo, más igualitario, donde no haya discriminación y en el que nacer pobre no sea un impedimento para poder vivir dignamente. 

 

Y tú, Pololo una Trabajadora Social de primer orden, descansa en una paz que te mereces. 

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