Abel Aparicio
Miércoles, 11 de Enero de 2017

En la consulta

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El pasado mes de diciembre, creo recordar que fue el jueves 15, acudí a la consulta de la doctora a la que estoy  asignado en el (supuesto) Centro de especialidades de Astorga. La cita era a las 10:22 horas, pero debido a que la doctora fue llamada para atender una urgencia domiciliaria, no pude entrar a la consulta hasta las 11:40 horas.

 

A mi lado, varias personas residentes tanto en Astorga como en algún pueblo de la zona, se quejaban amargamente de esperar casi una hora y media para ser atendidos. Quizá, pensaba yo, estas mismas personas que se quejan, en las últimas elecciones depositaron una papeleta con el logotipo del Partido Popular o del Partido Socialista Obrero Español , los mismos que recortaron más de 8.000 millones de € en sanidad pública mientras que aumentaron en casi 4.000 millones de € el gasto en sanidad privada. Entiendo que la sanidad privada la defiendan (mientras les interese) Florentino Pérez o Juan José Güemes y Manuel Lamela, pero no personas con un sueldo que jamás llegaría para pagar una operación en una clínica privada. El negocio de la sanidad privada, si deja de ser rentable, ya la pagamos entre todos y todas, como ocurrió en Valencia.

Cuando en la televisión, en la radio, en internet o en la prensa escrita se habla de recortes aprobados por el Gobierno, estamos hablando de reducción en personal sanitario, o lo que es lo mismo, que una doctora tenga que abandonar su consulta durante más de una hora para tener que atender una urgencia en un domicilio. Cuando se habla de desprestigiar el servicio de sanidad pública española se habla de hacinar y esconder a pacientes en pasillos traseros para que no se vean. Cuando se habla que durante la estafa –a las cosas por su nombre- se recortan 10.000 millones en sanidad pero sin embargo se destinan 60.718 millones de € a rescatar a la banca o 5.000 millones de € a salvar autopistas de gestión privada, a lo mejor estamos hablando que los dos partidos que modificaron el artículo 135 de la Constitución española una noche de agosto del año 2011 estaban pensando más en los intereses de grandes empresas y poderes fácticos que en las personas a las que representan.

 

Cuando una serie de alcaldes y alcaldesas se parten la cara luchando por los derechos sanitarios de sus vecinos y vecinas mientras otros prefieren obedecer las órdenes del partido, significa que anteponen ser obedientes a dender realmente los intereses de las personas a las que representan.

 

En esa hora y veinte intenté explicar lo mejor que pude a las personas que como yo estaban esperando, que los recortes en sanidad tienen estas consecuencias. Las cifras significan horas, días y semanas de espera, hospitales saturados, vacunas que no llegan o muertos por falta de atención sanitaria. La neolengua con la que quieren disimular la estrategia encaminada a la gestión privada, de la cual, me atrevo a decir que el 80% de la población no podría mantener íntegramente, viene a maquillar ese proceso.

 

Los recortes duelen, matan y significan, en el mejor de los casos, esperar durante una hora y viente a que una doctora haga la labor de dos personas.  Los que se decían buenos gestores, están demostrando que no lo son, valga la hucha de las pensiones como ejemplo. Se les llena la boca con la palabra España y las muñecas con pulseras rojas y amarillas mientras sus habitantes naufragan entre trabajos precarios y recortes sociales. Eso sí, ¡Viva España! Que algún día, como dijo aquel, comeremos balas y dormiremos en tanques.

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