Astorga como utopía deshumanizada
![[Img #26427]](upload/img/periodico/img_26427.jpg)
Mirando el cartel de la reciente campaña que la Concejalía de Comercio e Industria de Astorga ha lanzado para estas fiestas navideñas, podemos atisbar la idea de Astorga que se nos propone, una idea que no difiere mucho de la de la Concejalía de Turismo y que tal vez no desentone con la propuesta que tiene para Astorga el resto de las concejalías.
El cartel enseña una utopía deshumanizada, puro azul del cielo sin gente ni conflictos. Unas escaleras mecánicas ascienden hacia el cielo, pero las escaleras están quietas, como si una bomba de neutrones hubiera despojado la vida al tiempo que preservaba la medallita de la niña, todo lo material, toda la quietud. Arriba de la escalera se encuentra el Ayuntamiento, en las nubes, y entre estas solo algunos de los salvados, tal vez ángeles revoloteadores entre las nieblas que sumergen la Plaza Mayor. Los hundidos nunca han posado ni posarán para la foto de ningún cartel que venga de la actual Corporación.
Los hundidos no salen en la película, no forman parte de ningún proyecto de la Astorga que vendrá.
La intención no deja lugar a dudas, es vender la ciudad como si fuera un producto comercial, una marca de ciudad. Es posible que todo lo que se produce en Astorga tenga un marchamo exquisito, pero a costa de expeler a sus habitantes y hacer de su centro comercial una larga y vigilada vía, que tal vez nazca en el Paseo de Gracia y termine en una fiesta en Honolulu. En el fondo se quiere expeler al ser humano, ya desaparecido en el cartel, con sus tensiones e incoherencias internas.
La ciudad es realmente otra cosa que este cielo. La realidad social de Astorga es más desagradable y complicada, es una realidad en la que existe el paro, la miseria social, el barro y los desahucios. ¿Dónde están esas campañas que no llegan a los carteles estelares?
Otro aspecto importante a señalar de esta campaña es que subliminalmente acude a la emoción, a la impostura identitaria que supondría el ser astorgano; al nacionalismo de pueblo de vacas. Así, todo astorgano que se precie habría de consumir en su ciudad. Lo que no nos aclara la campaña es sobre las ventajas, que las habrá, para el comprador, de un comportamiento así; dando por seguro que el solo relente astorgano mejora prendas y jamones. Habría entonces que preguntarse por las razones, que también las habrá, por las cuales unos cuantos astorganos no ejercitan su mercadería identitaria. De ahí al derecho a decidir no hay ni un paso.
La publicitación de ‘Astorga tu centro comercial’ no va a cambiar ni un ápice las intenciones de los compradores mientras no mejoren la calidad/precio de las ofertas y de las atenciones.
Un eslogan similar ya fue utilizado en Barcelona: ‘Barcelona la mejor tienda del mundo’. Ahora ‘Astorga tu centro comercial’ quiere volverse permanente, como permanente es la idea de convertir la ciudad en un gran espacio de consumo de todo lo que pueda venderse, incluso de esa enseña astorgana que se lleva en el alma. (Ya vemos que el nacionalismo en la época de consumo de masas no repara en matices de espíritu.)
Otra vez -como se viene haciendo con las ‘tematizaciones’ de la fanfarria napoleónica y otros fastos- estamos ante una simplificación representacional que desdeña la vida de verdad, la vida fragmentaria e incongruente de una realidad social hecha de todo tipo de abusos y de asimetrías.
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Mirando el cartel de la reciente campaña que la Concejalía de Comercio e Industria de Astorga ha lanzado para estas fiestas navideñas, podemos atisbar la idea de Astorga que se nos propone, una idea que no difiere mucho de la de la Concejalía de Turismo y que tal vez no desentone con la propuesta que tiene para Astorga el resto de las concejalías.
El cartel enseña una utopía deshumanizada, puro azul del cielo sin gente ni conflictos. Unas escaleras mecánicas ascienden hacia el cielo, pero las escaleras están quietas, como si una bomba de neutrones hubiera despojado la vida al tiempo que preservaba la medallita de la niña, todo lo material, toda la quietud. Arriba de la escalera se encuentra el Ayuntamiento, en las nubes, y entre estas solo algunos de los salvados, tal vez ángeles revoloteadores entre las nieblas que sumergen la Plaza Mayor. Los hundidos nunca han posado ni posarán para la foto de ningún cartel que venga de la actual Corporación.
Los hundidos no salen en la película, no forman parte de ningún proyecto de la Astorga que vendrá.
La intención no deja lugar a dudas, es vender la ciudad como si fuera un producto comercial, una marca de ciudad. Es posible que todo lo que se produce en Astorga tenga un marchamo exquisito, pero a costa de expeler a sus habitantes y hacer de su centro comercial una larga y vigilada vía, que tal vez nazca en el Paseo de Gracia y termine en una fiesta en Honolulu. En el fondo se quiere expeler al ser humano, ya desaparecido en el cartel, con sus tensiones e incoherencias internas.
La ciudad es realmente otra cosa que este cielo. La realidad social de Astorga es más desagradable y complicada, es una realidad en la que existe el paro, la miseria social, el barro y los desahucios. ¿Dónde están esas campañas que no llegan a los carteles estelares?
Otro aspecto importante a señalar de esta campaña es que subliminalmente acude a la emoción, a la impostura identitaria que supondría el ser astorgano; al nacionalismo de pueblo de vacas. Así, todo astorgano que se precie habría de consumir en su ciudad. Lo que no nos aclara la campaña es sobre las ventajas, que las habrá, para el comprador, de un comportamiento así; dando por seguro que el solo relente astorgano mejora prendas y jamones. Habría entonces que preguntarse por las razones, que también las habrá, por las cuales unos cuantos astorganos no ejercitan su mercadería identitaria. De ahí al derecho a decidir no hay ni un paso.
La publicitación de ‘Astorga tu centro comercial’ no va a cambiar ni un ápice las intenciones de los compradores mientras no mejoren la calidad/precio de las ofertas y de las atenciones.
Un eslogan similar ya fue utilizado en Barcelona: ‘Barcelona la mejor tienda del mundo’. Ahora ‘Astorga tu centro comercial’ quiere volverse permanente, como permanente es la idea de convertir la ciudad en un gran espacio de consumo de todo lo que pueda venderse, incluso de esa enseña astorgana que se lleva en el alma. (Ya vemos que el nacionalismo en la época de consumo de masas no repara en matices de espíritu.)
Otra vez -como se viene haciendo con las ‘tematizaciones’ de la fanfarria napoleónica y otros fastos- estamos ante una simplificación representacional que desdeña la vida de verdad, la vida fragmentaria e incongruente de una realidad social hecha de todo tipo de abusos y de asimetrías.






